El resultado del plebiscito comporta diversas lecturas, incluyendo algunas buenas noticias y otras no tan buenas. En primer lugar, se confirma que el fuerte de la MUD es su plataforma electoral, la cual incluye alta capacidad técnica y logística en esta área, así como efectividad a la hora de movilizar a millones de personas con fines electorales.
En segundo lugar, el plebiscito fue en esencia otra forma de protesta política, la más exitosa en los últimos meses en términos de masificación y no-violencia. Pienso que el régimen quedó completamente desarticulado, pues su estrategia de desmasificar y generar reacciones violentas mediante la represión no encajaba del todo con la dinámica de esta protesta. Por ello, los lamentables sucesos que cobraron la vida de una venezolana en Catia y dejaron varios heridos, a manos de partidarios del gobierno, fueron excepcionales.
Indistintamente de la precisión en relación con el número total de votos, lo cierto es que millones de venezolanos salimos a la calle a manifestar en contra de la dictadura, lo cual disipa algunas dudas en torno a la capacidad de la MUD de masificar la protesta. Ahora bien, un reto pendiente de la MUD es el de movilizar a millones de seguidores con ocasión a otras formas de protesta fuera del campo electoral.
A mi modo de ver, un mensaje directo e importante de esta experiencia es que la mayoría de los venezolanos no están dispuestos a marchar o a plantarse en la calle bajo el liderazgo MUD. Es decir, el mensaje de la gente a la MUD fue el siguiente: si me pides que vote, salgo a la calle y me verás multiplicado en millones. No obstante, sería erróneo interpretar que a partir del 16 de julio existen millones de personas activadas para participar en la defensa de la democracia mediante mecanismos distintos al electoral.
Una cosa es votar y otra muy distinta es resistir la represión del régimen. Esto explicaría por qué la vanguardia de todas marchas totalizadas en los últimos tres meses se cuenta por cientos de miles, mientras que la vanguardia del plebiscito sumó millones en tan solo un día de protesta.
El evento también nos dio a saber que en lo que respecta al ámbito electoral, los mecanismos de acción colectiva de la sociedad civil organizada se han fortalecido a nivel nacional e internacional.
La mala noticia
Si existía alguna probabilidad de que Maduro aceptara la realización de elecciones democráticas, el éxito abrumador del plebiscito liquidó tal escenario. En consecuencia, dentro del marco de los escenarios de ruptura, la salida electoral –la vía convencional- queda prácticamente descartada, mientras que la salida cívico-militar cobra mayor fuerza en el corto plazo.
Aunque la probabilidad de la salida cívico-militar es alta como mecanismo de ruptura, hasta ahora se muestra baja como escenario en el mes de Julio. Y el tema es que sin apoyo militar no hay cambio político frente a un sistema autoritario que cerró la ruta de elecciones democráticas. Quizás el resultado del plebiscito alterare el estado actual de las cosas dentro de la FANB.
Lo convenido
Las mayorías quieren votar. Sin embargo, las variables de la coyuntura indican que mientras Maduro desgobierne Venezuela, las probabilidades de elecciones democráticas son muy bajas. En ese sentido, la MUD y la AN están obligadas a crear condiciones para satisfacer ese deseo de las mayorías. Un paso ineludible en esta dirección implica sacar a la cúpula gobernante de Miraflores.
A partir de esta semana, la AN y la MUD tendrán que confrontar al gobierno a cualquier riesgo. Vale aclarar que no se trata de una pretensión caprichosa, pues la ruptura política fue una consigna clave de la MUD en el año 2015 y luego convertida en prioridad a nivel de la Asamblea Nacional durante todo el 2016.
Resulta oportuno recordar que el pueblo le dio la mayoría a la oposición en la AN para que impulsara un cambio de gobierno, y si había duda de esto, el plebiscito acabada de ratificarlo.