Jesús Peñalver: Los colores de la infamia

Jesús Peñalver: Los colores de la infamia

Jesús Peñalver @jpenalver
Jesús Peñalver @jpenalver

De la angustia y el desasosiego que no pintan nada bueno en el lienzo nacional, nos hablan de la terrible pesadilla dieciochoañera que jamás ha debido tener asiento en Venezuela, ni en ningún otro lugar del mundo, en ninguno.
Aunque en estos tiempos de ‘revolución bonita’, coloreados de un rojo alarmante, vale la pena esperanzarse porque la verdad sea dicha, Venezuela siempre ha sido de todos y debemos evitar que la desmoralización haga trizas en el espíritu libertario de los demócratas venezolanos.

Se aproxima un proceso electoral sui generis y yo, acostumbrado a votar desde que tengo uso de razón, mañana domingo no acudiré a hacerlo, pues yo no convalido trapisondas, no le hago comparsas a la satrapía, rojita ni arengo al ch … abismo, mucho menos cohonesto delitos.

Hoy es ocasión propicia y preciosa para encarar al futuro, con firme convicción cívica, con propósitos de enmienda y rectificación y con el irreductible afán por cambiar el terrible estado en que nos encontramos. ¡No a la prostituyente!





Que el CNE dé a cada rato señales de su parcialización, su presidenta con odioso seseo atropelle el idioma con su neolengua, espada y brazalete, desde luego que nos induce a sospechas e impone la necesidad y la conveniencia de exigir –para un futuro no muy lejano- condiciones que garanticen pulcritud en los procesos comiciales.

Claro que esto suena iluso, soñador y quijotesco, vista la experiencia donde el ente electoral no ha ocultado su desnuda inclinación, ni por un atisbo de decencia guarda las formas, pero la confianza en el voto debe seguir recuperándose, en el entendido que este resulta más eficaz que los fusiles de los milicos que hoy hacen estragos en el país y contra eso, democráticamente debemos dar al traste con la sucesión perversa del chavismo, hoy representada por sus ambiciosos herederos y legatarios.

Elegimos el pasado diciembre de 2015 una nueva Asamblea Nacional, como cuerpo representativo del Poder Legislativo, cuya integración mayoritaria se ha visto mediatizada, impedida, mejor dicho, de cumplir sus deberes y obligaciones constitucionales, por la acción abusiva y arbitraria del tsj, de consuno con la fanb, y desde luego, con el ejecutivo que sigue empeñado en destruir a Venezuela.

Así las cosas, la AN no ha podido cumplir la tarea de Estado de controlar al gobierno y dictar leyes orientadas a enderezar los entuertos y desaguisados de la peste roja. De allí las piedras de trancas a una ley que imponga la obligación de repatriar los capitales birlados al erario y los consecuentes juzgamientos a los presuntos implicados, sin que ello comporte en modo alguno ‘pena del talión’, cacería de brujas ni ninguna otra locura persecutoria de parecida naturaleza.

Esas misma trancas han hecho nugatorios lo efectos de la Ley de Amnistía que ampara a tantos presos políticos y perseguidos por las mismas razones, cuyo delito o pecado solo existe en la cabeza incendiaria de los chavistas, esos ayatolás de ideas explosivas y planes diabólicos, que no sesgan en su manía de gobernar a todo trance, sin importarles el daño que puedan causar.

Hay otras tantas leyes y decisiones del ente legislativo nacional que no han visto en la realidad de los hechos, la posibilidad de cumplirse y satisfacer así las exigencias y esperanzas del pueblo que cifró sus anhelos en el nuevo parlamento, y en sus diputados que desde sus curules han hecho sus mejores esfuerzos por responder a tales requerimientos en esta hora aciaga que vivimos.

Hora en que el amarillo de soles apagados, nos indica que muchos militares los van ganando junto con estrellas, mientras van perdiendo cielo.

Momento en que el rojo sangriento de la barbarie da cuenta de los muertos producto del hampa armada y desalmada, y al parecer, con impunidad garantizada. Y por la misma acción criminal de los cuerpos de seguridad del estado, que nos matan sin miramiento alguno.

Y para más INRI, se suma el hampa administrada que no se mide a la hora de entrar en la terrible escena de la violencia.

Y el verde vergüenza militar que exhibe su incompetencia, la ineficiencia del mando uniformado y nos confirma en la certeza que nunca han gobernado bien, al contrario, siempre han fracasado, no hay una excepción.
He allí la vergonzosa metáfora de los tres bombillos, y yo siempre contra bando militar, irreversiblemente civil.