La presión interna e internacional está comenzando a pasar factura, y los brotes de locura que, como el pus, drenan a diario por las llagas del régimen, son cada vez más grotescos y repulsivos, no solo por develar una sórdida naturaleza descompuesta, sino por la manera impúdica en que muestran sus vergüenzas. Estados Unidos sancionó a Nicolás Maduro congelándole sus bienes en el extranjero, y de forma casi automática los jerarcas del Régimen se rasgaron las vestiduras en plena cadena nacional (que han repetido varias veces), mostrando su solidaridad en medio de solemnes juramentos y proclamas virulentas que rayan en la ridiculez.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿Donde obtuvo Nicolás Maduro los dólares que le congelaron en Estados Unidos? Esa, sin dudas, es una pregunta que los maduristas deberían hacerse mientras esperan ansiosos su bolsita de CLAP. Lo más grave es que Maduro no es, ni mucho menos, el único con riquezas exorbitantes que superan por mucho las expectativas plausibles que cualquier funcionario venezolano puede tener, más si tomamos en cuenta que, según el artículo 7 de la Ley Orgánica de Emolumentos, Pensiones y Jubilaciones de los Altos Funcionarios y Altas Funcionarias del Poder Público, publicada en Gaceta Oficial Nº 39.592 de fecha 12 de enero de 2011, el presidente y sus ministros no pueden ganar más de 12 salarios mínimos al mes.
¿Dónde está la Contraloría cuando se le necesita? Sin dudas, todos los venezolanos estamos interesados en conocer el origen de aquellas magnas fortunas detentadas por estos funcionarios revolucionarios que predican la austeridad comunista. Al decir verdad, es poco probable que la Contraloría haga algo, respecto a este tema, al de Odebrecht (en el que hay tantos millones de dólares y funcionarios involucrados) o cualquier otro del mismo género. Así las cosas, otra pregunta que deberían hacerse los maduristas es ¿Por qué razón la Contraloría no investiga transparentemente el origen de aquellas fortunas, y desvirtúa así los rumores de corrupción? Aquello, cuando menos, genera suspicacia.
« ¡Congelar los bienes de Nicolás Maduro es una agresión imperialista contra la soberanía Venezolana! » vociferan altaneramente en medio de espumarajos y jadeos, con los puños dirigidos al cielo; pero lejos están de preocuparse por el país; la razón de sus desvelos estriba más bien en la posibilidad real de que les congelen sus preciadas fortunas, amasadas con tanto esmero durante años de corrupción.
¿Quién está agrediendo al pueblo Venezolano, los ladrones que se enriquecieron con nuestro dinero mientras morimos de mengua, o el país amigo que les congeló sus haberes mal habidos? Los esbirros de la dictadura creen que se la están comiendo con sus shows y fanfarrias, pero la moralidad ambigua y el doble discurso lejos de obrarles a favor, les están poniendo el viento en contra. Ya nadie les cree, hasta Smartmatic les dio la espalda, desnudándoles el fraude de su Constituyente comunista, y desacreditando a un burdo CNE que urge desmantelar desde sus cimientos.
Sin dudas, la infamia y la ignominia que delatan el proceder del régimen, no puede más que garantizar el fatuo final al legado de Chávez, tantas veces anunciado, pero en modo alguno evitado. ¡La V República murió, pero Venezuela está más viva que nunca!
Víctor Jiménez Ures