Caracas 06 de agosto de 2017.
Señores.
Evo Morales, que había llegado al poder en Bolivia, dijo en medio de risas en 2015 para una entrevista: «Cuando mis colaboradores me dicen, Presidente eso no se puede hacer, eso es ilegal, yo les digo, pues háganlo legal, para eso estudiaron».
Esta tentación del poder, inclinado a torcer la justicia, es quizás uno de los peligros más significativos de nuestra época y de lo que ya se amenaza se hará desde la Asamblea Constituyente. Al paso que ustedes van, está claro que no han sido elegidos- si eso hubiese sido verdad, cosa sospechosa a la luz de la denuncia de Smarmatic- para hacer un Estado, sino para destruirlo.
Para tales fines, ustedes esgrimen nobles principios como la «justicia popular» -que nunca ha sido tal-, el «verdadero Estado de derecho» o la «paz». Los venezolanos, estamos persuadidos de que ustedes mienten; intentan lograr por otros medios, lo que no han conseguido por los votos.
Todo lo que se anuncia se hará, y se está haciendo, suspende la separación de poderes, anula el Código Penal, terminaba con el principio liberal democrático de que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, y otorga a gente cuya única credencial es su vinculación con las redes clientelares del Estado, subsidios cuantiosos, varios escaños , mientras el hambre campea en Venezuela.
La función de una constituyente es mejorar el aparato estatal, y la función de este consiste única y exclusivamente en garantizar la protección de la vida, la salud, la libertad, la propiedad de la gente. Y para ello crea un conjunto de normas, leyes o contratos impersonales, generales, para que unos individuos no abusen de otros. La separación de los poderes dentro del Estado tiene como objetivo la justicia, que nadie tienda a abusar del poder.
Ustedes intentan poner en práctica lo que en 2013, ya anunciaban, cuando el magistrado Torrealba, dijo sin aparente vergüenza que, así como las constituciones monárquicas defienden la corona, así mismo el poder judicial defendería al gobierno socialista de sus enemigos. Ese día supe que la libre empresa, la libre opinión, libertad de asociación, y manifestación, ya no serían derechos sino una afrenta al régimen chavista. Igor Muller, el autor de «Juristas del Horror» seguramente creyó haberlo visto todo en la Alemania nazi. No conoció la Venezuela que ustedes ahora intentan levantar.
Ustedes intentan establecer, un Estado Comunal en paralelo al Estado Constitucional: el primero basado en el ejercicio de la soberanía directamente por el pueblo; y el segundo basado en el ejercicio de la soberanía indirectamente por el pueblo, mediante representantes electos por sufragio de segundo grado; en un sistema en el cual el primero iría vaciando progresivamente al segundo.
Todo ese desatino es inconstitucional, particularmente porque en la estructura del Estado Comunal que se monta, el ejercicio de la soberanía en definitiva es indirecta mediante ‹‹representantes›› que se «eligen» para ejercer el poder popular en nombre del pueblo, y que son denominados «constituyentes » o «constituyentas», pero que no son electos mediante el sufragio. Al extremo que hemos visto una Constituyente en televisión, confesando que no sabe ni con cuántos votos, ni cómo fue electa.
Lejos de ser un instrumento de descentralización, están montando un sistema de centralización, una dictadura con control férreo por el poder central. Por ello la aversión al sufragio.
El agregado socialista de eso que ustedes tienen el desparpajo de llamar Asamblea Nacional Constituyente, acaba el principio de pluralismo político garantizado por la Constitución de 1999, abriendo la vía para la discriminación política de todo aquel individuo que no sea socialista, a quien se le niega, por tanto, el derecho a la participación política. Al extremo que ustedes han desmontado el Congreso legítimo elegido en 2015.
Estoy seguro, que ahora ustedes, intentarán – pero fracasaran- darle rango constitucional al artículo 86 de la nefasta ley de los Consejos Comunales , que dice que las comunas podían vigilar al empresario y sus empresas, aún cuando, nada en la Constitución de 1999 autorizaba a que se asignara a entidades públicas comunitarias dependientes del Ejecutivo Nacional (el presidente), competencias para ejercer vigilancia o controlaría social sobre las actividades privadas.
Ustedes intentan desmantelar el Estado protector del individuo y su propiedad, y lo están convirtiendo en un conjunto de instituciones superfluas que perseguir a sus disidentes y los expropia.
Venezuela, ha caído en una situación extremadamente compleja, no solo porque el Estado ahora es el presidente sino fundamentalmente porque su proyecto supone una revolución de confrontación del enemigo. Y el enemigo es el país que defiende la propiedad y la libertad. Ó sea mi vecino, el suyo, yo. Todos.
Pero tengo fe, en Venezuela y su destino. Me aviva, me esperanza, la visión de el profeta hebreo Habacuc que grita: ‹‹¿Hasta cuándo Señor pediré auxilio, sin que me escuches, y denunciaré a gritos la violencia que reina, sin que venga a salvarme? ¿Por qué me dejas ver la injusticia y te quedas mirando la opresión? Ante mí no hay más que asaltos y violencia y surgen rebeliones y desórdenes. La ley cae en desuso. El derecho no sale vencedor, los malvados censuran al inocente y la ley es pisoteada. El Señor me respondió y me dijo: “Escribe la visión que te he manifestado, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. Es todavía una visión de algo lejano, pero que viene corriendo y no fallaré; si se tarda, espéralo, pues, llegará sin falta. El malvado sucumbirá sin remedio, el justo en cambio, vivirá por su fe›› (Habacuc, capítulo 1, versos 1-11).