«Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; … la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia.» (Simón Bolívar. Discurso de Angostura).
Asombra leer en las redes sociales las piruetas mentales de quienes defienden lo indefendible: concurrir a elecciones regionales dirigidas por Tibisay Lucena desde el CNE y por Vladimir Padrino desde el sector militar (Plan República), cuando aún está caliente el cadáver de la democracia brutal y definitivamente asesinada el 30 de julio, ante la incrédula mirada del mundo.
Pero aún más sorprendente que el esperado megafraude de Tibisay, fue el anuncio de Ramos Allup de que Acción Democrática concurriría a las elecciones regionales, aduciendo la necesidad de defender espacios y no entregar a la dictadura la totalidad de las gobernaciones. Esa sería una justificación más que suficiente si viviéramos bajo un régimen democrático, pero siendo la verdad que padecemos una tiranía feroz, donde concurren la injerencia cubana y el narcotráfico internacional, la concurrencia es un claro acto de traición y un engaño que supera a todos los anteriores.
Para algunos, entre los que me cuento, la decisión de Ramos Allup no fue del todo sorpresiva, después de su anodino paso por la Presidencia de la Asamblea Nacional. Durante ese año, la AN no tomó una sola decisión que golpeara con contundencia al régimen y solamente queda para el recuerdo el rocambolesco episodio de la expulsión de los retratos de Chávez, que benefició –exclusivamente– a su autor, quien logró amplia cobertura de prensa, nacional e internacional.
Pero es que nuestros políticos se hacen cada vez más descarados, ante el éxito de sus engaños. Para muestra, basta un botón:
Con motivo de las elecciones legislativas del 6 de diciembre de 2015, se nos hizo creer que habíamos obtenido una gran victoria, cuando lo que en verdad hubo fue un gran esfuerzo popular que la MUD se encargó de despilfarrar. Nada ganó el pueblo con su abrumadora votación a favor de los candidatos de la MUD, si bien lo hicieron creer que le había dado una paliza al régimen; no cayó en cuenta el desprevenido ciudadano de buena fe, que las verdaderas triunfadoras fueron las cúpulas partidistas que se alzaron con una gruesa suma de diputados y, por ende, con una gran fuerza para negociar acuerdos subalternos con el régimen o ¿Acaso podemos pensar que la pasividad de la presidencia de Henry Ramos fue gratuita?
Nos invitaron a votar, a quienes eligieron las cúpulas, bajo las siguientes promesas (citas textuales):
1. Podremos tener un TSJ dedicado a la justicia y no sólo a la política.
2. Podremos tener un CNE imparcial
3. Garantizar elecciones justas
4. Detener la inseguridad, las muertes y los robos
5. Combatir la inflación y el alto costo de la vida
6. Desmantelar los grupos armados que generan violencia política
7. Acabar con la escasez y eliminar las captahuellas
Dos aspectos a resaltar con respecto a esta lista y a otras similares que corrieron por las redes, en su oportunidad:
a) Ni una sola vez se hace mención a la salida del régimen y al logro a una democracia real;
b) Ninguna de las siete promesas transcritas fue cumplida.
Y otra cosa que tengo desde hace tiempo en el tintero: ¿Cómo es que el CNE, después de incurrir en trampas como la de la presidencial de 2013, reconoció la soberbia paliza? ¿Acaso Tibisay y compañía fueron presas de un repentino ataque de honestidad y de desobediencia al amo o ya todo estaba acordado con la MUD para insuflar carácter democrático a Maduro? ¿Qué ganamos –en realidad– con tan abrumador «triunfo»?
Ahora bien: los mismos por los que votamos entusiásticamente el 6D, nos piden que los llevemos a las gobernaciones de estado. Desde mi punto de vista, esa es una falta de respeto y una manera de llamarte pendejo. A mí, particularmente, no me gusta que me llamen así.
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9 de agosto de 2017