El Real Madrid conquistó su décima Supercopa de España, con una autoridad incontestable ante un Barcelona que no despierta de la conmoción de haber perdido a Neymar, superado nuevamente por una primera parte madridista mágica, liderada por Marco Asensio (2-0), reseñó EFE.
La Supercopa de España plasmó la distancia actual entre dos grandes enemigos. Del estado de gracia del Real Madrid a la impotencia y la desesperación de un Barcelona que nuevamente se vio superado, muy lejos del nivel que exhibe el bloque de Zinedine Zidane con variantes diversas para golpear sin misericordia.
La final se presentaba para el Barcelona como la mejor oportunidad para huir de la depresión y trasladar a su afición un soplo de optimismo tras la fuga de Neymar. Frenar el ciclo victorioso madridista era el objetivo, pero instalado siempre en un escalón anímico inferior a un Real Madrid en estado de gracia, su realidad fue cruda. Los de Zidane sacaron a relucir sus debilidades y provocaron impotencia y desesperación. Los fichajes le urgen. Construir una nueva ilusión.
Se presentaba como un imposible en el momento actual levantar la final, los dos goles de desventaja de la ida y golear en el Santiago Bernabéu. La apuesta táctica de Ernesto Valverde fue apostar por defensa de tres con Sergi Roberto y Jordi Alba como carrileros. La idea podía ser buena con otros centrales. A Mascherano se le ve a otro ritmo y Umtiti sufrió cada vez que tuvo que tapar las subidas de Lucas Vázquez.
Zidane se permitía el lujo de rotar en una final. Sentar la magia de Isco y a dos jugadores indiscutibles como Casemiro y Bale. Los nombres dan igual. Exhibe una profundidad de plantilla, con futbolistas enchufados que no rebajan el nivel. Su estado de ánimo le invitó a no especular con el resultado de la ida y salió volcado, a desenmascarar las debilidades de su gran rival en un momento de duda. Lo atropelló con presión alta y un ritmo de juego endiablado.
El Bernabéu entraba en éxtasis con un nuevo golazo de Marco Asensio. Le bastaron cuatro minutos para conseguir lo que Bale aún no ha hecho en toda la pretemporada. De un saque de banda inventó un zurdazo espectacular, con una parábola imparable para Ter Stegen y que provocaba un gesto mayoritario en la grada, las manos en la cabeza y cara de asombro. El niño lo había vuelto a hacer.
Desató un fútbol de diversión, con taconazos, rápidas transiciones, subidas continuas de laterales, robo en campo contrario. El Barcelona despertó cuando ya perdía y se cumplían once minutos de partido. Con Messi tapado nuevamente por un Kovacic colosal, el orgullo de Luis Suárez invitó a la reacción. Peleó la primera con Ramos antes de asistir a André Gomes que no llegaba a tiempo, como le ocurrió en todo el clásico. El uruguayo la enganchaba arriba segundos después.
El Barcelona estaba obligado a arriesgar, Messi se topaba con Keylor en un mano a mano, pero era más corazón que cabeza. La opción de contragolpe era un regalo para un Real Madrid con un solo punto, Benzema, que al fin disfrutó sobre el césped. Empezó a correr el conjunto madridista, con Asensio bordando las rápidas transiciones. Marcelo llegaba y probaba suerte, Kroos no la enganchaba bien y Karim se acercaba al gol de cabeza.
El disfrute no tenía freno para el aficionado blanco en el Bernabéu. Kovacic ponía en pie la grada con sus robos y salidas en carrera, Varane exhibía su velocidad, Modric provocaba el olé con un control y sombrero a André, la lectura de juego de Asensio, el desequilibrio de Lucas, un eslalon de Benzema. Jugador por jugador imponía su fuerza con la afición en éxtasis.
Lucas Vázquez se topaba con el poste antes de que Benzema marcase su primer tanto del curso. Marcelo desbordaba de nuevo y en el segundo palo, el francés se adelantaba a Umtiti y remataba de zurda a la red.
La final estaba sentenciada y la segunda parte solo serviría para que el Barcelona maquillase su imagen. El Real Madrid levantó el pie del acelerador hasta que irrumpió la ilusión de los debutantes Theo y Dani Ceballos.
Buscó el tanto de la honra el conjunto azulgrana, con un Messi insistente pero con la cabeza baja, herido en su orgullo de campeón. Le frenó el travesaño cuando más cerca estuvo del gol. Cómodo en su terreno y a la contra, el Real Madrid acarició el tercero con Benzema probando los reflejos de Ter Stegen.
Negado ante el gol ningún esfuerzo azulgrana tendría premio. Keylor se empleó a fondo y hasta se permitió un error en una salida por alto que Luis Suárez no pudo aprovechar. A la madera envió otro testarazo tras un rechace del portero madridista a disparo seco de Messi. El clásico se hizo largo en una cuenta atrás hacia el segundo título del curso de un Real Madrid imparable que alimenta el sueño del sextete.