La crisis del sector salud es costumbre en Venezuela y en el estado Bolívar. El deterioro de la red pública de hospitales, evidenciado en recorridos y protestas de médicos y pacientes, es muestra de cómo el Estado no se da abasto para atender y mantener su propia infraestructura, reseñó Correo del Caroní.
No se trata solo del problema logístico, sino de la centralización. En cuatro ambulatorios públicos de Puerto Ordaz, la atención primaria está precariamente garantizada: hoy en día, son edificios que se utilizan a medias.
Ninguno cuenta con aire acondicionado, ni siquiera tratándose del ambulatorio Dr. Carlos Fragachán, en Unare, donde está la unidad pública de rehabilitación y fisioterapia. Hace dos años trabajan con ventiladores y la brisa calurosa que corre en Guayana, desde que se dañaron los aires.
Pasillos oscuros, filtraciones, pocas medicinas y un personal con miedo de denunciar públicamente lo que ocurre en sus sitios de trabajo, fue lo encontrado en los ambulatorios de Core 8, Castillito, Los Olivos y Fragachán, donde a diario remiten pacientes al Hospital Uyapar tanto por consultas como por tratamientos y procedimientos.
En Core 8
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define como atención primaria de salud a la infraestructura que deben proveer los gobiernos para una atención médica accesible en términos de proximidad y costos, en cuanto a consultas y procedimientos sencillos, que a menudo no requieren hospitalización.
Pero en los ambulatorios recorridos en Puerto Ordaz no hay tal garantía. María, quien prefirió no revelar su apellido, se controla su embarazo en el ambulatorio tipo II Gran Sabana, ubicado en Core 8, pero la semana pasada, fue remitida al Uyapar.
“El médico se fue de vacaciones y aquí no hay cómo atenderme… me dijeron que como mi embarazo es de alto riesgo, tenía que ir para allá”, dijo.
Un detalle: el recorrido entre Core 8 y el Hospital Uyapar es de 21 a 23 kilómetros, según el cálculo de Google Maps, por las avenidas Caracas y Angosturita. Si a ello se le añade la insuficiencia del transporte público en Ciudad Guayana, se añade otro elemento.
Teniendo un ambulatorio cerca de casa, María debe ir al Uyapar. La enfermera que la atendió, y quien tampoco dio su nombre, confesó que “aquí no hay dipirona, ni guantes, ni gasas, ni alcohol. Los pacientes han traído hasta suturas y yelcos”.
Una secretaria aseguró, además, que las personas debían llevar hasta las hojas para las historias médicas, récipes y más.
En este centro se atienden emergencias, consultas de traumatología, nefrología, medicina familiar, psiquiatría y gineco-obstetricia; pero todos los médicos están de vacaciones en este mes. Los suplentes van, pero se retiran antes de mediodía.
El área de microcirugía está inutilizada desde hace años y el ambulatorio, que no tiene aire o sillas suficientes, ahora también es punto de distribución y de exámenes para paludismo, debido a la creciente epidemia.
Para el director de este ambulatorio, Yamil Guerra, la historia es distinta. No reportó escasez de medicamentos, ni siquiera de antipalúdicos. Según su reporte, como único directivo que accedió a hablar con la prensa, solo están faltando los medicamentos para patologías psiquiátricas, como antidepresivos y ansiolíticos.
Pocos especialistas
“Los fisioterapeutas están de vacaciones. Si tiene que hacer rehabilitación, debe venir a mediados de septiembre”, responde la encargada de citas del ambulatorio Dr. Carlos Fragachán.
El vapor de la sala de fisioterapia se siente sin entrar. Los equipos, todos en buen estado, no son suficientes para atender a la cantidad de pacientes que debería. Primero por el calor; segundo, por la falta de especialistas.
Una enfermera, que no reveló su nombre, señaló que no hay consulta de reumatología desde que el especialista falleció, ni consulta de neumonología, desde que el titular se jubiló.
“El aire se dañó hace dos años y hay que esperar respuesta de Caracas (para la reparación). Igual con Rayos X”, que no funciona desde hace un año. Tampoco funciona odontología.
Este ambulatorio solo ofrece medicina interna, pediatría, cardiología y fisioterapia solo en las mañanas.
En Farmacia indicaron que “llegan pocos medicamentos, pero nos están llegando para la tensión, para la gripe, analgésicos…”. Mientras, por la falta de equipos y especialistas se subutiliza la capacidad instalada de uno de los ambulatorios más grandes de la ciudad, rodeado, por cierto, de monte y basura.
Sin medicinas en Los Olivos y Castillito
En el ambulatorio Dr. Renato Valera Aguirre, en Los Olivos, pocos trabajadores quieren hablar. Sin embargo, basta recorrerlo para sentir el calor, verificar que son pocos servicios que se ofrecen y corroborar la escasez de medicinas en la estantería de Farmacia.
El equipo de rayos X tampoco funciona, por lo que todos los pacientes de traumatología y emergencias deben ir referidos a otro lugar. En vacunación, es el módulo que menos inyecciones ofrece: solo pentavalente y polio. Las únicas consultas disponibles son traumatología, pediatría y medicina interna.
El de Castillito es un ambulatorio sin luz desde que se robaron los cables de electricidad. Ahora que los repusieron, sigue habiendo pasillos a oscuras por falta de bombillos.
La sala de parto tampoco se utiliza desde hace años y ahora es otro cuarto cerrado. Las consultas de Medicina interna, Odontología, Ginecología y Pediatría están a la sombra de un calor sofocante.
Estos dos ambulatorios están a la sombra de una estructura reciente: la de los centros de diagnóstico integral (CDI), que manejan los médicos cubanos. En ocasiones, los equipos que faltan en las dependencias del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), están disponibles en estos ambulatorios, aunque tampoco se dan abasto para atender a toda la colectividad.
Cuatro zonas urbanas de Puerto Ordaz cuentan con un centro de atención primaria que, por falta de mantenimiento y escasez rotunda de insumos, se ven obligados a remitir a los pacientes al hospital más grande de la ciudad, el Uyapar, a diario colapsado de enfermos que vienen de San Félix y hasta desde Upata.
Además, Ciudad Guayana aún espera por la construcción de un nuevo hospital tipo IV en Unare, cuyos terrenos fueron tomados por la Misión Vivienda; mientras que en San Félix, el hospital tipo III es solo una promesa vacía del Ejecutivo, el mismo de las políticas que desatendieron los ambulatorios y colapsan los grandes hospitales.