No escuches lo que dicen, “examina lo que hacen”. El actuar cotidiano, la conducta condiciona el pensamiento. Muchos creen, sobre todo, los plenipotenciarios de éste régimen, que con el uso y abuso de los medios son dueños de la verdad absoluta, exhiben deshonestidad, descaro y desvergüenza, no hacen un alto para emparejar “lo que dicen con lo que hacen”, su modo de comportarse es la negación rotunda de todo cuanto se les ocurre para dar la sensación que son ecuánimes, probos, sensatos, justos, decentes y que en todos sus actos les guía el bien, o sea “amor en acción”.
En su megalomanía enfermiza inventan legislar sobre “lo divino y lo humano”, darle carácter de Ley a valores transcendentes, que ellos no poseen y con el mayor cinísmo proclaman reglamentar la convivencia pacífica, la Ley contra el odio. Surgen preguntas: ¿Quiénes fueron los artífices de la siembra del odio entre nosotros? ¿Quiénes implantaron una lucha de clases con mordacidad visceral? ¿Quiénes promovieron listas excluyentes de los que pensaban distintos con resultados trágicos? ¿Quiénes como focas alucinadas aplaudían la ironía hiriente y el despojo de los bienes ajenos? ¿Quiénes en medios escritos y televisivos humillan y ridiculizan a los que no son de su afecto?
Hoy “rasgan vestiduras”, se quejan del escrache en cualquier lugar del mundo, hoy recogen lo que sembraron con creces; y buscan legalidad para cobrar vejámenes. Es lamentable adonde les llevó el resentimiento. Las señales de odio abonadas con aversión, antipatía y rechazo, la negación del otro que se manifiesta palpable en familias fracturadas, amigos que ya no lo son, vecinos que se miran con desconfianza y que en la trastienda malquistan y denuncian al mejor estilo cubano , Castro-Comunista.
La tristemente célebre diplomática, con mil errores sobre sus espaldas es voz cantante del proyecto legal, debería revisarse con el equipo que la acompaña y que le dá visto bueno a lo que se decide en el cenáculo maléfico, teniendo presente que los valores no se decretan se viven, se hacen testimonio de vida; quien discrimina con saña, con mentiras justifica todo, ofende con infamias y daña la moral pública con sus resentimientos de origen no posee autoridad moral ni ética para implementar leyes contra el odio, eso no es más que un subterfugio para amenazar, perseguir y cerrar medios, aniquilar cada vez más la libertad de expresión. El expediente amañado al asecho… Decía Luis Beltrán Prieto Figueroa:
“La normal convivencia democrática desarma el brazo agresivo, limpia las lenguas de los maledicentes, lima de aristas agresivas los pensamientos de los escritores, es escuela de civismo y hombría, que enseña a comportarse dentro de las limitaciones que el derecho señala y a reclamar las garantías condignas de la persona humana, reconocidas por la Ley de cada cual”.
No es con leyes manipuladas, es con actitudes sanas, con espíritu elevado y sentido humano que nos reencontraremos; con quien la maldad y el odio no le hayan secuestrado el alma.