Se gana fuerza en la misma medida que se avanza, nunca en retroceso. Excepto tratemos de dar uno o dos pasos hacia atrás para agarrar impulso y saltar dos o tres hacia adelante, pues, hay repliegues harto sospechosos que tienen por estación el miedo y la cobardía.
Nadie, en su sano juicio, desconoce la labor de los parlamentarios y, aunque fueron particular y literalmente peligrosos los momentos para muchos de los opositores del anterior mandato legislativo, bajo predominio oficialista, los de ahora cuentan con una distinta dimensión – digamos – cualitativa por el solo hecho de ejercer la mayoría con una legitimidad que acompleja a los tales constituyentes. Ciertamente, no perciben salarios desde hace más de un año, no hay avión que encarame en sus alas a numerosos diputados, casi todos no arriesgan sus cauchos en las peligrosas carreteras, por decir lo menos, y los hay golpeados por los autobuses que recorren las serpentinas de asfalto, transportándose y hospedándose inseguros en la ciudad capital. Empero, no menos cierto es que tienen una responsabilidad política mayor que la meramente laboral y deben acudir a sus espacios naturales de trabajo, incluso, para animar a los empleados administrativos que están en zozobra, evitar en lo posible la vocación invasiva del oficialismo que ya reina en la sede legislativa y, en definitiva, darle conducción y liderazgo al país que todavía no entiende la asistencia a los maltrechos comicios regionales y, mucho menos, apropiándose abusivamente del lenguaje, se digan los escuderos que prolongan las faenas de la resistencia.
Permitiéndonos la digresión, escuderos como adalides de una resistencia que tiene denotaciones y connotaciones muy variadas, pero que, independientemente de su concreta materialización y sobrados riesgos, nos remite a un genuino y tenaz sentimiento. Ejemplo manido y ya cansón, el de la Francia que entró por el sucio y obscuro túnel que la llevó a la segunda guerra mundial, se dice resistencia con una exagerada facilidad, porque fue el generoso manto que haló más de un oportunista cuando la pesadilla nazi pasó, frente a un sentimiento y un compromiso eficaces, lejos del espectáculo, que si bien no derrotó militarmente a los invasores, ya que la fuerza aliada se encargó, lo hizo moralmente para echar las bases de la republicanización y, después, redemocratización del país: algo que se lee mejor en Camus que en Sartre, prescindiendo de las interesadas memorias de De Gaulle.
Los diputados a la Asamblea Nacional necesitan de un descanso de acuerdo al humano alegato, pero – simple – no son estos los tiempos en los que deben dejar de sesionar, refiriéndonos ordinariamente a la Comisión Delegada o extraordinariamente al pleno. Por ello, al escuchar a Daniel Lara, en la emisión vespertina del martes 29 de los corrientes, a través de la superviviente Radio Caracas Radio, coincidimos en que son 224 los diputados, entre principales y suplentes que bien pueden turnarse, hay recursos para celebrar las primarias regionales y con mayor razón debe haberlos para el necesarísimo funcionamiento de la institución parlamentaria y, agregamos, siendo compatibles la vocación parlamentaria y ejecutiva, hoy resulta incomprensible y contraproducente que un diputado no ejerza a tiempo completo corriendo detrás de una gobernación, como más adelante ocurrirá con una alcaldía.
Los hay quienes no lavan, ni prestan la batea, pero también aquellos que desean hacer una cosa y otra, conscientes del momento histórico, aunque se lea ridícula una expresión que no tiene mejor equivalente. Esos que están dispuestos, deben prender las alarmas en los partidos que hacen vida en la Asamblea Nacional, grandes o pequeños, porque la manta no alcanzará para que la halen todos luego que acabe la pesadilla.
@SosolaGuido