La crisis de Venezuela se instala en todos los espacios de la vida cotidiana. La economía es un eterno naufragio con restos difíciles de rescatar. El día a día, para obtener dinero en efectivo, puede resultar una aventura de final incierto para los ciudadanos pero la situación se agrava cuando el que necesita dinero, contante y sonante, es un turista o periodista extranjero.
Por Carmen de Carlos / ABC
Ingenio caribeño y otros trucos permiten superar un escenario insólito en el continente americano y posiblemente, en el resto del mundo. El valor de las divisas en el mercado negro puede triplicar, cuadruplicar y hasta quintuplicar el legal pero, en todos los casos, acceder físicamente al dinero es una odisea. Marcelo, periodista argentino, aterrizó en Caracas con un fajo de dólares. “El primer cambio que me hicieron fue de cinco mil bolívares cuando el oficial estaba a dos mil quinientos. Fue un favor de una amiga que tenía ahorros pero apenas pudo cambiarme 50 dólares”, recuerda.
Días más tarde logró, por medio una colega, ponerse en contacto con «cambistas informales». “Me mejoraron el cambio. Me dieron ocho mil bolívares por dólar”, confirma. Marcelo pidió cambió de 100 y aguardó en su hotel a recibir el dinero. “Era un bulto tremendo. No cabía en la caja fuerte. Salía a la calle con enormes fajos en la mochila que, en realidad, no valían casi nada”, detalla.
Pagar con tarjeta
Durante su estancia de un par de semanas en Caracas tuvo que pagar en diferentes ocasiones con su tarjeta de crédito de Buenos Aires. “Los gastos se multiplicaban porque me aplicaban el cambio oficial”, recuerda resignado.
El caso de María es diferente. “Logré el suficiente efectivo para pagar taxis, moto taxis y gastos ordinarios pero -añade- sin la tarjeta venezolana no se qué hubiera hecho”. En su caso cambiaba euros, con mejor cotización oficial pero escasa demanda real en el mercado paralelo donde colocarlos no era fácil. “Hay un momento en el que tienes que arriesgarte”, comenta antes de detallar “el atajo” que le ofrecieron para resolver su situación. “Entregué 300 euros a cambio de una tarjeta de débito con la que pude funcionar. Todas las noches me mandaban el resumen de cuenta”.
La experiencia argentina
La titular era una tal Zulema, la tía, pariente o vecina del cambista. “Me dieron su número de cédula (DNI) y la clave. En Venezuela nadie te pide que muestres la identificación así que todo salió bien”. La única dificultad fue cuando “el punto” (la máquina para pasar la tarjeta) perdía conexión. “Me pasó en la farmacia y un restaurante. Por suerte -recuerda- entre los amigos pudimos pagar”.
Victoria, joven periodista, nada más aterrizar, fue directamente al banco para salir del apuro inicial. “El primer día me entregaron 20.000 bolívares (entonces, menos de tres euros). Como traje billetes de dólar pequeños pude manejarme sin perder demasiado hasta que logré cambio negro a puchitos (montoncitos)”.
Ella, como todos los venezolanos, padeció el famoso “corralito” que inventara Argentina en el 2001. Desde hace meses los límites para retirar billetes, oscilan entre 20.000 y 30.000 bolívares (menos de cuatro euros en el cambio negro) dependiendo del banco. En cuanto a la extracción de cajeros automáticos el límite diario viene a ser de 4.000 bolívares (unos cincuenta céntimos de euro en el mercado paralelo). «La cotización, al final, casi es lo de menos.
“El problema -advierte- es que no tienes billetes a tu alcance, no hay circulante en la calle”. Ya -observa- no saben qué inventar porque fabricar billetes les sale más caro que el valor de ese mismo billete”.