Aunque este sitio lleva más de tres años censurado por el régimen chavista, un enviado especial llegó a la capital venezolana para palpar las sensaciones de la vida cotidiana y las impresiones de dirigentes, intelectuales y especialistas sobre cómo se llegó a este punto y cuál es el camino de salida, publica Infobae
Por Leonardo Mindez
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*Caracas, enviado especial
-¿A qué se dedica?
-Soy licenciado.
-¿Y qué viene a hacer?
-Vengo a participar de actividades culturales.
En lo que va de 2017, ya suman una decena los periodistas extranjeros que fueron expulsados o a los que directamente se les negó el ingreso a Venezuela. El Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa denunció que 376 periodistas fueron agredidos y 33 detenidos ilegalmente durante las protestas de este año en las calles de Caracas. Infobae está censurado por el régimen de Nicolás Maduro desde octubre de 2014 y sólo se puede acceder al sitio a través de una VPN y una ip extranjera. Por todo eso, parecía sensata la recomendación de colegas y amigos previa al viaje: “Si quieres estar seguro de que vas a entrar, di cualquier cosa, menos que eres periodista”.
Viajar hoy a la República Bolivariana no es sencillo. Primero, hay que encontrar un pasaje con una combinación de escalas lógica y a un precio sensato, después de que una docena de aerolíneas dejaran de volar a Caracas en el último año. Y una vez en el Aeropuerto de Maiquetía, lo dicho: al periodista le conviene ocultar su identidad o al menos hacerse el tonto.
Ahí estaba, entonces, parado ante la oficial de migraciones con mis medias verdades que levantarían las sospechas hasta de un niño. La joven de camiseta crema me clavó la mirada durante un segundo que me pareció eterno, tecleó algo en su computadora mientras yo rogaba que no pusiera mi nombre en Google, me hizo un par de preguntas tontas y finalmente selló el pasaporte y me dio la bienvenida con una media sonrisa.
Unos minutos después, ya estaba montado a un automovil que me estaba esperando y saltaba sobre un asfalto lleno de pozos camino a la que hace 40 años era una de las capitales más prósperas y desarrolladas de América Latina. Entre los carteles y graffitis con imágenes de Simón Bolívar, Hugo Chávez y Maduro que se sucedían a los costados, me quedó grabada una foto gigante del Presidente abrazando paternalmente a una señora mayor, rubricado por la leyenda “Venezuela, indestructible“.
Ese mensaje triunfalista me volvería a la mente a cada instante durante los días siguientes, a medida que iba tomando contacto con un país colapsado en todos los sentidos posibles, en el que un gobernante al que rechaza entre el 70 y 80 por ciento de la ciudadanía según todas las encuestas se las arregla para seguir gobernando con puño de hierro después de 126 días de protestas en la calles y otorgarle la suma del poder público a una Asamblea Constituyente que terminará de dar vuelta el Estado y barrer con los últimos vestigios republicanos.
Lo único absurdamente barato en Venezuela sigue siendo la gasolina, a 6 bolívares el litro. Con un centavo y medio de dólar (Sí, USD 0,015) se puede llenar el tanque de un automóvil grande. Se sabe, el petróleo es la bendición y la condena de este país. En el subconciente del venezolano está afincado que la gasolina es casi gratis. Maduro la aumentó algo el año pasado y fue un escándalo. Hoy, no se animaría a hacerlo de nuevo.
Durante la última semana, Infobae estuvo caminando las calles de Caracas, conversando con políticos, analistas, periodistas, comerciantes, diplomáticos y gente de a pie, tratando de comprender cómo se llegó a esta crisis y cuál puede ser la salida.
Aquí, unos primeros apuntes de una realidad que oscila a cada paso entre el drama y el delirio.
El hambre
Los puestos de perros calientes son un clásico callejero de Caracas. Pararse a comer una salchicha a la que encima se le coloca una montaña de repollo, cebolla, papitas ruffles, maíz, queso amarillo, salsa de tomate, mayonesa y mostaza, con las piernas abiertas para evitar mancharse, es una experiencia imperdible. Una tarde cualquiera, quien se coma el suyo y arroje al cesto de basura la servilleta con los restos de salsa y algún último maíz pegado, verá a un niño salir corriendo a rescatarla para lamer el envoltorio y pedirle el último sorbo de la lata de bebida. El hambre ya hace estragos.
Al caer la noche, son centenares los que salen a reventar las bolsas de basura en busca de algún alimento.
Dos meses después de la última suba, el gobierno acaba de aumentar la última semana otro 40% el salario mínimo. Lo que sería una bendición en cualquier parte del mundo, en Venezuela es un drama. A fin de agosto, la inflación de 2017 ya había alcanzado un 366 %, según los datos recopilados por el Parlamento desde que el Poder Ejecutivo dejó de difundir los datos mensuales en 2015.
Con este último aumento, el salario mínimo -que cobra el 75% de los venezolanos- llegó a $136.544 bolívares (6,8 dólares al cambio paralelo, que es la única manera de acceder a la divisa estadounidense) más otros 189.000Bs (USD 9,45) en tickets para la compra de alimentos a precios regulados (si es que se consiguen), lo que ubica a Venezuela con el segundo peor salario mínimo de la región, sólo por encima de Cuba.
Lo único absurdamente barato en Venezuela sigue siendo la gasolina, a 6 bolívares el litro. Con un centavo y medio de dólar (Sí, USD 0,015) se puede llenar el tanque de un automóvil grande. Se sabe, el petróleo es la bendición y la condena de este país. En el subconciente del venezolano está afincado que la gasolina es casi gratis. Maduro la aumentó algo el año pasado y fue un escándalo. Hoy, no se animaría a hacerlo de nuevo.
Colas en cada esquina, sin garantía de nada
“No soy muy del arroz pero voy a ver si consigo algo”, cuenta una señora de piel canela al final de la cola de unos 30 metros de largo que se formó en la puerta del supermercado Luz de Chacao, una zona de clase media. Es martes, y como su documento termina en 2, está habilitada a comprar alimentos a precios regulados. Pero no hay ninguna garantía. Si tiene la suerte de que el camión distribuyó algo hoy y aún queda algo cuando llegue su turno, podrá comprar un kilo de arroz a 6.000 bolívares (USD 0,3). Si no, deberá recurrir al mercado negro de los “bachaqueros” donde cotiza a $ 20.000. “Venezuela está en la miseria. Antes no era así. Si se te acababa tu pasta dental, ibas y comprabas otra. Ahora ya no”. La última la consiguió en “en treinta mil bolos (bolívares)” pero no sabe qué va hacer cuando se le termine: “Veremos. Yo tengo ya 67 años y vivo al día”.
Todas las mañanas, se forman largas filas en la puerta de cada supermercado y farmacia de Caracas. La gente se junta para ver si ese día entregaron alguno de los alimentos y medicinas que vienen faltando hace meses. Las estanterías vacías son la constante aún en las cadenas administradas por el Estado como Abasto Bicentenario, donde la escasez es supervisada desde lo alto por las gigantografías omnipresentes de Maduro, Chávez y Bolívar.
Por la tarde, las colas se trasladan a los cajeros automáticos. Con una moneda hiperdevaluada y una inflación galopante, el último faltante en la economía venezolana es el dinero en efectivo. Cada banco impuso su propio “corralito” que habilita a sus clientes a retirar un máximo de entre 10 mil y 25 mil Bs (USD 0,5 y 1,25) por día de los cajeros y otro tanto en las taquillas internas.
“Hoy cambié un cheque por 30 mil bolívares, retiré 25.000 con una tarjeta y ahora voy a sacar aquí otros 10 mil más en este cajero”, contó a Infobae Delvis Reina en la puerta del Banco Venezuela. A ese ritmo, deberá recorrer bancos durante 4 días para juntar los 240 mil bolívares que debe pagar para la inscripción de sus hijas en la escuela. Unos pasos más allá, en la misma cola, Gladis Morán no tiene dudas: “A mí no me vengan con cuenticos. Las culpa de todo esto es del Presidente y sus funcionarios. Hay que cambiar el gobierno porque está visto que son gente incapacitada. La única capacidad que han tenido es la de destruir al país. Ni siquiera han sido buenos robando. Han acabado hasta con la gallinita de los huevos de oro”.
Paradoja de un gobierno que se dice revolucionario y a favor de los más pobres, los únicos privilegiados en este entuerto son las élites burocráticas y empresariales c0n acceso a las divisas: quien tiene unos dólares en el bolsillo, hoy puede vivir en Venezuela como un millonario.
Aguas que sobran, aguas que faltan y una fuga incesante
El asfalto de la autopista Francisco Fajardo que atraviesa la ciudad de este a oeste aún está salpicado por los restos de pintura y de las bombas molotov y lacrimógenas que se arrojaron durante los 126 días de protestas entre abril y agosto que dejaron un saldo de 157 muertos por la represión.
Aquella movilización opositora que fue convocada con la ilusión de ponerle fin al régimen terminó sin embargo con la instalación de una Constituyente que parece consolidarlo. La gente rumia su desazón, pero la calle, militarizada en cada cuadra, brinda una apariencia de tranquilidad.
“Al final, estos venezolanos resultaron unos cagones”, descarga su bronca Alfredo Bustamente al volante de su Chevrolet del año ’80 que apenas se mantiene en pie, mientras vadea lentamente junto a una fila de autos una laguna que la tormenta tropical armó en pocos segundos en uno de los descensos de la autopista. Mientras en algunas zonas la falta de drenajes forma ríos espontáneos que arrastran la basura acumulada en las calles, en otras, los vecinos sufren por la falta del servicio de agua potable durante semanas enteras. Hay quienes aseguran que los cortes del suministro se ensañan con particular crueldad con los barrios opositores. La infraestructura urbana, insuficiente, descolorida y vencida, parece detenida en los años 80. “La ciudad está toda rancheada”, describen con tristeza los caraqueños.
“En mi país y cualquier otro de Sudamérica, cuando la gente sale a pelear a la calle, no se vuelve a su casa tan mansita sin lograr nada”, sigue Bustamante, que llegó del Perú hace 35 años junto a su hermano y dice que ya está grande para dejar su taxi. Pero sus dos hijos y sus sobrinos ya hicieron el camino inverso y partieron a Lima.
Más de 1.800.000 venezolanos viven en el exterior. Más de la mitad de ellos se marchó en la última década de acuerdo al Laboratorio Internacional de Migraciones de la Universidad Simón Bolívar. Los profesionales de las clases acomodadas fueron los primeros en marcharse, pero la aceleración de la fuga es exponencial y ya no hay cortes sociales. En los últimos dos años se duplicó la cantidad de venezolanos en Colombia y ocho de cada diez poseen sólo estudios primarios o secundarios, informó el diario El Nacional.
Presos y desaparecidos
El miedo domina la vida cotidiana de los barrios más pobres y más ricos. Medio centenar de personas muere cada fin de semana en Caracas a manos de la delincuencia. Venezuela se ha convertido en el segundo país más violento del mundo entre los que no están en guerra.
El mismo Estado que no controla a las pandillas y promueve los grupos parapoliciales conocidos como “colectivos” es el que persigue a los opositores.
“Nunca en nuestra historia republicana habíamos tenido una crisis en materia de derechos humanos tan grave. Desde la absoluta ausencia de políticas coherentes y efectivas para garantizar la vida y la salud de la ciudadanía, hasta la sistemática política de persecución judicial injusta contra todo el que se atreva a disentir o a oponerse al gobierno”, le dijo a Infobae el abogado Gonzalo Himiob, del Foro Penal Venezolano (FPV), que defiende al 90% de los 566 presos políticos que hay hoy en Venezuela. “Desde enero de 2014, llevamos registrados casi 12.000 casos de arrestos arbitrarios por motivos políticos. También registramos decenas de torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes y más de 130 asesinatos por la represión del Estado o de grupos paramilitares que obran bajo la más absoluta impunidad, de la mano y con la complicidad de las fuerzas de seguridad del gobierno”.
No es extraño que los familiares de los detenidos pasen días y semanas sin información oficial sobre su lugar de detención. Le pasó hace poco nada menos que al ex general Raúl Baduel, un ex ladero de Hugo Chávez caído en desgracia, que estuvo 23 días desaparecido hasta que las autoridades informaron de su detención en el penal militar de Ramo Verde.
La situación se agravó este año porque los detenidos comenzaron a ser imputados de delitos más graves, como “rebelión” y “traición a la patria”. Desde abril, 738 civiles fueron acusados ante tribunales militares y 418 continúan privados de su libertad. Uno de los que logro salir fue Carlos Julio Rojas, un periodista y activista social que pasó 49 días detenido en Ramo Verde. “Ellos creían que me jodían pero yo los jodí a ellos. Fui el primer periodista que entró allí y ahora puedo contar al mundo todo lo que se vive allí”, le dijo a Infobae. Los detalles de ese calvario en el que perdió 12 kilos se publicarán en los próximos días.
Firme y pleno
Mientras se acumulan la condenas y las sanciones de organismos regionales e internacionales contra los abusos del régimen de Maduro, la Asamblea Nacional Constiyuente (ANC), integrada exclusivamente por chavistas, vive su realidad paralela y va por más: creó la orwelliana “Comisión de la Verdad” para investigar las responsabilidades de la violencia política desde la asunción de Hugo Chávez en 1999, amenaza con pedir el encarcelamiento por “traición a la patria” de los políticos opositores y perseguir las “instigaciones al odio” en las redes sociales.
Para celebrar el primer mes del funcionamiento de la ANC “y los cuatro primeros años de su exitoso gobierno”, la presidente de la Constituyente, Delcy Rodríguez, inauguró en la sede de la Cancillería una exposición en homenaje a la vida de Nicolás Maduro Moros titulada “Firme y pleno”. La muestra fotográfica que repasa la vida del mandatario desde el biberón hasta el Palacio de Miraflores aún no ha sido abierta al público pero se anticipa que recorrerá las plazas Bolívar de todo el país.
“Hay mucho amedrentamiento y discurso ficticio. [La filósofa política] Hannah Arendt decía que cuanto más ficticio, más efectivo. Ficciones ideológicas que cuanto más absurdas, tienen mas efectividad. Todo eso genera una vulnerabilidad en el individuo que lo hace más sometible. Esta No es una dictadura cualquiera. La de [el dictador de los años ’50, Marcos] Perez Gimenez fue una cosa tecnocrática. Pero esta es una dictadura con vocación totalitaria”, dijo a Infobae la historiadora Margarita López Maya, ex militante chavista y una de las mentes más lúcidas en el análisis de la actualidad venezolana.
En este contexto, recién esta semana se confirmó que el 15 de octubre se realizarán finalmente las elecciones regionales que fueron suspendidas el año pasado.
¿Cuán transparentes serán los comicios? ¿El Consejo Electoral dejará presentarse a todos los candidatos opositores o mucho serán inhabilitados? ¿Aceptará mansamente el oficialismo perder muchas de las 20 gobernaciones que hoy ostenta (sobre un total de 23)?
Todos esos interrogantes dominan la escena política hoy. Porque, además, estos comicios serán un indicio de en qué condiciones se votará el año próximo para Presidente.
“Ojo, que un Presidente impopular no significa un Presidente débil”, advierte un diplomático que lleva años en Caracas.
Las comparaciones con Cuba, Corea del Norte y el Zimbabwe de Robert Mugabe rondan todas las conversaciones. Pero el chavismo se escurre de las simplificaciones con su propio modelo totalitario.
En los próximos días, Infobae publicará las diferentes miradas que recogió en Caracas sobre la coyuntura crítica que enfrenta el país y las diferentes vías de salida que avizoran. No hay fórmulas mágicas. Todos coinciden que aún aguardan muchas espinas en el camino.
“Sólo espero que estemos viviendo un purgatorio y no un infierno”, ruega Nelson Bocaranda, el periodista que reveló con más ahinco las facetas más oscuras del chavismo.