Los Médanos de Coro monumento natural con el que Dios nos ha bendecido. Poetas y Compositores le han ofrendado sublimes versos y canciones.
Ángel David Arévalo, poeta coriano en su poemario Sinfonía de la Arena le dedicó: “Médanos pensativos cuando la tarde esquiva silencia su cordaje de susurro y se tiende a dormir sobre la arena. Médanos andariegos, cuando la brisa inquieta en las tardes de sol y en las noches de luna, como niña parlera, alborota una a una, las móviles guedejas de tus sienes, que se enredan ariscas en el oscuro peine de la carretera. Médanos de mi tierra paisajes movedizos de belleza”…
Los Médanos son distintivos del paisaje y de la historia de Coro. Médanos y Belleza, Médanos y Leyendas, Médanos y Eternidad, Médanos, Canción y Poesía; aunque la geografía falconiana no es toda tierra árida, los médanos y el viento que mueve sus arenas harán la simbología de los corianos, esos médanos que inspiran al poeta, cambiantes y movibles hoy se suman a la lucha de demostrar con indómita rebeldía, bravura y terquedad que no se rinden, que no se doblegan, dando la lección más contundente de pertenencia de sus espacios se tragaron la carretera.
Desde el principio de los tiempos están allí, en ese lugar, paso obligado del istmo que une a Coro y a Paraguaná; ha visto como ha sido el ingenio para cruzarlos, desde vaciar los cauchos de los vehículos por allá en la década del cuarenta; ayer carretera de una vía y hoy intercomunal; siempre una preocupación latente de los gobernantes, el despeje de trechos para el paso libre y seguro del viandante.
Cumpliendo el pacto armonioso de respeto que un día aceptó dócilmente para que condujeran sus arenas y así brindar una travesía al viajero plena de gratas complacencias, ha dejado en manos responsables su destino.
En otro tiempo de más cordura, sensatez y responsabilidad y de conocimiento se implementó un mecanismo con maquinarias y operadores tiempo completo atentos al movimiento de las inquietas arenas; Antes que llegara la “revolución bonita existió una empresa guardiana de la conservación de la vía, se cobraba un peaje que ayudaba al mantenimiento”. El populismo rampante quitó el peaje y todo se lo llevó el viento. El descuido, la indolencia más la incompetencia nos llevaron a este cuadro desalentador y peligroso para quienes transitan sobre todo en la noche.
Es el paso obligado de los mandantes y del que ahora aspira, de funcionario de alto rango, que cruzan en sus naves de ahumados vidrios, no ven ni miran que ya no hay dos vías. El poder ambicioso se diluye en una eterna campaña de destruir y desaparecer al que distinto piensa, ganar el aplauso y aceptación de los débiles y comercial con el hambre de la gente con bolsas Clap, chamba juvenil, carnet de la patria, etc.
¿Dejaremos que lo necesario, útil y simbólico que han sido siempre los médanos del istmo se conviertan en otro vulgar problema, en otro renglón de manifiesta ineficiencia y desconocimiento de lo que verdaderamente nos es propio y debemos preservar?
¿A qué sabe ese turismo de cartilla manoseada, si este espacio de singular belleza se vino a menos?
Entre las incontables angustias de hoy ahora se suma ésta de una Paraguaná trocada en isla. ¡Es el presagio!
No es solo lo simbólico y espiritual lo que sufre con la actitud gubernamental indolente e irresponsable que palpan propios y extraños, va más allá en lo social, lo humano, lo económico; la modernidad de una integración cotidiana entre Coro y Paraguaná se afecta sensiblemente y el tal turismo es una fantasía revolucionaria.
¿Habrá que decir mañana que del desastre actual en Coro no se salvaron ni los médanos? ¿O el médano irreverente y bravío le dá a los Corianos lección de coraje y resistencia?