La transición de género es un proceso fundamental en la vida de las personas nacidas con una identidad que no les corresponde, pero el camino para alcanzarla es un via crucis, reseña AFP.
“Yo salí del armario trans a los 6 años. Pero enseguida fui castigada. Cuando a uno le consideran niño pero se siente niña, la gente busca ‘normalizarle'”, contó Clémence Zamora-Cruz, diciendo que recibió escupitajos, tirones de pelo y empujones.
“Para mí esta normalización fue con violencia”, relató Clémence que nació hace 42 años en México pero dejó su país a los 18 después de haber pasado varios meses en la calles y haber sufrido durante años.
En Francia, logró realizarse profesionalmente como profesora de español, casarse y militar en organizaciones sociales.
Sin embargo, denunció que persiste una “transfobia” y que la palabra “travesti” siempre está al acecho.
Muchos profesores tenían la obstinación de negarse a usar la identidad de género que ella había elegido e incluso recibió una multa por “fraude” debido a que sus papeles de identidad no estaban al día.
Después de años de combate de la comunidad LGTB (Lesbiana, gai, trans, bisexual), el Estado francés facilitó en 2016 el cambio de identidad civil para las personas trans.
Pero si bien los líos administrativos han disminuido, la discriminación perdura.
– ‘Curiosidad malsana’ –
Clémence narró “el acoso” constante y las preguntas llenas de “curiosidad malsana” como “¿Y estás operada?” o “¿Cómo te llamabas antes?”.
“Se puede considerar que la transición no se termina nunca”, se lamentó esta enjuta mujer morena, de cara redonda y largos cabellos.
Christelle, por su parte, inició el cambio tras haber estado 34 años en un cuerpo que no le correspondía, el de un militar macizo y temerario.
“Lo sabía desde muy pequeña”, aseguró. “Pero se necesita mucha valentía para poder decirlo”, contó.
Durante ese tiempo tuvo “tres intentos de suicidio”. Después su mujer la dejó y su hija no le habla.
Esta mujer morena con gafas también recordó las “torturas” que sufrió en algunas operaciones.
La depilación eléctrica para quitarse la barba hacía que sintiera en cada sesión “miles de pinchazos”.
Para transformar su pene en una cavidad vaginal viajó a Tailandia y sufrió los efectos del posoperatorio durante un año.
“Lloraba todos los días. Tuve que sufrir eso para poder tener después una vida normal”, dijo.
A los 45 años, Christelle sigue en el ejército y está felizmente casada con un militar, con quien tuvo un hijo mediante reproducción asistida.
“Si yo no hubiera hecho la transición, no estaría acá”, dijo. “Eso es una certeza”.
“Si hay un punto en común entre todas las trayectorias es la noción de que es algo inexorable. Para todos mis pacientes ‘trans’, no había otra opción”, comentó el psiquiatra Thierry Gallarda, especialista en el tema.
Pero la transición, cuyo proceso médico genera “júbilo” ya que como acto cambia efectivamente la vida, también conlleva arbitrariedad.
“Hay físicos más o menos plausibles”.
– ‘Transfobia’ –
Otro factor de injusticia es el sexo de nacimiento.
“Se viriliza más fácilmente a las +F hacia M+ (paso de mujer a hombre en inglés) que lo que se puede desvirilizar a +M to F+ (hombre hacia mujer)”, observó la endocrinóloga Catherine Brémont.
La testosterona, que se da a los primeros, tiene un efecto muy rápido en la pilosidad y la voz, que se vuelve más grave.
“Yo era creíble en tres meses” recordó Axel Léotard, de 48 años, quien hizo el cambio hace 15 años y ahora luce barba y el pelo rapado.
“Es mucho más fácil para nosotros”, que para las +M a F+, que sufren “la discriminación hacia las mujeres, ya sean biológicas o trans”, afirmó.
“El hecho de que un hombre sea alto, bajo, calvo o peludo, macizo o menudo nunca pone en duda su virilidad”, constató la médico.
“Pero para una mujer siempre habrá estándares”.
Si bien las hormonas permiten el desarrollo mamario y hacen que la piel sea menos grasa, no tienen ningún efecto en la talla o en la estructura corporal.
Más allá del sexo o la fisionomía, la transición genera también “inequidades” ligadas a la “edad, la salud o el dinero” enumeró Sun Hee Yoon, presidenta de Acthe, una asociación de personas transgénero.
Es mejor ser joven, saludable, estar apoyado por la familia y tener la capacidad de pagar las operaciones.
La más simbólica, la cirugía para cambiar de sexo, se la realizan sólo en la mitad de las personas transexuales, constató Arnaud Alessandrin, sociólogo especialista en el tema, para quien a final hay “tantas transiciones como individuos”.
El único punto en común, para él, es “la transfobia” y la “discriminación”. Antes, durante y después.