El viejo Karl Schmidt, soporte intelectual del autoritarismo del siglo XX, definió la política como el enfrentamiento entre amigos y enemigos. Hugo Chávez posiblemente nunca leyó a Schmidt, pero lo intuyó: el socialismo del siglo XXI no tiene adversarios, como ocurre en las democracias, sino enemigos. Producto de su mentalidad fascista y de su formación militar, se trazó un objetivo: Destruir a los que se atrevieran a pensar distinto. Plomo, gas del bueno, insultos, calumnias, trampas, cárcel, torturas, exilio, intolerancia y descalificación.
A la oposición, a los demócratas, no nos está permitido responder con las mismas armas. Tenemos una limitación ética y no queremos parecernos a ellos: no podemos asesinar, ni torturar, ni calumniar, ni descalificar. Nuestras armas son la verdad y la ley. Pero eso no significa que debamos disminuir la contundencia y radicalidad de nuestra respuesta. Debemos tomar todas las iniciativas que conduzcan a la derrota de quienes nos consideran “enemigos” y quieren destruirnos.
Frente a las elecciones regionales cabían dos posibilidades, diría Perogrullo: participar o no participar.
Por un cúmulo de razones que en su momento traté de explicar con la mayor claridad, propuse no participar en estos comicios. No voy a repetir mis argumentos. El hecho es que la mayoría del liderazgo político venezolano decidió de manera distinta y a mí y a muchos como yo nos quedaban también dos posturas: la primera, mantenernos en nuestra posición y dejar que aquellos amigos que decidieron ir a votar dieran su pelea solos. Hablo de amigos porque muchos de ellos efectivamente lo son, pero lo fundamental es que “todos los enemigos de mi enemigo son mis amigos”.
Hoy en día mis amigos van desde Leopoldo López, por quien siento no solo cariño, comprensión y admiración, sino que también incluyo a Luisa Ortega Díaz que fue instrumento principal de mi salida del país. Y entre esos dos extremos están todos los venezolanos que piensan que la prioridad única es salir de Maduro y de su pandilla de ladrones y criminales. Todos son mis amigos, cualquiera que sea el camino que escojan para librar la batalla.
Por eso pongo mi granito de arena y pido a los venezolanos que vayan a votar, que se coloquen del lado de los amigos, así estos se hayan equivocado. No se trata de “preservar” unos espacios que sigo creyendo que no existen, sino de derrotar de manera aplastante al enemigo de todos: Nicolás Maduro.
Sabemos muy bien que los gobernadores electos serán perseguidos, acosados, encarcelados, privados de presupuesto y de sus competencias constitucionales. Pero eso no es lo que importa. Lo que realmente debemos buscar es la expresión masiva del rechazo popular al payaso que pretende gobernarnos. Y un mensaje a Raúl Castro, el dueño del circo…
¿Qué quiere el gobierno? Ganar “limpiamente” estas elecciones. Por ello, no votar es votar por el PSUV.
No caben medias tintas, no basta con “no llamar a la abstención”. Se trata de movilizar, de revivir un entusiasmo que ha venido mermando, de respaldar a quienes están en la calle, arriesgando mucho, pidiendo el voto.
Por eso llamo a mis grandes amigos María Corina Machado y Antonio Ledezma a dar un paso más y ser los primeros en ir, en la madrugada del 15 de octubre, a su centro de votación (si es que a Antonio se lo permiten) y que lo anuncien desde ya.
No se trata de aplicar aquel viejo dicho: “A los amigos, con la razón o sin ella”, porque a quienes decidieron participar en estas elecciones le pudieran faltar “razones” pero les sobre la “razón”. Puedo no compartir ni la táctica, ni la estrategia; me disgusta muchísimo la forma de tomar las decisiones y la pobre manera de comunicarla, pero están tratando, a pesar de todos los desaciertos, de reconquistar la democracia. No son los medios que yo hubiera deseado, no son los tiempos que a mí me gustarían, muchas veces no me agrada el discurso y carecen de una buena narrativa, pero entre los dos bandos que se enfrentan el 15 de octubre, sé muy bien cuál quiero yo que pierda.
Son pocos los medios que están a nuestro alcance para expresar nuestra opinión en la Venezuela de hoy, pero todos tenemos derecho de expresarla, todos tenemos mucho que decir, que exigir, que reclamar, que responder. “DILO CON TU VOTO”.