Insistir en la importancia del ejercicio del sufragio siempre será necesario. El ejercicio de la ciudadanía implica cumplir con todos aquellos preceptos consagrados en la leyes, sean estos derechos o deberes; aquellos, los primeros, si no se exigen corren el riesgo de convertirse en letra muerta y, los segundos, forman parte del conjunto de normas que todos debemos cumplir.
El sufragio en Venezuela pasó de ser un deber para convertirse en un derecho. Nadie está obligado a votar, pero tampoco debe ser impedido de ejercer de manera libre tan importante derecho. Es a través del voto como los ciudadanos delegan en otros el ejercicio de aquellas funciones públicas que son de carácter electivo.
La legitimidad de los cargos públicos de origen electivo deviene, en primer lugar, del cumplimiento del conjunto de normas previstas para tal fin y, obviamente, demasiado importante por demás, de la participación de los ciudadanos en los comicios electorales. Nada dice en nuestra legislación de que la legitimidad de los representantes electos requiera de un número o porcentaje específico de votos para que su elección se considere legítima. Todo aquel que sea electo, con al menos un voto más que el que llegó de segundo, queda investido de legalidad y legitimidad para ejercer las funciones dispuestas en las leyes por el tiempo que éstas señalen.
No votar es dejar de ejercer un derecho ciudadano o, lo que es lo mismo, es decirle a un gobierno que le importa poco o nada quienes son sus representantes y en consecuencia aceptan, rodilla en tierra, que quienes obtengan la mayoría simple de los votos, ejerzan sus funciones sin ningún tipo obstáculos. No importa si fueron electos por millones o por miles de votantes. Quien no vota acepta que un gobierno, que deviene en autocrático, ejerza una dominación feroz sobre el conjunto de los ciudadanos. Quienes no votan implícitamente respaldan al régimen y renuncian a expresar sus pareceres respecto a sus condiciones vida, las cuales, ha de suponerse, disfrutan gozosamente.
El ejercicio de una plena y responsable ciudadanía supone muchas cosas, entre otras, el ejercicio del voto, entendido éste como el mecanismo mediante el cual los individuos expresan sus opiniones respecto a los asuntos públicos. Aquel que vota expresa públicamente su decisión de no dejar en manos de pocos el futuro de muchos. El voto se convierte en el escrutinio más fidedigno de la opinión pública, es el veredicto final de un país sobre un presente que los atormenta y un futuro que valora significativamente.
Cada proceso electoral es una oportunidad para expresar nuestras satisfacciones o nuestros desencuentros con los gobernantes de turno; ejercer cívicamente nuestros derechos, siempre en la búsqueda de entregar el ejercicio de la función pública a quienes así se lo merezcan y tengan reconocimiento del colectivo, es una obligación ciudadana que no debe ser delegada en pocos.
Ejercer el sufragio masivamente en unas elecciones regionales en las que por lo general la participación es baja y, en esta ocasión, bajo las obscenas condiciones que ha impuesto el gobierno y el CNE, confirmaría ante la sociedad internacional nuestro más absoluto apego a las normas democráticas, a pesar de la parcialidad de quienes dicen ser árbitros electorales.
Una alta participación, como parece confirmar las últimas encuestas, permitiría afirmar la decisión de la mayoría de pueblo venezolano de cambiar el pantanoso rumbo hacia donde lo ha dirigido el régimen.
El gobierno siente ahogos, sufre de espasmos y convulsiona con frecuencia cuando siente que con una alta participación electoral la oposición obtendría cerca del 70% de las gobernaciones en disputa. Confirmar el triunfo electoral del 2015 votando masivamente este 15 de octubre aclararía el futuro político del país.
@LeoMoralesP