No me irán a decir ahora que pasar de tener a cargo TRES, repito, TRES gobernaciones, a obtener 13, 14 o 15, es un fracaso para la oposición democrática venezolana, porque eso es un sin sentido.
A la hora de los insatisfechos maximalistas, los del ‘todo o nada’, con seguridad ese probable resultado que pudiera ser incluso mayor, sería una derrota para las fuerzas democráticas. Tal paso importante y sustantivo en el panorama político-institucional con vista al cambio definitivo, no puede ser considerado un descalabro sin caer en lo irracional.
De este extraño enfoque, de esta mirada corta e inmediatista acerca de la política, tenemos mucha tela que cortar. De sus efectos negativos para la causa de la recuperación de las libertades en nuestro país, no hay la menor duda.
Esa perspectiva es la causa de unos cuantos errores tácticos y estratégicos, que nos han alejado del objetivo. Y por supuesto, nuestros líderes, políticos, sociales y empresariales, no son ajenos a ella. No pocos se han dejado llevar por esa visión, arrastrados por las presiones de una supuesta opinión pública, que más bien, deberíamos denominar emoción pública, las más de las veces ciega e irreflexiva.
Estamos ante la inminencia de otro evento electoral, en el que siempre nos toca remachar ciertas apreciaciones que algunos no terminan de comprender. Una y otra vez, debemos recordar la significación política que tiene el ejercicio del derecho democrático de elegir, más allá de las circunstancias que estamos viviendo, que todos sabemos son de una particular tiranía que pisotea el Estado de derecho y viola los derechos humanos.
Debemos evocar aquí, que tiranías iguales o peores que la que sufrimos en Venezuela, fueron derrotadas en el siglo XX, y que no es cierto que las dictaduras no salen con la presión de la voluntad de los ciudadanos, expresada mediante el voto.
Por supuesto, la movilización del pueblo en todas las formas civilizadas es también decisiva, y la de las elecciones es una de ellas. Igualmente, las presiones de los distintos sectores sociales son necesarias.
Sin embargo, no podemos hacer caso a cantos de sirenas que nos ofrecen soluciones express a un grave problema. Todos deseamos que esta calamidad concluya lo más pronto posible. Pero solución mágica no hay. Si queremos lograr el objetivo pacíficamente y por medios civilizados que eviten el mayor perjuicio, tenemos que avanzar de manera inteligente, segura y con paso firme hacia el objetivo, no poniendo en riesgos los logros alcanzados. Frente a las trampas y arbitrariedades del gobierno hay que salir con mas ganas a votar y a rechazarlo.
Votar el próximo domingo es la manera de repudiar el estado de cosas actual. Es seguir abriendo paso a la libertad y la democracia.
EMILIO NOUEL V.