Los dos estilos diferentes del Atlético de Madrid y el Barcelona confluyeron este sábado en un empate en el estadio Wanda Metropolitano, escenario de un duelo intenso, ideado desde la defensa por el conjunto rojiblanco e igualado por el equipo azulgrana desde el ataque y un gol de Luis Suárez en el minuto 81, reseñó EFE.
Un punto para el líder de la clasificación conseguido en el tramo final, pero perseguido, hasta merecido quizá por ocasiones, un rato antes, desde que terminó el primer tiempo con el Atlético al frente del marcador con un gol de Saúl Ñíguez e inabordable en su defensa, más accesible en la reanudación ante Lionel Messi y Luis Suárez.
El Atlético tenía muy afinado su plan. No asumiría más riesgos de los que le provocara su adversario, el Barcelona, consciente desde el primer minuto que la responsabilidad de la pelota sería suya, que delante tendría un muro de futbolistas en torno al esloveno Jan Oblak y que detrás tendría que correr para frenar los contragolpes.
También que tal panorama le exigía un ejercicio de paciencia, movilidad y precisión. O una individualidad de Messi, que no repara en defensas ni en tácticas ni en rivales, que juega, regatea y se perfila siempre con la portería contraria en su mente. Este sábado a los 29 segundos. No fue gol por unos centímetros a la derecha.
Luego se vio mucho menos a Messi en las zonas concluyentes, siguió el Barça con el balón, un monopolio por momentos, nada dañino en cualquier caso… Y hasta ahí; sin más oportunidades en un rato largo, en el que el Atlético demostró determinación en dos remates de Griezmann, uno previa carrera vertiginosa y ‘túnel’ a Piqué.
Los dos los paró imponente Ter Stegen, pero también los dos eran un indicio de que, por entonces, por mucho repliegue y por mucho que la pelota le durara poco o nada al Atlético, se jugaba quizá más a lo que diseñó el equipo rojiblanco que a lo que quiso el Barça, que nada más forzó una parada -fácil- de Jan Oblak en el primer tiempo.
Y, de repente, en el minuto 20, el 1-0 de Saúl Ñíguez. Un golazo, porque en el desarrollo hubo más de una decena de toques locales, porque cuando aceleró desbordó al bloque azulgrana con una rápida combinación Saúl-Filipe Luis-Carrasco que encarriló al internacional español hacia el borde del área y porque su tiro final fue ajustado, perfecto, inalcanzable, hasta para los reflejos de Ter Stegen. 1-0.
Un golpe reafirmante para el Atlético que exigía, a la vez, un replanteamiento al Barcelona, con tanto balón como poca profundidad y sin remates desde el minuto 3, la única intervención de Oblak, al descanso, frenado una y otra vez por su firme rival en cada momento que tenía que irrumpir entre la impenetrable defensa rojiblanca.
No volvió a rematar el conjunto azulgrana hasta el minuto 55 con un derechazo de Luis Suárez repelido por Oblak -unos instantes antes lo había hecho el Atlético con una volea de Griezmann-, pero ya sí le dio algo más de continuidad. Poco después, por ejemplo, con la zurda de Messi. Su falta sólo pudo despejarla el poste.
Entonces sí se sintió mucho más inquieto y cansado el Atlético, al borde de su área como antes, pero ahora sí más presionado por la posesión del Barcelona, con un par de tiros más de Messi para sumar a las estadísticas ofensivas de su equipo, ya muy por encima del primer tiempo, al filo del empate con veinte minutos por competir.
El enésimo desafío de resistencia para el conjunto rojiblanco, rearmado en medio campo con la entrada de Thomas por Carrasco, y un estresante reto para el Barcelona, frustrado primero por Oblak y completado en parte después, con un punto, con un cabezazo de Luis Suárez que premió la inaguantable insistencia del equipo azulgrana.