15 -O: Tenemos que exigir y mejorar, por Trino Márquez

15 -O: Tenemos que exigir y mejorar, por Trino Márquez

Los inesperados  resultados de las elecciones pasadas dejaron en la peor posición a quienes están convencidos de que las elecciones representan el camino menos tortuoso para salir del gobierno de Maduro. Se sabe que es indispensable participar en los procesos comiciales, pero no se sabe qué hacer para garantizar el triunfo  ante condiciones tan adversas como las impuestas por el madurismo, empezando por el árbitro, que en vez de ser el fiel de la balanza, coloca todo su peso a favor del oficialismo.

El 15-O el régimen cometió toda clase de abusos, algunos inéditos, otros reeditados. De las nuevas modalidades, el traslado en masa de votantes opositores a última hora a lugares inhóspitos controlados por las bandas maduristas, fue el más arbitrario y agresivo. La gobernación de Bolívar se perdió de forma fraudulenta porque se le despojó del triunfo a Andrés Velásquez adulterando actas que ya habían sido invalidadas, y porque el CNE, violando la Ley de Procesos Electorales, no retiró de las máquinas de votación a los candidatos perdedores en las primarias de la oposición.

El Psuv se transformó en un poderoso aparato electoral que actúa valiéndose, sin escrúpulos de ninguna clase, de   los recursos del Estado para intimidar, chantajear, extorsionar y cooptar electores. La derrota en las  elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 le enseñó al gobernó que si quería preservar el poder, manteniendo el llamado a elecciones periódicas como fachada democrática, estaba obligado a perfeccionar los mecanismos de control sobre sus bases sociales de apoyo. Nada podía quedar al libre albedrío, a la espontaneidad, a la expresión genuina de la gente. El elector madurista es un siervo que debe ser comprado, observado y amenazado, simultáneamente. El carnet de la patria, la misión vivienda, la inscripción en los puntos rojos para recibir una mesada especial, el reparto de los clap, todos se convirtieron en mecanismos de sometimiento y exigencia de lealtad electoral. Una lógica simple y perversa: te doy, pero te someto; tu voto me pertenece porque dependes de mí. Este es el modelo aplicado durante años por Vladimir Putin en Rusia, por Alexander Lukashenko en Bielorrusia, y por otras satrapías. Estos regímenes llaman a elecciones, pero con la oposición maniatada. Fareed Zacaria las llama “democracias no liberales”. Aquí podemos ser más directos: son neodictaduras obligadas a convocar elecciones para poder subsistir en un ambiente internacional que ha construido una legalidad hemisférica.

Esta circunstancia, y a la vez limitación, que el contexto internacional le impone a la neodictadura madurista, hay que aprovecharla para exigir mejores condiciones en los futuros procesos electorales. Esperar que los comicios venezolanos transcurran como si estuviésemos en el Paraíso Celestial, resulta utópico, pero sí es posible someter al CNE a algunos protocolos y restricciones universales. Los testigos o acompañantes internacionales, la depuración del REP, la aplicación de la Ley Electoral en sus principios básicos, pueden lograrse. Para que estas metas se alcancen resulta indispensable que la dirigencia se unifique en torno a esos propósitos. Obtenerlos es más importante que sustituir a Tibisay Lucena y compañía. Podría ocurrir que esa señora sea suplantada por otro personaje aún más fanatizado y plegado a los intereses del Psuv.

Sin embargo, no existe ninguna norma que sustituya la organización de los partidos opositores y la presencia de testigos comprometidos en todos los centros y mesas electorales. Recordemos que Al Gore perdió la presidencia de los Estados Unidos en 2000 porque no contó con testigos que defendieran sus votos en el estado de Florida. Si trastadas como esa ocurren en Norteamérica, qué puede esperarse de regímenes autoritarios y hamponiles como el actual. En los estados en los cuales se triunfó, especialmente Táchira, donde Laidy Gómez ganó por amplia mayoría, la organización de los comandos de campaña fue excelente. No dejó ningún detalle importante al azar. Los centros de votación fueron asistidos por miembros de los comandos de campaña, se contrarrestó la abstención con la acción de los responsables de evitarla, quienes estaban encargados de la transmisión de la data y del acopio de las actas cumplieron su responsabilidad. Los comandos actuaron con una organización espartana. Esas tareas son irreemplazables. Allí donde los representantes de los candidatos opositores no estaban, el gobierno hizo de las suyas.

Queda una certeza: estamos ante un adversario carente de limitaciones éticas y con infinitos recursos financieros. Este es el punto de partida para encarar y fortalecer la organización electoral.

Numerosas dictaduras han caído y procesos de cambio se han iniciado, luego de que los grupos dominantes han adulterado la voluntad popular expresada en las urnas de votación, o no han podido contener el descontento y los deseos de renovación de los electores cuando se realizan elecciones. Esta ha sido la historia de América Latina. Los ejemplos abundan, desde Getulio Vargas en el Brasil de 1930, hasta las salidas del poder de los sandinistas, Pinochet y Fujimori. Incluso, Hugo Chávez aterrizó en Miraflores montado en una nave electoral. Este hecho poco se recuerda. En Venezuela no será distinto, pero hay que exigir y mejorar.

@trinomarquezc

 

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