Presumido como un dato universal, los estudios del derecho comienzan por una material fundamental como el derecho civil – personas. José Luis Aguilar Gorrondona fue todo un clásico en las aulas venezolanas, naturalmente mejorado por las nuevas generaciones de académicos que profundizaron en nuestras capacidades y atributos. Sin embargo, todo este elemental aprendizaje se lo han llevado por el medio.
En efecto, no bastando con inhabilitar administrativamente a los adversarios, el régimen ensaya otras modalidades como la propia interdicción civil. Es el caso de Teodoro Petkoff que, ya avanzado en edad, soportó la semanal presentación a un tribunal por una disputa esencialmente de carácter político.
Lo curioso es que, independientemente de las coincidencias que tengamos o no con él, Teodoro arriesgó en las guerrillas, se escapó de prisión, polemizó por siempre con los leninistas del patio, fundó partido, fue gobierno, creyó influir en Chávez Frías, es decir, nadó demasiado para parar a esta orilla, como el resto de los venezolanos. Ni siquiera tardó demasiado Raiza Ruíz en reivindicar su ciudadanía a principios de los ’80 del ‘XX, después de creérsela muerta en un accidente aéreo: en sentido contrario, lejos de encaramarse en un avión, ya Petkoff no es un ciudadano hábil.
Jamás visto en Venezuela, es lo que ha ocurrido, ocurre y ocurrirá en el socialismo real. Entonces, un tratado elemental de derecho civil debe comenzar por lo que la persona ahora, en el socialismo no menos real venezolano que incapacita al más pintado, resignándolo a un régimen de tutela o curatela por motivos radicalente distintos al Código Civil y a las leyes complementarias.
Se dirá que de nada sirve hablar del caso desde la perspectiva jurídica, pero – aceptemos – por más disparatada que sea la dictadura, no caigamos en la trampa del disparate, pues, el derecho le da un mínimo de la necesaria racionalidad a la polémica. Y es que, también, hoy, Petkoff es parte del más elemental tratado de nuestros derechos civiles.
@SosolaGuido