El pasado mes de agosto, el presidente francés Emmanuel Macron presentó a un nuevo miembro de la familia que se había instalado en el Palacio del Elíseo. Se trataba de Nemo, un perro labrador entre uno y dos años edad, adoptado en un refugio de la Sociedad para la Protección de los Animales (SPA).
Ahora Nemo se ha convertido en el protagonista de una de las últimas reuniones de gabinete del presidente Macron, cuando decidió orinar en la chimenea de la estancia donde tenía lugar la reunión, ante la perplejidad de los presentes.
Macron se encontraba en ese momento con Benjamin Griveaux, ministro de Economía; Julien Denormandie, de Cohesión Territorial; y Brune Poirson, de Ecología manteniendo una reunión sobre inversiones.
“Y el perro está haciendo algo bastante excepcional”, le advirtió el presidente de Francia Emmanuel Macron a Brune Poirson, su ministra de Ecología.
A sus espaldas, Nemo, el labrador negro cruzado de dos años que el mandatario adoptó en agosto, se orinaba en una chimenea del siglo XVII.
La escena ocurrió en plena reunión gubernamental en el despacho de Macron en el Palacio del Elíseo, donde mantenía una reunión sobre inversiones con Poirson, Julien Denormandie, secretario de Estado de Cohesión Territorial, y Benjamin Griveaux, ministro de Economía y Finanzas.
La imagen fue registrada por las cámaras de la televisión francesa.
“¿Ocurre a menudo?”, le preguntó entre risas Denormandie a Macron.
“No”, respondía el líder francés. “Ustedes han provocado en él un comportamiento bastante inusual”.
Al igual que sucede en Estados Unidos y en otras partes del mundo, la presencia canina en la casa presidencial es una tradición en Francia… y también una fuente de anécdotas.
Por ejemplo, en 2013 se supo que un chihuahua y dos labradores del expresidente Nicolás Sarkozy destrozaron varios muebles históricos del Salón de Plata del Elíseo.
Casi todos los presidentes de ese país tuvieron un labrador y Macron no quiso ser menos. Aunque, probablemente, no esperaba que recibiera a sus invitados de esa forma.