La mayoría de nosotros, primates como somos adaptados a la dinámica y ritmos del paisaje urbano, fatalmente hemos olvidado, o quizás nunca la tuvimos, la capacidad innata de nuestros ancestros de llevar adelante, con gusto y dedicación, el trabajo de la tierra. Ellos sabían con propiedad preparar el terreno para la siembra buena que, transcurrido el tiempo requerido, daba los frutos anhelados para la subsistencia. Sabios a más no poder, aprendieron en la práctica el significado de podar: eliminar lo negativo del todo integral para que éste encontrara la belleza y liberara su potencial.
Con lo anterior en mente, perentorio es comprender que a la oposición venezolana le llegó el momento de la poda. Poda impostergable para ayudar al florecimiento del árbol democrático. Podar lo falso para que nazca lo verdadero. Podar lo pernicioso para que prevalezca lo provechoso. Podar, por ejemplo, a los irresponsables que prenden el ventilador para, al regar culpas a diestra y siniestra, tratar de esconder las propias taras que les conducen al fracaso permanente, traducido éste, lamentablemente, en el fracaso de la gente que les confía liderazgo. Podar a los impostores que malgastan horas viendo videos de personajes desaparecidos para copiar el lenguaje verbal y corporal de aquéllos, para así pretender manipular al pueblo inocente, al cual desprecian con toda su alma al creerlo sigue aferrado en la búsqueda del renacimiento de figuras perdidas. Podar a los que no esconden que por juventud y medios pueden esperar tiempo largo para en cualquier futuro colocarse la banda presidencial. Tiempo que, por supuesto, no tienen los que sufren la cotidianidad exasperante y no encuentran que comer. Podar a los que, por el contrario, saben que el tiempo no les alcanza por propia biología, razón por la cual se prestan a cualquier bellaquería con tal de satisfacer las aspiraciones enanas conque, supuestamente, construirán legado partidista. En ambas tipologías pululan aquellos cuya aspiración de brillo camufla caprichos familiares.
Podar a los expertos en desperdiciar victorias y a los temerosos de asumir derrotas. Podar a los ágrafos que acumulan vocabulario mínimo y se ufanan de hablar así escasitos porque supuestamente ese es el lenguaje que las masas manejan. Jamás llegarán a enterarse que las masas los superan en inteligencia y por eso no los votaron cuando pudieron. Algunos hasta se cuelan como representantes en negociaciones que, por el hecho de que ellos las escenifican, nadie las acepta, razón por la cual terminan en retrasos y frustraciones recurrentes. Podar a los sabelotodo arrogantes que no escuchan las advertencias de que han tomado el camino equivocado y persisten, enfermos de ego, en la ruta hacia la nada. Podar a los que utilizan el vocablo estrategia sin haberse paseado por su significado. Podar a los que mandan a construir encuestas para venderse como opciones de triunfo cuando, en verdad, no son más que copias al calco del ídolo de Nabucodonosor. Podar, igualmente, a los que llegan a creerse opciones preferidas por multitudes porque resultan favorecidos en encuestas donde, casualmente, ya no tienen con quien medirse porque la coyuntura detesta a los demás. Claro está, habría que podar, paralelamente, a los que se prestan para montar tales «sondeos de opinión», pero eso es harina de otro costal que no viene al caso tratar. Podar a los que equiparan rechazo al gobierno con idolatría a sus figuras y se miran a sí mismos como superhéroes liderando batallas de comiquitas. En fin, hay que podar tanto, pero una cuartilla no alcanza para la enumeración. Lo tranquilizante es que el colectivo sabrá dónde poner el ojo para, en consecuencia, pasar la guadaña.
Hay que afinar, rescatar o implantar el oído imprescindible para escuchar el llamado de la tierra. Es tiempo de sementera. Es verdad, no es corto. Empero, es esperanzador.
Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3