En la década de los 1990 los gringos retiraron su influencia en América Latina. El excanciller Pancho Tudela cuenta que Kissinger le aconsejó: “si necesitas llegar al Departamento de Estado Norteamericano debes ir vía el Brasil”. Escuché lo mismo de embajadores norteamericanos y alemanes. La decisión norteamericana no es difícil de adivinar. Terminada la guerra fría, comenzó la “globalización” y siendo la economía latinoamericana raquítica (comparativamente) ya no les interesaba, tampoco lidiar con nuestro desorden.
Pero el que no hace goles se los hacen, y otros predadores globales empezaron a husmear estos lares vacíos de dueño planetario. Luego de un arduo trabajo cubano de abrir embajadas, crear el Foro de San Pablo, promover a sociólogos hablagüevonadas en organismos internacionales, infiltrar agentes como médicos y maestros, volvieron a ser condotieri (mercenarios renacentistas) de importancia mundial.
A su primer gran pavo, Hugo Chávez Frías, lo succionaron sin compasión y lo mantuvieron en el poder hasta que —según se asegura— lo mataron para que no compitiera con Raúl Castro en el liderazgo del socialismo cuando Fidel muriera. La economía cubana, sin embargo, sólo puede digerir efectivo: cash, oro en lingotes y petróleo crudo (para producir electricidad). En lo tocante a la industria, a los recursos naturales (minas y petróleo), refinerías, armamento, construcción monumental invitaron a China y Rusia.
Han tomado una decena de países y solo algunos consiguieron zafar. Pero no mengua el empeño militar cubano. En México, Perú y Colombia hay una fuerte descomposición del sistema político y hay desazón general; justo el territorio fértil para que uno de sus agentes surja como líder “antisistémico”. Los gringos están retornando con hurañas amenazas económicas en realidades altamente políticas. Pero están retornando.