Más allá del tema ideológico, de la búsqueda de un pensamiento único, de una univocería, del control, de la persecución, del chantaje y del descalabro de la libertad de expresión que persigue la Ley del Odio, el problema de fondo y el que no ha podido controlar ni solucionar el régimen, es precisamente el hambre y la miseria acentuadas en nuestro país en niveles alarmantes y con cifras rojas que ponen es riesgo la vida del venezolano.
Producto de la escasez, del desabastecimiento, de la hiperinflación, del alto costo de la vida, de la corrupción y de una política hambreadora para manipular al pueblo por el estómago y sus necesidades, vemos como hoy los venezolanos mueren de hambre y a mengua, porque simple y llanamente no tienen comida, ni acceso a los precios dolarizados de los alimentos y medicinas, producto de negociaciones chucutas del régimen, que sólo traen beneficios a ellos y a sus enchufados por las jugosas comisiones que se ganan en cada operación de esta.
Quién no puede sentir impotencia y frustración cuando ve que el 74% de los venezolanos han sufrido pérdidas de peso de más de 9 kilos; cuando vemos que más de 9 millones y medio de coterráneos, se debaten a diario qué comida hacer porque sólo les alcanza para una; quien no puede sentir indignación cuando observa con dolor a más de 3 millones de personas comer de la basura, incluyendo niños, ancianos y familias enteras que han hecho de los botaderos de basura y containers su comedor familiar.
En nuestro país la mortalidad infantil ha aumentado en un 34%, hoy el 67% de niños y jóvenes abandonan las aulas de clases para sumarse a un mercado laboral informal para ayudar en sus hogares para la compra de alimentos, y porque la capacidad intelectual para estudiar es ínfima debido a la falta de ingesta de proteínas, carbohidratos y contenidos calóricos para su desenvolvimiento físico y mental. Las muertes por desnutrición van en ascenso, y el régimen irresponsable oculta las cifras para simular que todo está bien, y se siguen aferrando a una guerra económica que nadie cree, ni siquiera ellos mismos.
Ley de Odio no mata el hambre
La falta de medicinas ha traído a la palestra del desastre y de la crisis humanitaria del país, enfermedades como Paludismo, Malaria, Tétano, Sarna, Fiebre Amarilla y Sarampión entre otras, que ya estaban erradicadas debido a las políticas sanitarias implementadas en los gobiernos democráticos que antecedieron esta tragedia histórica.
Ante un panorama tan dantesco y ante una realidad que no sólo pone es riesgo nuestra calidad de vida, sino que incluso nos coloca es riesgo de muerte, el régimen ante el fracaso de una política de asfixia, de corrupción, de persecución, de ineptitud y de ineficiencia, ha aprobado de manera fraudulenta e ilegítima la Ley del Odio, para perseguir, encarcelar y amedrentar a todo aquel que se atreva a gritar al mundo la verdad de lo que hoy sucede en Venezuela. No obstante, a través de la violencia quieren aplicar la censura a los medios de comunicación para que no informen la grave crisis humanitaria del país, y para distraer la atención del pueblo en debates pendejos e incendiarios que en nada le resolverán el problema de hambre a nuestro pueblo.
Sepan ustedes que esa Ley de Odio no va a matar el hambre del pueblo venezolano, todo lo contrario, va a aumentar los niveles de cólera, de furia, de iracundia y de desesperación cuando no puedan expresar su desconsuelo con un “carajo”, o con una señal de molestia, porque enseguida serán presa fácil de los demonios del Sebin y los llevarán a una celda como castigo por expresar su verdad. El régimen está cavando su tumba con esta Ley de Odio, y se les va a revertir más temprano que tarde y será nuestro pueblo quien haga justicia por tanta violación y por tanta hambre a la que los han sometido.