El crítico de arte Jerry Saltz relataba en «Vulture» una las bromas que circulaban por Nueva York estos días y que explicaba por qué Christie’s estaba en lo cierto al colocar «Salvator Mundi» en la subasta de arte contemporáneo: «Porque el 90 por ciento del cuadro ha sido pintado en los últimos cincuenta años». La chanza tiene que ver con el alto grado de restauración, limpieza excesiva y repintado que ha sufrido la obra, que lo hacen parecer «una versión soñada de un Da Vinci perdido», según Saltz (la verdadera razón era colocar al cuadro frente a los coleccionistas con los bolsillos más repletos), publica abc.es.
A pesar de que Christie’s insiste en que la atribución a Da Vinci está muy bien establecida, varios críticos, como Saltz, han voceado sus dudas estos últimos días. Para empezar, ninguna obra de Da Vinci tiene esta composición frontal, plana, de icono religioso. Walter Isaacson, biógrafo del artista, cuestiona quela bola de cristal no tenga el reflejo real, invertido, que provocaría en la realidad. Es extraño que Da Vinci, entonces un científico obsesionado con la óptica, dejara pasar la oportunidad. Michael Daley, director de ArtWatch UK, aseguró a «The Guardian» en octubre que «no hay suficiente base para atribuirlo a Leonardo».
Otros, como Frank Zöllner, de la Universidad de Leipzig, han dicho que podría ser «un producto de alta calidad del taller de Da Vinci» o incluso de un discípulo posterior. Aunque muchos aseguran que al menos «está la mano» de Da Vinci en el cuadro, para críticos como Saltz no justifica la atención que ha despertado: «Una mirada a este cuadro me dice que no es de Da Vinci. La pintura está muerta. El lienzo es inerte, barnizado, estridente, frotado y repintado tantas veces que parece nuevo y viejo a la vez». Christie’s prefiere hablar del «misterio y ambigüedad» que envuelve a los cuadros de Da Vinci.
Ni las dudas sobre la autenticidad, ni el mal estado de parte del cuadro han afectado al precio. El asesor artístico Todd Levin lo explicó ayer a «The New York Times»: «Ha sido un triunfo aplastante del ‘branding’ y el deseo sobre el conocimiento y la realidad».
Las dudas sobre el cuadro
Mejilla y pelo deteriorados: La zona derecha del rostro, muy desdibujada, hace duda a algunos expertos de la autenticidad
La boca «Gioconda»: Los defensores de la atribución a Da Vinci comparan esta sonrisa con la del cuadro del Louvre
Figura recortada y orbe: El peso y recorte de la figura pesan en contra de la autoría del genio. Pero la mayor polémica se debe a que el orbe de cristal no invierte la imagen que trasparenta.