HARARE (Reuters) – El partido oficialista de Zimbabue destituyó el domingo a Robert Mugabe como su líder y le dio menos de 24 horas para renunciar como jefe de Estado o enfrentar un juicio político, en un intento de forzar un final pacífico a sus 37 años en el poder tras el golpe militar de esta semana.
Mugabe, único gobernante que la nación africana conoce desde su independencia de Reino Unido en 1980, fue reemplazado por Emmerson Mnangagwa, cuya reciente destitución por el líder ahora caído en desgracia precipitó la intervención militar.
En escenas impensables hace una semana, el anuncio fue recibido con aplausos por los 200 delegados reunidos en la sede central del partido ZANU-PF en Harare para sellar el destino de Mugabe, de 93 años, cuyo apoyo se ha derrumbado en los cuatros días que pasaron después que el Ejército se tomó el poder.
A Mugabe le dieron plazo hasta el mediodía del lunes (1000 GMT) para renunciar o disponerse a enfrentar un impeachment, un final humillante para la carrera del veterano de la política africana que alguna vez fue reconocido en todo el continente como un héroe de la liberación anticolonial.
También fue expulsada del partido la esposa de Mugabe, Grace, de 52 años, que albergaba la ambición de suceder a su esposo.
A medida que la economía se derrumbaba y la oposición política a su gobierno crecía a fines de la década de 1990, Mugabe mostró sus verdaderos colores, tomó el control de miles de granjas de propiedad de blancos, detuvo a opositores y dio rienda suelta a las fuerzas de seguridad para que aplastaran a la disidencia.
Cuando se anunció la votación, el líder de los veteranos de guerra Chris Mutsvangwa, que encabezó una campaña de 18 meses para remover a un hombre al que describió abiertamente como “dictador”, abrazó a sus colegas y exclamó: “el presidente se fue. Larga vida al nuevo presidente”.
El Ejército tomó el poder el miércoles pasado y confinó al líder a su residencia. El sábado, decenas de miles de zimbabuenses no necesitaron un anuncio oficial de la esperada caída del presidente para salir a las calles de Harare cantando, bailando y abrazando a los soldados en una demostración de euforia, emocionados por un posible cambio político y económico tras dos décadas de represión y dificultades cada vez mayores.
Reuters