Cómo eliminar la inflación, curso básico para Maduro, por Leocenis García

Cómo eliminar la inflación, curso básico para Maduro, por Leocenis García

 

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La hambruna, la crisis y los saqueos que estallaron en Zimbabue de Mugabe en 2007, y luego en la Venezuela chavista de Nicolás Maduro y que vivimos a vísperas de la navidad de 2018 , son  el producto de una política económica lo más parecida a un bebé concebido en una gran orgía, donde todo el mundo acaba con una resaca y luego cuando este niño bastardo aparece, nadie quiere hacerse cargo de él; y todos se lavan las manos diciendo: ‹‹Ese crío no es mío››.

Los populistas dicen amar a los pobres y defenderlos de los miserables  ricos dispuestos a empobrecerlos. La verdad no es la que  parece. Los demagogos más adiestrados en el verbo, dotados de una facilidad para exacerbar pasiones y desatar odios contra enemigos internos, han sido los grandes creadores del impuesto encubierto.

Lo llamo el impuesto encubierto porque este tributo no pasa por el Congreso, no tiene un agente especial destinado a ir en coche hasta su casa y quitarle por la fuerza parte de su dinero. Lo que es peor, nadie se hace responsable de este saqueo. Sólo uno, el que más lanza maldiciones contra él, es su verdadero padre: el gobierno.

El impuesto encubierto, conocido comúnmente como in ación, es un impuesto automático a los trabajadores y a los pobres, generado intencionalmente por los gobiernos. Es un impuesto que perjudica a todos pero beneficia a los estatistas y sus allegados.

Cuando yo era chico, un día me paré ante mi padre y le solté de sopetón: ‹‹Papá, voy a morir, tengo sí lis››, mi padre un hombre acostum- brado a las tormentas, y con ese carácter frío preguntó los síntomas, a lo cual respondí que ardía de fiebre y mirándome el pito dije: ‹‹Y dejé de orinar››.

Mi padre me volvió a preguntar cómo sabía que era sífilis. Dije que yo había escuchado al tío Lujito decir que, la síflis tumba el pene, y el mío estaba muriendo. Yo era un chico de 13 años, así que mi padre estalló en carcajadas, hasta llorar.

Al día siguiente el examen médico arrojó que yo tenía una infección urinaria, no síflis. ‹‹Bueno uno, nunca sabe››, iba murmurando rojo de vergüenza entre mis primos que hacían chistes sobre mí.

Pero, aún cuando mi diagnóstico era incorrecto, la verdad era que aquella fiebre y el dolor al orinar eran los síntomas de una enfermedad. Es decir, tanto yo, con mi diagnóstico de sifilis, como el doctor con su diagnóstico acertado de la infección urinaria, coincidíamos en que había una enfermedad. Claro está, aunque yo sabía que podía perder el pito,  estaba equivocado. La receta a aplicarme en vez de solucionar mi malestar, lo agravaría.

Pasa igual con una de las grandes creaciones de los gobiernos: la inflación. A la inflación se le de ne como el aumento general y prolongado de los precios de bienes y servicios. Pero en realidad esto es solo un síntoma. La causa real, la verdadera enfermedad, no es tan evidente.

La causa es el gasto del gobierno, y su creación de dinero para tal fin.

Los productos y servicios producidos en una nación durante el periodo de un año representan la riqueza ‹‹real››, y la forma más común de medirla es el P.I.B, por ejemplo en países como Hong Kong e Israel, el P.I.B llega a 35 mil dólares.

El dinero no es más que un medio de intercambio. El dinero es una simple herramienta para transformar el trabajo en los servicios y productos para vivir. Esto es lo realmente importante del dinero, que sirve para adquirir y usar en algún momento esos bienes y servicios que se producen.

Por tanto, ante la interacción permanente entre la oferta y la demanda de bienes, cuando la cantidad de dinero existente en la economía, o mejor aún, el circulante en la calle, crece más rápido que la riqueza real, aparece la inflación.

Entonces, me dirán ¿oye tío estás diciendo que si yo soy rico, tengo millones en el banco, mi riqueza puede evaporarse por razones externas que no tienen que ver ni conmigo ni con mi banco? Sí, la respuesta es afirmativa. Y, si me permiten el ejemplo de la resaca, es como levantarse en casa de unos amigos con sus primas en nuestra cama, desnudo y decir: ‹‹ Por los mil demonios, en qué hora he venido a parar con las primas de mis amigos››.

Es exactamente igual para la inflación. Es un impuesto que lo vuelve pobre, y lo hace diciendo que es para protegerlo a usted; como el bribón del colegio que le quita su sándwich , y mientras lo devora a mordiscos, lo mira con misericordia y le dice: ‹‹te puede caer mal, mejor me lo como yo››.

La inflación la crean los gobiernos porque necesitan gastar. Y gastar e imprimir billetes para mantener sus arañas clientelares.  La inflación no es una cosa que tiene que ver con Dios, así que no se puede decir como el presidente de Venezuela en 2014: ‹‹Dios proveerá››. Dios no tiene ni la más mínima idea de qué han hecho los gobiernos, porque la inflación es una política de los gobiernos, así que ni Dios ni el cielo tienen ninguna vela en eso.

Por ello, la inflación es incompatible con una sociedad libre, es el impuesto de la servidumbre porque un estatista, un pandillero burocrático, defensor de los controles, no puede prescindir de la inflación. La  necesita para financiar sus gastos.

Por ejemplo, la aventura de la NASA en general y de la luna en particular fue un incremento realmente sin precedentes en el gasto público en los EEUU. Puede ser que de manera inmediata los beneficios de ir a la luna sean avances técnicos, aunque creo que lo único que salió de ahí fue el Teflón o la frase famosa de Armstrong, pero para los americanos que pagaron ¿eso qué trajo? ¿Fueron a la luna? ¿Conocieron a algún extraterrestre con las curvas de Dayana Mendoza? No, cero.

Lo anterior quizás parezca un poco exagerado. Y verán, quizás tengan razón, pero no sé si los americanos después de ese esfuerzo fiscal, sienten que mejor se hubieran rumbeado ese dinero en Las Vegas. Esta hipérbole la hago un poco para ponerlos en contexto.

Murray N. Rothboard decía que ‹‹La inflación es un medio poderoso y sutil que el gobierno dispone para apropiarse del dinero público; procedimiento cuyo efecto no se advierte inmediatamente y, por eso, no determina reacción dolorosa››.

La historia de la humanidad está hecha sobre la base del tributo y el sacrificio. Curiosamente todos los altares tribales que levantan los chamanes y déspotas desde tiempos innumerables estaban destinados al sacrificio del hombre. Y la inflación es el más de los escandalosos altares ideados para sacrificar al hombre productivo.

Los colectivistas, siempre hábiles en el engaño, dicen que la inflación es la <<depreciación de la moneda>>, pero yo digo que es algo peor, es la depreciación del hombre, su sacrificio en beneficio del Dios Estado. Está diseñada por los gobiernos para ganancia de los gobiernos.

Los estatistas han conseguido en la inflación una forma de recaudar impuestos sin ninguna legislación. Así, logran su principal objetivo, destruir el capitalismo, porque de alguna manera la inflación les permite confiscar, en silencio (mientras responsabilizan a los empresarios) una parte de la riqueza de los ciudadanos.

Todos los gobiernos saben que los controles de precios combinados con una expansión monetaria, crean inflación y corrupción. Sin embargo, todos los gobiernos populistas toman estas medidas porque mientras los ciudadanos se convierten en hordas hambrientas, ellos se benefician del hambre. Los dioses tribales se fortalecían con la sangre del pueblo en los altares de los chamanes. El Estado se fortalece del hambre de la gente en el altar de la inflación.

El Estado es el primero en usar el dinero producto de la expansión monetaria, porque literalmente es dinero <<mágico>>, si proviene del aumento del papel moneda o es dinero cuyo costo será enfrentado en el futuro si proviene de deuda. Es dinero gratis.

Durante el Gobierno de Cristina Kirchner, el Banco Central incrementó la base mone- taria del país un 38% y el P.I.B creció 8.9. Si restamos el crecimiento del P.I.B, ese año (2011) se creó de la nada, mágicamente, un 29% más de dinero para adquirir los mismos bienes y servicios que antes. Lo pongo más claro: si en 2010 había 10 Mercedes Benz y había 500 mil dólares para ir por esos carros, en 2011 estaban los mismos 10 Mercedes Benz, pero ahora había unos 700 mil dólares más para los mismos autos.

Por esa demanda (más billetes, y más gente con billetes) para una oferta fija (los Mercedes), se produce en el mediano plazo un aumento de precios, son los mismos carros buscados ahora por más billetes. Entonces el dinero pierde su valor para poder adquirir lo mismo que antes, porque la oferta de servicios y de bienes no cambia, por lo tanto, sube el precio. No creo deba explicar que si usted imprime  muchos billetes en poco tiempo valen nada.

Lo que realmente hace ese dinero extra, es diluir el valor del dinero existente para acomodarlo al valor de la riqueza real.

Alguno pudiera preguntar ¿Cuál es la ventaja de aumentar la cantidad de dinero si en el mediano y largo plazo el valor del dinero baja y el precio de los bienes y servicios no aumentan hasta que se equiparen? Y acá, esta mi respuesta: ese 29% de dinero generado mágicamente en 2011 en Argentina, no se desvalorizó inmediatamente. Pierde el valor a medida que se va usando en la economía para comprar más bienes y servicios.

Y en este punto alguien pudiera decir, “ajá vale, pero no veo al Estado”. Y mi respuesta es que el Estado es el primer usuario de este dinero creado de la nada, inorgánico, dicen los economistas. Puede usarlo antes de que esta masa de billetes pierda valor y sea dinero basura. Lo utiliza para pagar sus deudas, sobre todo para mantener sus redes clientelares, programas populistas que dan bolsas de comida que resuelven el hambre unos días pero no la que dura años; también lo usan para obras públicas, para los sueldos de los políticos, asesores y todo tipo de vividores del Estado.

Todos ellos van utilizando el dinero para pagar sus propias redes clientelares, sus propios empleados, su estructura. Y así como un enorme círculo vicioso, etapa tras etapa, el dinero creado de la nada se distribuye de a poco en toda la economía. Y como los precios suben, las personas piden aumentos para poder vivir, y los empresarios suben los precios para mantener su ganancia y es aquí cuando el Estado que ha creado esta situación entra, congela los precios, y agrava el problema.

Aquí otro pudiera levantar la voz y decirme: ¡pero eso es una irresponsabilidad! Y aquí nuevamente mi respuesta es: Sí. Es como ver la casa ardiendo y echarle gasolina. El ejemplo más clásico de un irresponsable gobernante fue Nerón, que tocaba la lira mientras Roma ardía en llamas.

Esto es exactamente lo que hacen los gobernantes, bailan cumbia, hacen discursos conmovedores sobre los pobres en la ONU, pero a la par continúan su camino para acabar la pobreza. Éste consiste literalmente en acabar con los pobres, matándolos de hambre.

Leocenis García

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