Todo Estado totalitario, del signo que sea se propone relegar a la Iglesia a la marginalidad social, no admite su palabra ni su accionar evangélico.
A los Ministros de Educación y de Comunicación del régimen les molesta que la Conferencia Episcopal Venezolana a través de sus voceros exijan respeto a la dignidad humana, se preocupe por los presos políticos sin el debido proceso, que privados de libertad colman las mazmorras habilitadas para tal fin por el solo hecho de protestar situaciones y pensar distinto. Les saca de quicio cuando con voz firme y contundente solicitan se atienda con urgencia a los enfermos, se provea de las medicinas a quien lo necesite; se solucione el problema de la escasez y se resuelva la problemática del hambre que azota a la inmensa mayoría que concurre y se agota en largas colas sufriendo las inclemencias del tiempo y que sea la voz de la indigencia y la miseria.
El objetivo primordial y constante de la Iglesia es luchar contra la pobreza que no es un señuelo ni derecho de algunos para logros populistas y demagógicos que conduzcan al disfrute eterno del poder.
La misión de la Iglesia Católica está por encima de componendas e hipócritas posturas, como dice Juan Pablo II: “La paz auténtica no existe si no descansa en los pilares de la verdad, de la justicia, de la libertad y la verdadera solidaridad”.
En Polonia Lech Walesa decía que “la verdad era tan necesaria como el carbón”, aquí podríamos decir que la verdad es tan necesaria como el petróleo”
La historia nos enseña que ningún dirigente sea cual sea su cargo puede convertirse en el ideólogo de lo que deben pensar los ciudadanos y justificar con falsedades cuanto hacen.
Es imposible asfixiar libertades fundamentales y silenciar las que no convienen, como la libertad de conciencia, de pensamiento, expresión, pluralismo cultural y político; esto que se lo graben los ministros en cuestión que les enardece la voz valiente de la Conferencia Episcopal Venezolana.
En Venezuela hay hambre, necesidades que no pueden ocultarse demasiado palpables, sólo los fanáticos obcecados y los que se sirven de la mieles del régimen y sus prebendas son ciegos y sordos por la conveniencia de sus logros que le permiten el disfrute y la holgura que no disimulan en esta hora trágica.
“La crisis nos invita a discernir sin temores, a analizar sin rubor, a abrir las ventanas sin miedo al huracán”, vienen horas más difíciles, se acentúa la confusión y el desconcierto. La idolatría del poder, la avaricia del dinero mal habido, aceleran mazazos a quienes lleven la contraria.
La Iglesia Católica Venezolana asume con coraje la tarea evangélica que le es propia, en dictaduras asume con valiente actitud y corre riesgos, así como lo enseñaron sacerdotes esclarecidos que lucharon contra el Gomecísmo y en tiempo de Pedro Estrada y sus secuaces en el diario la Religión su denuncia fue proclama contra lo mal hecho, la misión no se quedó en la sacristía silenciada y temerosa, rubricando el espíritu cristiano batallador por la justicia Monseñor Arias Blanco con su inolvidable pastoral trazó el camino.