Una mañana Paul Urbanek descubrió un nuevo cartel a la entrada de Alwine, un municipio de casas decrépitas de la antigua Alemania del este comunista. Y así fue como supo que su aldea había salido a subasta.
“¡Nos cayó como un jarro de agua fría!”, cuenta Paul, de 71 años, que vino a instalarse a la localidad en 2010 a causa, dice, de su tranquilidad.
El sábado, la decena de casas, además de las cabañas, garajes y terrenos de los alrededores, es decir cerca de 16.800 m2, serán puestos en venta, según un catálogo publicado por la sociedad Karhausen, en Berlín.
El precio de salida para este “lote con tintes de aldea” donde viven una veintena de personas, la mayoría jubilados, es de 125.000 euros. “Hay mucha gente interesada”, asegura a la AFP Matthias Knake, director de Karhausen, que afirma no haber “vendido nunca todo un pueblo”.
Una cosa es segura: el comprador, si se encuentra alguno, se hará con un pedazo de la historia alemana, un lugar que, con sus casas destartaladas y sus residentes ancianos simboliza el destino de numerosas aldeas de la ex RDA, que los jóvenes desertaron tras la reunificación hace 27 años.
– Ninguno regresó –
Durante la Segunda Guerra Mundial, las juventudes hitlerianas acudían a entrenarse a las inmediaciones de Alwine, a unos 120 km al sur de la capital. También se encarceló aquí a prisioneros de guerra.
Hasta la reunificación, en 1990, la localidad -que en aquel entonces todavía contaba con una cincuentena de habitantes- pertenecía a una fábrica de briquetas de carbón.
La factoría cerró en 1991, como el grueso de la industria del este alemán en aquella época, y el lugar se vació de sus habitantes.
“Por supuesto, en su mayoría fueron los jóvenes, chicas y chicos de este lugar, quienes se marcharon a Alemania del oeste”, explica Peter Kroll, representante de la circunscripción, que vive en la región desde 1945.
Y ninguno regresó, dice.
Toda la RDA, y especialmente las zonas rurales, vivió traumas idénticos. Su población se redujo un 15% entre 1990 y 2015, según las últimas estadísticas del gobierno alemán.
“Después de la reunificación, mucha gente se fue a causa del trabajo”, recuerda Hildegard Schröteler-von Brandt, profesora especializada en demografía de la Universidad de Siegen, en el oeste del país. “Los empleos [perdidos] no fueron reemplazados en ninguna parte de Alemania del este”, subraya.
– Abandonados a su suerte –
En el año 2000, la aldea -en manos de una empresa encargada de gestionar y reestructurar los bienes heredados de la antigua RDA- fue cedida a inversores privados por un simbólico marco, recuerda Kroll.
Los propietarios, dos hermanos que pidieron el anonimato, no han hecho nada para frenar el declive de las propiedades del lugar, en un estado avanzado de deterioro, y que necesita una “renovación y saneamiento”, como indica el folleto de venta. Algunos habitantes ni siquiera tienen un contrato de alquiler formal.
Salvo una familia, todos los habitantes son ancianos. “Estoy jubilado, mi vecino está jubilado, ellos también, los dos están jubilados”, enumera Urbanek, señalando a una pareja al otro lado de la calle.
La salida a subasta quizá pueda suponer una oportunidad para Alwine, pues ningún municipio de los alrededores está dispuesto a invertir, y los habitantes no tienen suficiente dinero como para sufragar los enormes costes necesarios para su supervivencia.
“Los residentes de regiones económicamente infradesarrolladas se sienten abandonados a su suerte”, subraya Andreas Claus, alcalde independiente de la ciudad de Ubigau-Wahrenbruck, de la que depende la aldea.
En la actualidad, en el este del país, la prosperidad del oeste sigue estando lejos de alcanzarse, tanto en materia de salarios como de pensiones.
Un desencanto que explica, en parte, el éxito del partido de ultraderecha Alternativa por Alemania (AfD) en las legislativas del 24 de septiembre.
En Ubigau-Wahrenbruck, el AfD recabó el 22,9% de los votos, casi el doble de la tasa nacional.
El sábado, los habitantes de Alwine sabrán si tienen o no un nuevo propietario. Pero aún habrá que esperar para saber si les beneficiará o no, insiste Claus. “Lo que preocupa es que no pase nada”.
AFP