Así estarán de mal las cosas en este país que los maduristas manejan entre promesas y errores, que hasta los chinos amenazan con demandar a Venezuela, aunque no estoy claro si demandarán al Gobierno o a Pdvsa -o a Citgo, frecuente pagapeos de las equivocaciones chavistas. El problema, sea cual sea, parece haber superado la tradicional plancha caliente china de tiempos mejores porque presuntamente en Venezuela se habría producido un hecho que los chinos de estos tiempos no toleran con todo y su milenaria paciencia. Quizás algo tenga que ver con el pleito entre funcionarios y enchufados que ha llevado a, según Nicolás Maduro, un montón de detenciones, y a confesar que ha sido traicionado por las mafias.
El asunto es que la petrolera asiática activamente presente en este país, Sinopec, habría sufrido una pérdida de 24 millones de dólares en Venezuela, que para los marxistas gobernantes de Pekin y la pujante economía pública y privada de ese país es algo vergonzoso e intolerable. Bastante es, pensarán en los ocultos salones del consejo máximo que rige los destinos del coloso con más habitantes del mundo, y su pujante y agresiva economía, poseer una preocupante deuda gigantesca que se va pagando poco a poco con petróleo pesado y extrapesado -al ritmo de pago varias generaciones criollas tendrían que seguir pagando-, que Miraflores no sólo mantiene y pide constantemente refinanciamientos, y encima ha venido aumentando hasta niveles de dimensión china, para además calarse que una empresa de ojos rasgados pierda dinero en la operación venezolana.
Pero no es el peor de los problemas del Gobierno de Nicolás Maduro, más grave es la percepción mundial de que el país que la industria petrolera que hace veinte años era admiración y respeto mundiales, se ha convertido en una chatarra que muchos quieren comprar, pero a precio de la chatarra que cada día es más.
Mientras el Gobierno madurista trata de inventar nuevos enemigos buscando que todo el mundo -incluyendo los gobiernos e inversionistas extranjeros que hace ya tiempo no creen en nada que salga de Miraflores y alrededores- crea que la culpa de la hecatombe venezolana no son ni Maduro, ni el PSUV ni los intereses particulares de un Raúl Castro que asegura estar de salida, resulta de repente que los chinos dejan claro que Mao se murió hace demasiados años y que ellos son operadores de mercado que no quieren ni pueden darse el lujo de tener pérdidas en sus empresas y operaciones.
Sorpresa para una dirigencia madurista que sigue soñando en términos de camaradas y solidaridad revolucionaria, como si el resto del mundo -Evo Morales y otros compañeros incluídos- fuera el mismo de tiempos de Stalin y Mao, sin entender (o aceptar) que esos gobiernos son hermanos y piensan de muchas maneras, y sonríen a esta deteriorada Venezuela socialista y antiimperialista, pero coinciden en que el progreso económico y la iniciativa privada son rentables, generadores de empleos, productos y riqueza, y los mantienen, respaldan e impulsan. Y en consecuencia, cobran y no pueden admitir quiebras ni deudas interminables así como así.
El madurochavismo no acepta el cambio de la historia, que Mao y la Unión Soviética hace décadas murieron y fueron enterrados, y con ellos aquél ya vetusto comunismo desde hace años transformado en partidos con nuevos nombres y adaptaciones ideológicas.
Pero al menos al Presidente Maduro le han surgido dos nuevos delirios: Vladimir Putin y Evo Morales han decidido que sin ellos ni Rusia ni Bolivia sobreviven, y van a buscar cada uno su cuarto período al frente de sus países. Nicolás Maduro sólo aspira al segundo.
Con diferencias importantes. El tirano ruso y el dueño de museo boliviano, cada uno en su estilo, están haciendo crecer sus países.