La crisis económica que los venezolanos están viviendo desde hace varios años, no tiene comparación con ninguna otra en la historia del continente americano. La economía pasó de la recesión a la depresión económica al acumular cuatro años consecutivos de caída del PIB. Con ésta convive la hiperinflación, resultado de la impresión de dinero por parte del BCV para financiar el abultado déficit fiscal. La hiperinflación, conjuntamente con la contracción de la economía, ha determinado una caída vertical de las remuneraciones reales y generado un aumento sin precedente en los niveles de pobreza que en 2017 excedieron con creces los observados en 1998.
Por: Fracción parlamentaria de Primero Justicia
El sector externo presenta un evidente deterioro, reflejado en la declinación de las reservas internacionales del BCV, en una depreciación acelerada del tipo de cambio paralelo y el incumplimiento selectivo de pagos de la deuda externa, con lo cual se dificulta el financiamiento externo. Todo ello ha sido producto de políticas económicas destructivas y de un modelo económico estatista que ha llevado a la economía al colapso. Venezuela requiere con urgencia la aplicación de un programa económico que estabilice la economía, detenga la hiperinflación y cree las condiciones para reanudar el crecimiento de la economía.
I. ACTIVIDAD ECONÓMICA: DE LA RECESIÓN A LA DEPRESIÓN
No existen datos oficiales publicados sobre la actividad económica desde el tercer trimestre de 2015 pero las estimaciones de los organismos internacionales, más las realizadas por la Asamblea Nacional, muestran que la economía se ha mantenido cayendo de forma sostenida desde el año 2014. Considerando la contracción de 12% hasta septiembre de 2017, los últimos cuatro años acumulan un desplome de 34% del PIB, episodio éste que no es comparable con ningún otro en la historia de América, hasta confirmar un cuadro de depresión económica.
II. LA HIPERINFLACIÓN
El gobierno no se conformó con haber llevado al país a tener por varios años la mayor inflación del mundo, sino que a partir de 2017, su insistencia en políticas económicas inconsistentes ha propiciado que Venezuela sufra los efectos de la hiperinflación. Mientras en el mundo la inflación ha desaparecido, Venezuela padece la hiperinflación. Según los datos de la Asamblea Nacional, la inflación mensual alcanzó en noviembre un registro de 56,7% y en 2017 de forma acumulada la cifra de 1.369%, con la expectativa que llegué al menos a 2.100 al final de diciembre; esto le ha conferido a la tasa de inflación una senda claramente hiperinflacionaria.
En el conjunto de acciones que han terminado por colocar a Venezuela en el año 2017 en la trayectoria de la hiperinflación, destaca la impresión acelerada de dinero primario con el objeto de financiar el déficit del sector público, especialmente el de PDVSA. Ello ha generado una presión en el mercado cambiario que se ha traducido en una depreciación significativa del tipo de cambio paralelo y la consecuente exacerbación de las expectativas inflacionarias. La inflación efectiva, por su parte, ha deprimido los saldos reales de dinero y deteriorado la recaudación fiscal conjuntamente con la contracción del ingreso, provocando de esta manera una declinación de la recaudación impositiva, agudizando así la precariedad fiscal. A esto se agrega el repudio de la moneda nacional y el escape de quienes demandaban bolívares hacia el dólar o a la adquisición de cualquier tipo de bien disponible. La oferta de dinero primario se incrementó 950% entre enero y noviembre de 2017 y de hecho en el siguiente cuadro, se puede observar cómo las variaciones mensuales de ese agregado monetario, guardan una estrecha relación con el incremento mensual de los precios. Nótese igualmente, que el crecimiento de los precios generalmente excede el de la liquidez nominal, hecho típico de las hiperinflaciones. Todo el dinero emitido por el BCV en 2017 ha sido para financiar el déficit fiscal.
III. SECTOR EXTERNO
III.1. Importaciones Las estimaciones muestran que las importaciones disminuirán este año hasta US$ 12.300 millones1 . Este monto significa solamente 19% de la cifra del año 2012 e implica el quinto año consecutivo con caída de las importaciones. Este es un shock extraordinariamente drástico para una economía que ha dependido para su funcionamiento casi exclusivamente de las importaciones.
La causa principal de esta contracción de las importaciones, no reside como afirma el gobierno en la caída de los precios del petróleo, sino en los considerables pagos de servicio de deuda a los cuales el gobierno ha tenido que hacer frente debido al elevado endeudamiento externo contraído desde 2005 y contratado en condiciones absolutamente desfavorables para la República y PDVSA. Está caída de las importaciones se ha convertido en una de las razones fundamentales que impide el crecimiento de la actividad económica.
III.2. Reservas internacionales y tipo de cambio Según el BCV, las reservas internacionales en el mes de diciembre de 2017 se han derrumbado hasta los US$ 9.727 millones, debido principalmente a una política monetaria sobre-expansiva en un contexto de un tipo de cambio fijo y disminución de la preferencia por la moneda nacional causada por la inflación. A ello se añade el drenaje de divisas que implica los pagos correspondientes al servicio de la deuda.
Si se examinan las reservas respecto a los meses de importaciones que éstas pueden cubrir, se ha pasado de 25 meses en 2006, a solo 3 semanas de importaciones en 2017, según cálculos propios basados en los datos del BCV.
Por otra parte, analizado de forma per cápita, este monto de reservas internacionales representa solo US$ 318 por habitante, evidenciando que Venezuela no se había situado en una situación de vulnerabilidad frente a los compromisos internacionales como lo estuvo en 1973. Por su parte, el tipo de cambio paralelo se ha venido depreciando sostenidamente a lo largo de 2017 en la medida en que la expansión monetaria provee al sistema una liquidez indeseada y la oferta de moneda extranjera se ha contraído dramáticamente como resultado de la menor disponibilidad de divisas en manos del BCV. De esta manera se ha ampliado significativamente la brecha cambiaria haciendo al sistema totalmente disfuncional.
IV. SALARIOS
Frente al proceso hiperinflacionario, los ingresos del trabajo se han hecho relativamente insuficientes. El gobierno ha recurrido a una política de actualización cada 3 meses del salario mínimo nominal, política esta que al no atacar las causas del problema inflacionario, ha provocado una declinación sin precedentes de los salarios reales de los trabajadores. Consecuentemente, el salario mínimo en términos reales en 2017 disminuirá 70% con respecto al año pasado y 83% con respecto al año 2013, como se observa en el siguiente gráfico, de acuerdo con cálculos propios. Esta situación ha provocado una disminución del consumo privado lo que ha agravado la contracción de la economía.
IV. PETROLEO: LA DESTRUCCIÓN DE UNA INDUSTRIA
La política petrolera que ha aplicado el gobierno de Maduro ha causado una de las mayores caídas de la producción de crudos y derivados en la historia de esta industria al registrar este indicador una disminución de 19% medido desde noviembre de 2017 hasta el mismo mes de 2016, según los datos del gobierno nacional provistos a la OPEP. Ello ha repercutido en una contracción en la actividad de refinación de hidrocarburos y los cada vez más frecuentes episodios de escasez de gasolina y lubricantes. La única ocasión en que Venezuela acusó una reducción de la producción petrolera de esa magnitud, fue hace más de cuarenta años, el año anterior a la nacionalización de la industria petrolera en 1976. Durante 1975, la producción de petróleo se redujo en un 21%, aunque es natural que un proceso de nacionalización previamente anunciado haya generado tal disminución. Por lo tanto, se podría concluir que el fenómeno de 2017 no tiene comparación con ningún otro en la historia del país.
Algunas cifras sobre este colapso de 2017, de acuerdo a las cifras suministradas por el gobierno de Venezuela a la OPEP, son las siguientes:
.- 440 mil barriles por día fue la caída en doce meses entre noviembre de 2016 y noviembre de 2017 (-19%).
.- Solo al término de 2017 esta caída de la producción causará una pérdida de ingresos cercana a US$ 6 mil millones tomando en cuenta US$/b 45, cotización promedio de 2017 de la cesta venezolana.
.- Venezuela produjo en octubre de 2017 la cantidad de 1.830.000 barriles diarios, solo la mitad del petróleo que producía en 1968.
V. PAGO DE LA DEUDA EXTERNA
En 2017 se ha observado de forma más evidente las consecuencias de la política de endeudamiento tanto del Gobierno como de PDVSA y debido a la falta de transparencia sobre la materia, es difícil evaluar el monto total de la deuda externa, pero con información confiable ha sido estimada en US$ 184.500 millones2 , aproximadamente 100% del PIB en el año 2017. Ese nivel de deuda es claramente insostenible dada las elevadas tasas de interés a la cual fue contratada y la contracción experimentada por la economía. La magnitud de esta deuda ha causado presión sobre el gobierno, sobre todo al final del año 2017 cuando incluso han sido declarados en Default algunos bonos soberanos y de PDVSA, por la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA) y agencias calificadoras como Standard & Poor’s. Lo peor es que en los años siguientes el cronograma de pagos de deuda del gobierno no va a mejorar ya que deberá desembolsar cerca de US$ 50.000 millones en los próximos 6 años por servicio de deuda, sin incluir el pago de los compromisos con China y Rusia, situación que posiblemente cause el default de los compromisos externos de Venezuela. Esto explica el llamado del gobierno a refinanciar/reestructurar la deuda; no obstante ello las reuniones con los tenedores hasta ahora parecen infructuosas por el panorama negativo de la economía venezolana y la falta de un programa económico que ataque la hiperinflación y promueva el crecimiento económico.
VI. CAJA NEGRA PERDIDA
Mientras que ocurre todo lo descrito anteriormente, las instituciones encargadas directamente de estimar y divulgar las cifras económicas y sociales –BCV, INE y Ministerio de Economía y Finanzas – optaron por ocultar al país los indicadores que permitirían hacer un mejor seguimiento de la situación, por lo que los analistas han tenido que recurrir a estimaciones de organizaciones internacionales o consultoras privadas nacionales. La opacidad es una política del Estado venezolano. En el caso del BCV, esta institución tiene 8 trimestres sin publicar las cifras de balanza de pagos, 51 meses sin publicar los indicadores de comercio y de manufactura, 23 meses sin editar el INPC, 8 trimestres sin las cifras del PIB y 16 trimestres sin el índice de remuneración a los asalariados. Por otro lado, el Ministerio de Finanzas tiene 4 años sin publicar las estadísticas fiscales del gobierno central y el INE tiene 13 años sin publicar los indicadores de la industria manufacturera.
VII. URGE UN PLAN DE ESTABILIZACIÓN
El problema principal que actualmente enfrenta la economía venezolana es la hiperinflación. Sin derrotar este flagelo no habrá posibilidades de crecer y menos de aumentar los ingresos reales de los trabajadores. De esta manera, Venezuela demanda que con urgencia se atienda la estabilización de la economía mediante un programa económico que restaure los equilibrios fundamentales de la economía, comenzando por el fiscal. La orientación básica de este plan es que no se puede contraer más la economía con un menú de medidas fiscales y monetarias restrictivas, sino que más bien hay que procurar abatir la hiperinflación y al mismo tiempo hacer crecer la economía lo que implica fortalecer la base de ingresos fiscales mediante un financiamiento no inflacionario, para lo cual el apoyo de los organismos multilaterales, bilaterales y el soporte de gobiernos y agencias de desarrollo, resulta fundamental. Igualmente, Venezuela debe retornar al mercado voluntario de deuda. Una nueva política petrolera permitirá, sin complejos, abrir espacios de financiamiento local y externo para aumentar la producción de crudos y derivados y de esta manera incrementar las exportaciones y la consecuente generación de ingresos. Ello puede hacerse sin tener que introducir modificaciones en la legislación sobre los hidrocarburos pero si con cambios en la gestión de los proyectos de la Faja del Orinoco y propiciando la reactivación de yacimientos de crudos livianos hoy abandonados por falta de inversión.
Similarmente, hay que hacer mejoras en la administración de los tributos internos y las tarifas del sector público para de esta manera evitar la recurrencia al financiamiento monetario del BCV. La renegociación de la deuda externa es fundamental para oxigenar las finanzas públicas y aliviar la restricción externa y así apuntalar las importaciones. La misma se haría de forma amigable con los acreedores, basada en un plan financiero coherente y con apoyo político. Se propone como parte de ese plan, eliminar el control de cambio y lograr la estabilización del tipo de cambio para cortar las expectativas de devaluación para así recuperar la demanda por moneda nacional, con el apoyo de un nuevo Banco Central concentrado en la estabilidad de precios en un horizonte de mediano plazo, usando para ello un programa monetario transparente, basado en el uso de la tasa de interés de corto plazo como variable intermedia de la política monetaria. De todo esto se deriva una nueva política social fundada en subsidios al consumo y no a la producción y en las transferencias directas a los hogares pobres. Con el nuevo esquema de política económica no hará falta apalear a la inflación para ayudar a los pobres y superar la pobreza.