Ciudad Perdida le hace honor a su nombre al encontrarse en un intrincado paraje a 40 kilómetros del pueblo de Vertientes, en Camagüey. El pequeño asentamiento de casas con techo de guano tiene su mayor tesoro en las colmenas que lo rodean, pero este año la producción de miel de abejas sufrió un fuerte revés y los vecinos viven días de apuros económicos.
14 y Medio.com
Los campos camagüeyanos tenían previsto producir este año unas 700 toneladas de miel. Sin embargo, los daños causados por el huracán Irma, los problemas para acceder a los insumos y los impagos a los productores ha supuesto que solo se recolecten 490 toneladas. La producción nacional, que este año se pronosticó según la prensa oficial en 10.000 toneladas, también quedará por debajo.
Ciudad Perdida ha sufrido un duro golpe con esta caída de la producción pues la mayoría de las familias dependen del producto que sale de los apiarios, como se les llama a los grupos de colmenas productivas. Esta situación se extiende por todo el centro de la Isla, la zona más afectada por los vientos huracanados y las lluvias.
Con 2.800 apicultores en todo el país y unas 180.000 colmenas en explotación, la obtención de miel ha sido fomentada en los últimos años debido a los precios favorables que el Estado obtiene al venderla en el mercado internacional, especialmente cuando exporta aquellas variedades logradas con procedimientos ecológicos.
El 90% de la miel producida en los campos cubanos se exporta a Europa, principalmente a Alemania, Holanda, España y Suiza, mientras el resto se destina al mercado nacional y al sector turístico.
El comercio exterior es un monopolio estatal, pero la producción corre a cargo, en su mayor parte, de campesinos asociados a cooperativas. Antes de salir de la Isla, el dulce producto debe atravesar un amargo camino burocrático, marcado por la falta de insumos, los bajos precios de compra al productor y la demora en los pagos.
Cualquier apicultor privado que tenga más de 25 colmenas está obligado a afiliarse a una cooperativa para entregar su miel al Estado y solo puede conservar la destinada al consumo doméstico. El fruto del trabajo de las laboriosas abejas pasa por la Empresa Provincial de Apicultura, desde donde se envía a CubaExport, que se encarga de su exportación.
“Lo único que hace la cooperativa es ser intermediaria porque nosotros no tenemos personalidad jurídica para vender la miel y comprar los insumos”, se queja Manuel, un apicultor de Ciudad Perdida que lleva más de una década en el negocio, y que ha escogido un nombre ficticio para evitar represalias. “Los pagos demoran meses y nunca llegan los recursos que solicitamos”, lamenta.
Los apicultores son gente solitaria, acostumbrada a meterse en el monte para cuidar sus colmenas y siempre atenta a la mínima señal de fatiga, enfermedad o vandalismo que muestren sus poblaciones de insectos. Cuidan con celo a sus “niñas”, como las llaman algunos, ya que saben lo frágiles que son a las inclemencias del tiempo, las enfermedades y el abandono.
El trabajo es duro y minucioso. “Me he acostumbrado a que me piquen, pero de vez en cuando me caen un montón arriba y me asustan, todavía me asustan”, comenta Roberto, otro apicultor de la zona de Najasa que heredó la ocupación de su padre. “Tengo mucho tiempo para pensar cuando hago este trabajo y a veces hasta canto, aunque últimamente no tengo mucho motivos para cantar”, apunta.
En los últimos meses la muerte masiva de enjambres tiene desesperados a los apicultores camagüeyanos. A los estragos de la sequía les siguieron los vientos fuertes del huracán Irma que afectaron significativamente a la floración del llamado “bejuco indio”, una de las principales fuentes de las que liban las abejas en el territorio camagüeyano. Sin alimento, “las abejas caen como moscas”, sentencia Roberto.
“Este ha sido un año malo”, aclara su colega Manuel a 14ymedio. “He perdido el 50% de mis enjambres y no soy de los peores casos. Tengo un amigo que tenía 42 colmenas y hoy sólo le quedan nueve”.
Las enfermedades han hecho otro tanto, especialmente el ácaro Varroa que parasita a las abejas y termina por diezmar sus poblaciones. Cuando se apodera de una colmena, los apicultores apenas pueden hacer algo más que mirar cómo van muriendo una a una las obreras, hasta que finalmente perece la reina. Existe también otra hipótesis que señala a un fungicida como posible causa de la enfermedad.
“No podemos facilitar a los productores medicamentos y vitaminas porque la miel orgánica tiene el doble del precio en el mercado mundial”, aclara a este diario un funcionario de la Empresa Provincial de Apicultura de Camagüey. La entidad estatal debe velar por que no se agreguen químicos al proceso, pues de eso depende que se obtenga una ganancia más abultada.
Sin embargo, el precio de venta para el productor apenas varía, sin importar las inclemencias o las oscilaciones del valor de la miel en el mercado internacional, una situación que algunos han comenzado a denunciar, en especial tras los gastos añadidos a los que han tenido que recurrir este año debido a los problemas climáticos y las plagas.
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