Arribamos a la gran fiesta de quienes formamos parte del cristianismo, la Navidad. Nos preparamos para el reencuentro familiar, en un ambiente de alegría y reconciliación que es igual en los países y comunidades cristianas alrededor del mundo.
El 24 y 25 es de buenos sentimientos en Venezuela, Norteamérica, Europa, desde las heladas, bien organizadas y conservadoras monarquías del norte, las siempre animadas playas mediterráneas, las revoltosas costas atlánticas, el deleite y goce del Caribe hasta las lejanías del Océano Pacífico, el nevado invierno del norte y los calurosos veranos del sur.
En la interminable Rusia profundamente cristiana, ortodoxa para más detalle, donde 70 años de implacable tiranía atea marxista no lograron acabar con la convicción. China en su amplitud radicalmente comunista y sus peculiaridades religiosas durante milenios de cultura; la densa y multi-religiosa India, la variedad de naciones asiáticas, las duras y empeñosas islas japonesas, todas con devociones y fervores propios tan antiguos como el cristianismo, y en las multiplicidades de África y Oceanía, en cualquier parte la Navidad, es celebración del nacimiento de Jesús, una festividad hecha tradición, cuyas luces y sentimientos no disminuyen. Ascienden.
Hay excepciones, en algunos países musulmanes los gobiernos colocan trabas y dificultades a sociedades cristianas -o las asesinan, como hacen los fanáticos criminales del llamado Estado Islámico.
Venezuela, entretanto, experimenta una de sus Natividades más complejas y complicadas en lo social, económico y político. No se recuerdan tan escasas, tristes y desesperanzadas a lo largo de la historia, con serias dificultades para conseguir los insumos tradicionales, fallas de abastecimiento en todos los rubros que el oficialismo insiste perturbado en disfrazar con el cuento latoso de la “guerra económica”, conflicto que existe, pero no del exterior hacia Venezuela, sino del oficialismo castrista contra todos.
La esperanza se carcome con rapidez, la indignación y animadversión crecen como nunca. Tanto que, como se presentan la economía y pronósticos, este período infausto y lúgubre 2017 podría llegar a ser recordado como mejor que el 2018. Ya ese solo pensamiento es angustiantemente demencial.
La noche del 24 al 25 de diciembre -festividad real, la conmemoración del nacimiento de Jesús- período para expresiones de amor y cariño, compartir, reunirse en familia, tiempo de reencuentro y mutua comprensión. Disponer las festividades navideñas para reflexionar, sosegarse, disfrutar, pasarla bien -en las de este año habría que especificar “lo mejor que se pueda”- pensando en lo realizado bueno y lo que hicimos mal o pudimos hacer mejor. Mucho del júbilo y cordialidad viene de esa tendencia tradicional a recordar, abrir nuevos horizontes y tener nuevas ilusiones.
Estos días muchos venezolanos pensarán, inevitablemente, en los cambios políticos, sociales y económicos que aspiran o esperan. El creciente hastío de la población, chavistas, militares incluidos, por los errores y terquedad pecaminosa de Maduro, empeñado en “profundizar” un socialismo anticuado, obtuso e ineficiente, postrado en la trampa del supuesto “legado de Chávez” quien empujó a Venezuela a la desesperante calamidad actual.
Es Navidad, amigos y camaradas, pero la situación del país es poco navideña, todos lo saben, lo ven, sienten el silencio y perciben la molestia. Opositores, afectos, cómplices y cooperantes al chavismo, no están contentos, es síntoma evidente de lo que estamos viviendo, y oficialistas obsesionados, continúan proclamando frases de alguien que, como ahora su relevo, mintió descarado para vivir y morir en un mundo de entelequias.
Habrá los pesimistas, convencidos de que no se podrá cambiar nada y que el castro madurismo seguirá gobernando y arruinando aún más. Los optimistas, creyentes en que el venezolano decente, con principios éticos morales y buenas costumbres ciudadanas, es capaz de comprender la trascendencia de la encrucijada. El país tiene mujeres y hombres capacitados, dispuestos a unir experiencias y esfuerzos para dar vuelta al desastroso rumbo madurista. La cena y visitas navideñas estarán plenas de comentarios y especulaciones.
Pero no van a arruinar la Nochebuena. Serán parte de la realidad que vivimos, haremos un paréntesis, ocurrirá el brindis, sabor de la comida tradicional y dulce de lechosa -los que puedan-. Quienes tienden a ver las cosas en su aspecto más positivo y favorable, tendrán más argumentos. Sandeces y estulticias que estén discutiendo ciertos dirigentes políticos y politiqueros carece de importancia, no hay que hacerles caso, han demostrado indolencia e incapacidad especialmente quienes han usurpado indebidamente la representación ciudadana en unas conversaciones que en nada han servido para el bienestar del pueblo, del venezolano de a pie, que sufre y padece a diario esta degradación vergonzante.
Después de todo Navidad es natividad, nacimiento, renovación; es el despuntar de un sueño, una ilusión. Y esperanza es también alegría, la que deseamos a cada uno de ustedes.
El país está harto y sin fe, el futuro fluctúa, dependiendo de quien lo describa, entre espantoso y poco alentador. Los venezolanos más jóvenes -o menos viejos, como se prefiera- siguen creciendo como los grandes emigrantes. El futuro de este presente es deprimente, angustioso. Pero existe, y eso es esencial.
En lo a quien suscribe respecta, deseo a mis amigos especialmente a quienes han tenido la amabilidad, gentileza, paciencia, cortesía de leer y comentar estas líneas que desde hace años venimos publicado gracias a La Patilla, Alberto Federico Ravell, David Morán y quienes allí laboran con profesionalismo, dedicación y pasión que sólo se obtiene cuando se hace lo que gusta; nos han brindado la magnífica e invaluable oportunidad de expresar nuestro punto de vista y parecer, de lo que hoy acontece, sucede y sucederá en el futuro en este increíble y grandioso país que se llama Venezuela.
Entretanto, sin mucho entusiasmo, pero con muchísima esperanza sincera, les deseo lo mejor de lo mejor posible para estas silenciosas y apagadas fiestas. Feliz Nochebuena Venezuela, y que Dios bendiga a todos sus ciudadanos, incluso a quienes nos están haciendo pedazos.
@ArmandoMartini