Uno de cada cinco estadounidenses tendrá acceso a marihuana legal a partir del lunes, cuando California se incorpore a la lista de estados que permiten el comercio y consumo de marihuana para uso recreativo. Con las campanadas de Nochevieja, California, el estado más poblado de EE UU, se convierte en el mayor mercado de marihuana legal del mundo. El momento es considerado por los defensores de la marihuana como el punto de no retorno en el camino hacia la despenalización, reseña El País.
California aprobó en referéndum la legalización de la marihuana recreativa en noviembre de 2016, en las mismas elecciones que ganó Donald Trump. Las reglas básicas del comercio de marihuana en California desde el 1 de enero son estas. Los mayores de 21 años pueden comprar hasta una onza (28,5 gramos) por persona cada vez, en tiendas autorizadas. Solo se puede tener una onza, por lo tanto para comprar más hay que usar el producto o dárselo a alguien (los particulares no pueden vender). No se puede fumar en público ni a menos de 300 metros de un colegio o parque infantil, de acuerdo con las ya de por sí leoninas leyes californianas sobre el tabaco. Tampoco conduciendo. Se pueden cultivar hasta seis plantas en casa. El producto no puede salir del estado, ni siquiera por las fronteras con Oregón y Nevada, donde también es legal.
El estado cobrará un 15% de impuestos sobre la venta. Los municipios pueden añadir sus propios impuestos (10%). Cada planta de marihuana legal estará identificada. La autorización a los dispensarios de marihuana depende de las autoridades locales. Mientras ciudades como San Francisco o San Diego ya han autorizado decenas de comercios, Los Ángeles no empezará a hacerlo hasta enero, lo que retrasará la puesta en marcha real.
Hasta que pase al menos un año no se tendrán claras las cifras del negocio. La estimación más baja es que el mercado legal ascenderá a 5.800 millones de dólares en 2016, según la consultora especializada en marihuana Arcview. Otras estimaciones lo elevan a 11.000 millones al año. En cualquier caso, desde hace unos dos años el estado vive una verdadera fiebre del oro verde en torno al nuevo mercado. “Este es el momento de meterse, es una vez en la vida”, decía a EL PAÍS Dan Humiston, organizador de la feria cannabis World Congress, en Los Ángeles el año pasado. “Hay una industria que está emergiendo y necesita gente, necesita negocios”.
Con la apertura del mercado en California se agudizarán además las contradicciones legales en torno a la marihuana en Estados Unidos. La planta es considerada una sustancia ilegal al mismo nivel que la heroína por el Gobierno federal. Es decir, que es ilegal en Estados Unidos pero legal en ocho estados, y a su vez alegal en algunas ciudades de esos estados, donde los políticos locales se niegan a facilitar su comercio. Formalmente, el FBI puede detener a cualquiera que compre o venda marihuana que es perfectamente legal en su estado, con el tique de compra en la mano y al corriente de impuestos.
La actitud del Departamento de Justicia con los estados donde es legal la marihuana era la de una especie de pacto entre caballeros durante el Gobierno de Barack Obama. Mientras se mantenga el orden, solo se persigue a los que aprovechan el mercado para convertirse en grandes narcotraficantes. Pero con el nuevo fiscal general, Jeff Sessions, eso puede cambiar. A finales de noviembre, Sessions dejó claro que la ley está para aplicarla y que él personalmente considera la marihuana una sustancia perjudicial que no se debe normalizar. No hay una directriz definitiva aún, pero la actitud de Sessions mantendrá sobre el mercado de marihuana, al menos los primeros meses, una inquietante espada de Damocles para los comerciantes.
California fue el primer estado en aprobar el uso medicinal de la marihuana, en 1996. Desde entonces, 28 estados han hecho lo mismo. En California existen más de 200 dispensarios, regulados por los municipios, donde básicamente se puede comprar legalmente con un carnet de paciente y una receta médica. La ley es un coladero y esa receta se obtiene sin problemas. Pero ese sigue siendo un submercado que nunca ha salido de las sombras y está sujeto a cierta arbitrariedad de la fiscalía.
Cuando llegó el momento de la legalización total, los californianos lo rechazaron en las urnas en 2010. Fue Colorado, en 2012, el primero en aprobar la legalización y convertirse en un laboratorio de lo que pasaría, sobre todo en dos frentes, el sanitario y el fiscal. En el primero, Colorado no ha visto un aumento en sobredosis de otro tipo de drogas ni del crimen asociado a las drogas, pero hay preocupación de la policía por otros efectos, por ejemplo, la dificultad de detectar a los conductores bajo los efectos de la marihuana.
En el aspecto fiscal, que es el principal incentivo de los gobiernos para plantearse la legalización, Colorado presumió de unos envidiables 135 millones de dólares en impuestos a la marihuana en 2015, un 77% más que en 2014 y el doble de la recaudación por el alcohol. El Gobierno de California estima que los ingresos fiscales pueden llegar a los 1.000 millones al año en un estado cuyas cuentas públicas son siempre anémicas. El secretario del Tesoro ha llegado a plantear crear un banco para poder gestionar los ingresos del cannabis.
Desde entonces, otros seis estados han aprobado el comercio y consumo de marihuana recreativa: Washington, Oregón, Nevada, Alaska, Washington DC, Massachusetts y Maine (estos dos comienzan en 2018). Pero el más grande de ellos, el estado de Washington, tiene 7,2 millones de habitantes. California tiene 39 millones de habitantes, una economía del tamaño de Francia, 270 millones de turistas al año, frontera terrestre con México y los puertos de entrada del comercio con China. A partir del lunes, este pequeño experimento se vuelve global.