Con estas sagradas palabras altos jerarcas del régimen intentan frenar el movimiento telúrico que estremece las bases chavistas. El epicentro del sacudón fue el “embarque” del gobierno que dejó a sus seguidores con “el bate en el hombro”, por el incumplimiento de “picharles” el pernil de navidad. Dios y pueblo repetía insistentemente el creador del Socialismo del Siglo Veintiuno, pero el pueblo chavista al parecer por los últimos acontecimientos, no los librará del pecado de no honrar la porcina promesa electoral.
No es tan sencillo como algunos tweeteros pretenden interpretar “la primavera del pernil” y la influencia que tendrá en el venidero proceso de las elecciones presidenciales: no es el pernil, es la economía. Resulta que el engaño del pernil es la gota que rebasó el vaso de la paciencia, de esa población de un 25% del electorado que inexplicablemente junto a la cúpula militar sostiene al oficialismo.
Desde la implantación del régimen y a pesar de la destrucción sistemática del sector productivo privado, el gobierno gracias a los petrodólares pudo mantener a nuestra población con niveles aceptables de abastecimiento y de consumo. Pero llegó un momento que el régimen, ni siquiera con el barril de petróleo a un precio promedio de cien dólares, pudo solventar la falta de producción del sector privado. Para poder seguir con un abastecimiento basado en importaciones el gobierno opto por la vía del endeudamiento, generando de esta manera una deuda externa pública de un monto aproximado a los cien mil millones de dólares y de cincuenta mil millones de dólares contraída por Pdvsa.
La caída de los precios y de la producción de petróleo, la corrupción en el otorgamiento de divisas, el pago de la absurda deuda externa, la contracción de la demanda interna de bienes y servicios, la falta de seguridad jurídica, entre otros males, crearon la “tormenta perfecta” que hoy azota nuestro país: Estancamiento económico con hiperinflación de precios. La peor pesadilla para cualquier nación.
Nuestra población más humilde que vivió cierto bienestar, debido a las migajas sobrantes del festín del despilfarro y la corrupción del régimen, enfrentó la realidad: escasez y carestía de bienes y servicios. La base chavista fue descendiendo de un sesenta por ciento de electores a un 25%. Esta población votante en gran parte es de los sectores más vulnerables de nuestra población, son los que hoy protestan por hambre y frustración.
El proceso de industrialización que tuvo nuestro país a partir de la década de los sesenta del siglo pasado, generó un fuerte impulso al sector de la producción porcina y avícola, reduciendo las importaciones hasta llegar al pleno abastecimiento tanto de consumo directo como de los elaborados. Este crecimiento se debe al desarrollo agroindustrial de las empresas fabricantes de alimentos balaceados para cerdos y aves. Y también al trabajo diario de porcicultores, avicultores y de los productores agrícolas.
La materia prima del alimento balanceado: maíz amarillo, sorgo, subproducto de la extracción de aceite de soya y otros rubros en menor cantidad, fue suplida hasta en un ochenta por ciento con producción nacional, hasta que la boliburguesía importadora decidió acabar con esta producción.
El sector de la producción avícola y porcina, fue la única actividad de la producción agrícola animal que deliberadamente el régimen quiso que sobreviviera. Esta actividad sobrevivió porque la boliburguesía importadora vio en la importación de materia prima del alimento balanceado un filón para sus negociados con el otorgamiento de los dólares preferenciales. Al destruir la producción nacional y mantener activas las granjas de cerdos y de aves, tendrían donde colocar la materia prima importada por ellos.
En 2012 el sector porcino produjo 350 mil toneladas de carne de cerdo. Este año la producción solo alcanzó unas noventa mil toneladas, la oferta nacional de carne de cerdo por persona al año se redujo de doce kilos en 2012 a tres kilos por persona en 2017. Sin la abundancia de dólares para importar la materia prima, el régimen abandonó a su suerte a la anteriormente protegida actividad porcina. La falta de alimentos balanceados, de medicinas veterinarias, de energía eléctrica y de combustibles, terminaron de completar el cerco de la actividad porcina.
La ausencia de una Política de Estado que ejecute un Plan Agroalimentario para el Pleno Abastecimiento de alimentos, permitió que la producción porcina y avícola se convirtiera en una actividad de ensamblaje. El afán de lucro de la boliburguesía importadora ha impedido la integración de ambos circuitos con la producción nacional, manteniendo una dependencia de la materia prima importada que en la práctica hace que la carne de cerdo, de aves y los huevos son la conversión de cereales y oleaginosas importadas en proteínas ensambladas en las granjas nacionales.
@fernandocaminop