Glorificaron la fecha, construyeron una imagen épica para justificar sus dos golpes de estado. Esos dramáticos sucesos los convirtieron en supuestos antecedentes de su actuación militar. Solo les sirvió de pretexto para reescribir la historia. Uno de los juramentados en el Samán de Güere se presentó como voluntario -cuando no estaba de servicio- para acompañar la acción represiva, en la que lamentablemente falleció.
Cayó lunes aquel 27 de febrero, ese día marcó el inicio de la explosión social que se denominó ” El Caracazo”, comenzó en Guarenas, y se expandió a toda Caracas prolongándose hasta los primeros días de marzo del 89. En esa oportunidad la “chispa que incendió la pradera” fue el aumento del pasaje interurbano, como consecuencia del alza del precio de la gasolina y de las medidas anunciadas por Carlos Andrés Pérez a los pocos días de iniciar su segundo mandato.
Hay serios indicativos que esas manifestaciones obedecían a un profundo malestar acumulado desde hacía tiempo en los sectores más desposeídos de la sociedad, del rechazó al incumplimiento de promesas y a la insatisfacción de esperanzas que se venían generando y los primeros anuncios del gobierno lucían contradictorios con tales expectativas.
Ahora casi treinta años después, vivimos en hiperinflación, fenómeno antes desconocido en el país y la crisis más severa de toda la era contemporánea, los días finales del año pasado y los comienzos del nuevo se han producido protestas en los sectores populares por el hambre. Una lectura equivocada de las manifestaciones de diciembre las reduciría al reclamo por oun pernil, en esta oportunidad esa exigencia solo fue la gota rebosante, de un malestar que también viene acumulándose desde hace tiempo en el entramado de los estratos sociales menos favorecidos.
La continuación de las protestas después de ese incumplimiento demuestra el mar de fondo que ellas expresan y posiblemente se seguirá manifestando. Esa lectura errónea circuló intensamente en las redes sociales, acompañada de calificativos insultantes porque la protesta no incluía entre sus manifestaciones la lucha por la libertad y la democracia.
No hay que olvidar que en la historia grandes convulsiones se produjeron inicialmente por la lucha por el pan y por la situación social que se vivía; tal es el caso de la revolución francesa y también el de la rusa. Irónicamente en las “batallas del teclado” luego a quienes recriminaron a los protagonistas de las protestas populares por su contenido, otros le reprocharon que se volcaron a comprar en las cadenas de supermercados a los que la SUNDEE, obligó arbitrariamente a rebajar los precios marcados para el 15 de diciembre.
El escenario de alcanzar el cambio político como consecuencia de una “explosión social” parecida a la de 1989 (nunca la historia se repite de manera idéntica) acompañado de hechos indeseables que terminan perjudicando a todos como los saqueos, se le asignaba muy poca probabilidad. Lamentablemente las medidas que adopta el gobierno no apuntan a la solución de controlar la inflación, es más ni siquiera pueden considerarse paliativos, los aumentos, los bonos y rebajas compulsiva de precios tiende a agravar cada vez más la situación.
El gobierno se ha cuidado de no reprimir de manera salvaje estas manifestaciones, tal como hizo con la protestas políticas, teme que ellas se continúen expandiendo y se produzcan simultáneamente. Es verdaderamente deplorable su conducta al no tomar decisiones acordes con la dimensión de la crisis, junto a la pretensión de ignorar su magnitud, lo que acentuará la gravedad y hará aún más insoportable nuestras condiciones de vida.
Por ser este mi primer artículo del año, a pesar de lo dramático de la situación y conociendo todos los pronósticos, expreso mis deseos para que el 2018 sea el mejor posible, porque avancemos unitariamente en la lucha por alcanzar el cambio, para conquistar la libertad, la democracia y para lograr que el país progrese en paz.