Acercándonos al 23 de enero, día en que se conmemora el despertar de un pueblo, quiero hacer un breve recuento de lo que se vivió con la intención de compararlo con el momento actual. Es bueno recordar la incompatibilidad entre los partidos que se crearon para la búsqueda de la democracia, incluyendo el partido de los comunistas; sin embargo, fue necesario coincidir para luchar juntos contra la dictadura de Pérez Jiménez. Quiero acotar que aunque un tiempo después el PCV pretendió darle una puñalada a la democracia recobrada, yendo a una insurrección armada azusada y dirigida por Cuba, es otra cosa, aunque no poca cosa.
A finales de 1957, la situación pintaba muy amarga para la oposición que debió realizar grandes sacrificios: muchos dirigente muertos, presos, perseguidos o exiliados, a pesar de ello, Acción Democrática y el PCV se mantenían en pie, mientras prácticamente estaban desaparecidos URD y COPEI. En esos momentos cruciales para la democracia y la libertad, se tuvo la suficiente claridad y la sincera voluntad de unirse y avanzar, porque se tenía un objetivo común: recobrar nuestro país.
Con las primeras señales de resquebrajamiento del apoyo militar al régimen, los sectores civiles despertaron. Y no sólo las protestas de calle se generalizaron, sino que la sociedad civil organizada (estudiantes, trabajadores, empresarios, medios de comunicación, médicos, abogados, etc.), pública y expresamente, rechazó al dictador quien, por años, había reprimido, engañado y coartado las libertades de los venezolanos.
Los partidos estuvieron en el ojo del huracán, orientando y canalizando el descontento, y dándole el sentido político que merecían. Obviamente, los partidos estaban conformados por dirigentes heroicos y, a la vez, pensantes, moralmente íntegros y económicamente modestos, e incapaces de venderse a los intereses oficiales. Eran – por decirlo de alguna manera – una suma de talentos y habilidades, que gozaban de la necesarísima experiencia y profundidad de planteamientos lo cual facilitó ese urgente acuerdo de unidad.
Así las cosas, vemos que la unidad no se decreta. Se alcanza con las acciones que se llevan a cabo día a día, siendo imposible lograrla cuando hay ligereza de tentaciones, ideas y propósitos; y cuando existen afanes de un protagonismo vulgar y la creencia de que los demás son unos bobos seguidores que no merecen rendición de cuentas. Por ello, acercándonos al 60º aniversario de la caída de Pérez Jiménez, debemos aprender su lección estelar: la unidad sobre bases firmes, limpias y seguras. Una unidad con voceros acreditados, confiables y decentes.
Hoy nuestra dirigencia política no puede continuar ignorando cuáles son las verdaderas necesidades del pueblo. Debe recordar esos momentos históricos que nos dieron el pase de una dictadura feroz a una democracia participativa. Debe tomar las enseñanzas y experiencias vividas que los líderes de otras generaciones nos dejaron para traducirla y utilizarla en estos momentos. Ya basta de improvisar, de hacer la política de mirarse al ombligo. Venezuela necesita de forma inmediata una unidad coherente, decidida y digna, pero sobre todo una unidad cuyo fin sea el servicio al pueblo y no a los intereses de una individualidad.
@freddyamarcano