Antes de proceder con mi análisis y opinión sobre el final trágico, mediático e inhumano de el ex piloto del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), Oscar Pérez, doy mis condolencias a sus familiares y amigos de López; así como a los deudos de quienes cayeron junto a él.
El 15 de enero de 2018 será recordado en Venezuela y el mundo, como el día de la demostración de la violación de Derechos Humanos más flagrante que ha ejecutado el régimen de Nicolás Maduro. Tras un intenso combate, que incluyó todo tipo de armas, artefactos y vehículos de guerra, que logró la neutralización y rendición de Pérez y sus compañeros según lo que pudimos ver en los videos; estos fueron asesinados.
Desde el primer día, aquel 27 de junio de 2017 Día del Periodista, que vimos las imágenes del helicóptero, los videos de la pancarta pidiendo la activación del artículo 350 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y las supuestas detonaciones en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ); en un país donde el Gobierno controla todo, aeropuertos, inteligencia, contrainteligencia, infiltrados, sapos, culebras y afines, dudamos de la acción de Oscar Pérez, se llegó a pensar que se trataba de un montaje, y cómo no dudarlo si algo que también sabe el modelo cubano venezolano es de montar show y vivir de show en show.
Ante aquella película y guiado por mi incredulidad, usé un comodín para saber de qué se trataba toda esa acción con un toque hollywoodense; llamé a un colega periodista que goza de mi respeto profesional y personal, quien me dio su impresión y hoja de vida de Oscar Pérez, por lo que de inmediato y descarté la hipótesis de “montaje mediático”, o “trapo rojo”.
Pero en la opinión pública no fue así, faltó quizás un mejor manejo por parte del llamado movimiento nacional “Soldados de franela” para la venta de su proyecto.
Esa hazaña sin opinión pública favorable tendía a morir en corto tiempo, la segunda razón es que los proyectos individuales también se estancan, pues no forman parte de un colectivo.
Hugo Chávez en 1998 usó las armas del Estado, se reveló contra el sistema, manejó todo desde el Museo militar, dispararon, hubo bajas, pero se le permitió entregarse y hablar a los medios de comunicación para dirigirse al país y al mundo para decir el famoso “por ahora” que le permitió llegar al poder seis años más tarde. Sin duda alguna hizo un buen manejo público de su intento fallido de Golpe de Estado, logró ese determinante apoyo colectivo que necesita cualquier movimiento para hacerse del Poder.
Oscar Pérez pudo hablarle a una reducida opinión pública por tener saldo en el teléfono, usar las redes sociales para suplicar que detuvieran el ataque porque estaban dispuestos a entregarse no le valió de nada, no corrió con la misma suerte que Hugo en su momento; pues el régimen de Nicolás decidió no concederle un “por ahora” al ex piloto del Cicpc y sus compañeros; sino que prefirió darles un hasta nunca.
Estas líneas las escribo para que queden sentadas y para la historia, seguro ya mañana es periódico de ayer lo de Oscar, pero no para sus tres hijos, su madre y su familia.
En 18 años de asesoría cubana el gobierno ha aprendido a jugar con los tiempos, a esperar hasta el último minuto, contar hasta 100, ejecutar y esperar reacciones para contraatacar.
La clandestinidad dura muy poco, Oscar y su grupo lograron mantenerse seis meses en ella, comunicándose con el exterior a través de las RRSS que fácilmente son detectables, un error que pareciera no calcularon muy bien.
Ahora bien, todas las formas de lucha tienen consecuencias. La de Chávez tuvo la suya: un golpe fallido, prisión, indulto, elección y triunfo electoral. La de las FARC, más de 50 años en la confrontación, violando derechos humanos, asesinando, secuestrando y dedicadas al narcotráfico terminaron en una negociación y hoy aspirando a cargos políticos.
Mandela, también tuvo su propia historia: lucha, prisión y negociación con sus opresores. Cada quien decide cuál es su forma de lucha.
Edward Rodríguez
@edwardr74