Una oleada de saqueos de turbas hambrientas en el interior de Venezuela ha provocado el cierre de muchas tiendas e incentivado a algunos comerciantes a armarse con pistolas y machetes, acrecentando el temor a que la violencia llegue a Caracas.
La agudización de la escasez de alimentos y la imparable aceleración de la inflación han desatado saqueos desde el inicio de la temporada navideña, con un saldo hasta ahora de siete personas fallecidas.
Los disturbios fueron encendidos por la escasez de carne de cerdo, típico componente del plato navideño venezolano, a pesar de que el presidente Nicolás Maduro había prometido carne subsidiada para aliviar la escasez en diciembre.
Camiones, supermercados y licorerías se han convertido en el objetivo de los saqueadores en la nación sudamericana de 30 millones de habitantes, ubicada entre las más violentas del mundo.
Y los destrozos están causando más daños a los negocios ya maltratados por la crisis, lo que genera dudas sobre cuánto tiempo más pueden aguantar.
Venezuela, que una vez fue uno de los países más ricos de Latinoamérica, inicia su quinto año consecutivo de recesión y sufre la inflación más alta del mundo, que según el Parlamento de mayoría opositora superó el 2.600 por ciento en 2017.
En los primeros 11 días de enero ocurrieron unos 107 saqueos o intentos de saqueo, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, una organización no gubernamental. En una de las escenas más dramáticas, una muchedumbre degolló ganado que pastaba en un campo en el occidental estado Mérida.
Los comerciantes de la ciudad andina de García de Hevia -en el vecino estado Táchira-, escépticos de que las autoridades los puedan proteger, han tomado el asunto por sus propias manos.
“Nos estamos armando con palos, cuchillos, machetes y armas de fuego para defender nuestro patrimonio”, dijo William Roa, presidente de la asociación local de comerciantes.
Roa, propietario de un restaurante y licorería, calculó que más de dos tercios de las tiendas en el pequeño pueblo cerca de la frontera con Colombia estaban cerradas. “Tenemos comunicaciones por grupos de Whatsapp coordinados por manzanas las 24 horas del día”, agregó.
En Ciudad Guayana, otrora una potencia industrial alimentada por el río Orinoco en el sureste del país, muchas tiendas permanecen cerradas después de una ola de saqueos nocturnos.
La basura llena las calles y circulan pocos vehículos, aunque los autobuses siguen atestados de gente que cruza la ciudad en busca de lugares para comprar comida.
Los comerciantes en Caracas temen que los saqueos, concentrados hasta ahora en las provincias más pobres y anárquicas, se extiendan a la capital.
Los dueños de la pastelería Arte París, en el centro de la capital, reforzaron su tienda con rejas metálicas el mes pasado, y sólo almacenan inventario mínimo de ingredientes como la escasa azúcar. También han considerado contratar un guardia nocturno que resulta bastante costoso.
“El miedo está”, dijo Sebastián Fallone, uno de los propietarios, mientras hombres y niños pedían comida a los clientes. “Uno se va en la noche sin saber lo que va a conseguir en la mañana”.
“Sin esperanza”
Críticos del Gobierno socialista dicen que la negativa de Maduro a reformar la economía del país miembro de la OPEP ha inflamado la caótica pelea para sobrevivir.
Con los comicios presidenciales que se avecinan este año, el mandatario, quien podría buscar la reelección, argumenta que la economía dependiente del petróleo es víctima de saboteadores respaldados por Estados Unidos que quieren avivar conflictos y desacreditar el socialismo en el continente.
Aunque algunos de los videos de saqueos se han vuelto virales, el Gobierno de Maduro se ha mantenido en gran medida silente. El Ministerio de Información no respondió a una solicitud de comentarios sobre la escala y el impacto de esta ola de saqueos.
Los disturbios también han avivado los temores a que el caos social pueda salirse de control, impulsando la migración masiva a los países vecinos o una explosión del descontento.
“Las protestas a pequeña escala serán numerosas y cada vez más violentas; cualquiera de estas protestas podría encender la chispa de serios disturbios”, dijo la consultora Teneo Intelligence en una nota a clientes sobre el año que arranca.
En un esfuerzo por calmar la ira de los votantes ante la inflación, el organismo gubernamental encargado de garantizar los “precios justos” de los productos ordenó a unos 200 supermercados reducir los precios este mes, lo que provocó compras masivas.
Los saqueos también han asustado a los conductores de camiones, ralentizando la cadena de distribución de alimentos que tradicionalmente tarda en reactivarse en enero luego de las vacaciones navideñas y de fin de año.
Para Mery Cacua, gerente de La Gran Parada, una cadena de supermercados en San Cristóbal, la capital del estado Táchira, la situación se ha vuelto demasiado difícil de manejar.
“En dos semanas toca cerrar. Ya no hay esperanza”, dijo. Agregó que ella y sus hermanos aún no han reunido la fuerza para darle la noticia a su padre de 87 años, fundador del negocio hace 60 años.
La familia no sabe qué hacer, pero está considerando comenzar de cero en Colombia.
Los supermercados que permanecen abiertos a menudo son la sombra de lo que alguna vez fueron. Muchos estantes están vacíos y cada vez más los venezolanos humildes esperan en las puertas e imploran a los compradores que les regalen algún producto.
“¿Aquí que van a saquear? No hay nada. El depósito está vacío”, dijo un empleado de un gran supermercado en Caracas, mientras un colega detrás de él llenaba estantes con botellas de agua para aparentar que estaban abastecidos.
Por Alexandra Ulmer y Anggy Polanco/Reuters