Las autoridades colombianas desalojaron el miércoles a primera hora a un grupo de 268 venezolanos que se encontraba en una cancha deportiva ubicada en una barriada de Cúcuta y repatriaron a la mayor parte de ellos.
Reuters
La actuación de las autoridades eleva la tensión en la ciudad fronteriza, a donde llegan a diario miles de venezolanos buscando comida, medicinas y mejores ingresos para aliviar los efectos de una larga crisis que sacude a la nación petrolera.
El alcalde de Cúcuta, César Rojas, dijo que en la cancha del barrio Sevilla se había asentado precariamente unas 1.000 personas. Pero tras las protestas de los vecinos del lugar, entre domingo y martes una gran parte se marchó y solo permanecían unas 268 personas.
“No se está discriminando a nadie, pero nos están causando una molestia en los sectores residenciales donde ocupan barrios y coliseos y no permiten a los vecinos del sector disfrutar de los espacios públicos (…) Son miles de personas que cruzan a diario y ocupan los andenes”, dijo Oscar Gerardino, secretario del Gobierno del departamento fronterizo de Norte de Santander.
Del grupo que fue desalojado 218 fueron conducidos al Puente Internacional Simón Bolívar, uno de los puntos de cruce oficial entre las dos naciones. Allí no se hizo un trámite formal de deportación y solo le tomaron a cada uno una foto.
“Hemos pedido a las personas venezolanas vuelvan a su país voluntariamente. Aquellas personas que ingresan al país con tarjeta fronteriza deben pasar solo siete días en la ciudad. Yo solo hice detener la agresión en mi ciudad porque estaban bañándose allí (en la cancha)”, dijo Rojas.
Otro grupo de 50, que contaban con sus pasaportes, fue trasladado a un hotel para ser llevados a la frontera con Ecuador, según informó Gerardino.
“Nosotros fuimos con la ilusión de trabajar y salir a la dictadura que tiene Nicolás Maduro en Venezuela. Lamentablemente nos devolvieron”, dijo Jesús Millán, de 45 años, uno de los repatriados, que llegó hace una semana a la cancha del Sevilla desde Maturín, una ciudad en el oriente venezolano.
“Me siento triste. Tuvimos agresiones de parte de los colombianos con piedras. Gracias a Dios, la policía nos resguardó en tres días de agonía. Aquí hay trabajo, pero en Venezuela no hay nada”, agregó Millán, que trabajaba en un auto lavado.
Las autoridades colombianas evalúan construir albergues para los más desamparados, pero aguardan el apoyo de Naciones Unidas. “Estoy cansado de ver niños allí sufriendo, y no tienen nada que ver con las políticas de Venezuela. Las señoras embarazadas duermen en situaciones inhumanas”, sostuvo el alcalde Rojas.
Por ahora la municipalidad maneja un censo de las personas que pernoctan en sitios públicos para conocer de dónde provienen y de qué personas se trata, según explicó el alcalde.