Inevitable que el tiempo – tan corto – nos diera la razón a quienes votamos expresamente, a viva voz, en contra del acuerdo parlamentario que avaló el llamado diálogo de República Dominicana, por cierto, faltando el quorum reglamentario. Ha sido tan monumental el fracaso que a la dictadura misma no le convendría evidenciarlo, manteniendo en lo posible una mesa de negociación que el propio Timoteo Zambrano, entristecido, por la vía epistolar, denunció como una oportunidad para “los capitanes de micrófonos que lucen mansos en encuentros bilaterales a puertas cerradas” (https://www.lapatilla.com/2018/01/06/timoteo-zambrano-anuncia-su-renuncia-a-las-reuniones-del-dialogo/). No obstante, faltan escrúpulos hasta políticos, porque el madurato conversa a la oposición que luego se encarga de delatar.
Desde muy antes de iniciarse las conversaciones, intercambios, tertulias o encuentros casuales en inadvertidos en la isla caribeña, voceros del sector cuatripartito de la oposición, adelantaron su aspiración a unos comicios presidenciales, por inminentes que fuesen y así, la Asamblea Nacional, no hubiese cumplido con la promesa y deber de un íntegro reemplazo del rectorado del CNE, como también – temprana y explícitamente – lo exigimos los diputados de Vente Venezuela. Es de suponer que ventilaron el asunto con los hermanos Rodríguez, sin llegar a un definitivo y compartido acuerdo, pero – al fin y al cabo – tampoco hizo falta, pues, así como unilateralmente ese sector en cuestión pretende representar a toda la oposición, imponiéndole sus torpezas, la dictadura hace lo propio con todo el país, consagrando una rara modalidad: la de una negociación sobre hechos cumplidos.
Quienes suscribieron el Tratado de Coche que dio fin a la guerra federal en el siglo pasado, nunca se atrevieron a tanto a pesar de las consecuencias que tuvo. Y, mucho menos, de auspiciar, propinar o protagonizar una escena parecida a la invalidación de los partidos mismos que concurrieron al conversatorio, imponiéndoles por penitencia la de agotar el contradictorio esfuerzo de validarse con el apuro de sus meras ansiedades presidenciales, vanidad que cuenta en la radiografía de los servicios de inteligencia que tienen en sus manos los representantes del oficialismo a la hora de hablar.
Poco puede importar la conformación de un CNE que, en lugar de la total y deseable independencia de sus miembros, a lo sumo, los humillados de Santo Domingo aspiran a integrarlo minoritariamente con sus militantes; o el REP, entre tantos asuntos de naturaleza técnica que requieren de un mayor lapso de auditoría y perfeccionamiento, como lo ordena la normativa vigente, pues, se hizo costumbre el ventajismo de una dictadura que los ridiculizó en las elecciones regionales y municipales que completaron el fraude constituyente. Y es que, esa falta de conducción política convincente, profunda y coherente de un sector de la oposición, es la que los lleva y pretende llevarnos a todos, a una carnestolenda electoral.
La unidad opositora ha operado como un chantaje, aunque – destrozando a la MUD – la hayan traicionado, cuando – arbitraria y descaradamente – el cuarteto de los partidos corrieron a presentarse a las regionales y municipales, aceptando todo diálogo, en abierta contradicción y traición con el mandato del 16 de julio de 2017. Inconformes, algunas de sus individualidades amagan con la deserción, pero no se atreven esperanzados en que la cohabitación por formalizar, les abrirá un cupo prometedor.
La experiencia cubana se ha impuesto y, con zurcido invisible, lentamente contribuye a un inmediato escenario post-electoral en el que Nicolás Maduro adoptará las otras medidas que tiene pendiente, amén de facturar a los suyos que sabe discrepantes y meros supervivientes. Nada extrañará que, en lugar de finiquitarla, quede en pie una Asamblea Nacional de pantomima, forzada a reconocer una constituyente que la sabe fraudulenta, porque en la Unión Soviética y los países satelitales hubo también las ornamentales curules de una oposición fingida; el cambio definitivo de las autoridades rectorales, por lo que concierne a las universidades públicas y autónomas, consumando las condiciones que ha creado y avanzan, por ejemplo, en la Central de Venezuela, la Simón Bolívar o la de Los Andes; o el desconocimiento definitivo de todos los gremios, entronizando los tales consejos laborales, empresariales, profesionales, estudiantiles, deportivos, etc., en mente.
Recordamos, tiempo atrás, le preguntamos a un colega parlamentario sobre un folleto relacionado con Hannah Arendt que exhibía desde su curul, como si la sesión fuese la mejor ocasión para una lectura serena y sagaz, pues, no intervendría en la plenaria para citarlo. Luego de bromear sobre la película que le hizo Margarethe von Trotta (2012), donde la caja de cigarrillos compitió con el estupendo trabajo actoral de Barbara Sukowa, nos confió que urgía de la lectura para comprender la situación venezolana del XXI. Y, al parecer, lo hizo o hizo mal, porque se ha mudado voluntariamente al exterior aún sin renunciar a su representación, como ya ocurre con varios: acaso, ¿es el otro escenario post-electoral que nos espera, distinto a una salida forzada, obligada, inevitable?