Las fuerzas democráticas tienen frente a sí varios dilemas por resolver. Interrogantes a la esperas de repuestas apropiadas y oportunas. Incógnitas por despejar. La que en apariencias luce como la primera y principal, no necesariamente constituye el nudo que al desatarse suelte otros lazos.
Si se mantiene la convocatoria de elecciones en el primer cuatrimestre del año, tal como lo ha promovido el oficialismo, sin las garantías electorales que permitan unos comicios como algunos de los precedentes -por supuesto excluyendo los tres últimos- donde a pesar del ventajismo descarado, el abuso de poder y los desequilibrios se podía competir; hasta el punto de lograr en las últimas elecciones parlamentarias los resultados conocidos. Ahora seguramente se concentraría el debate en torno a si participa o no en en la contienda electoral.
Antes de adoptar una decisión frente a ese dilema hay una exigencia que tiene prelación, como lo es el de definir la disposición a participar unitariamente de la política que en definitiva se adopte. Ese constituye el primer y principal problema a dilucidar.
La repetición de la nefasta experiencia en la elección de Alcaldes, donde unas organizaciones decidieron participar abiertamente, algunas de manera velada en los municipios donde tenían opción de triunfo y otras llamaron a la abstención, constituiría un gravísimo e inexcusable error que le dejaría el campo libre al gobierno.
Existe el planteamiento de seleccionar el candidato que a la vez se convierta en el vocero principal de la exigencia de las condiciones electorales y en la eventualidad de que permanezcan las condiciones del ultimo proceso podría retirar su postulación. En cualquier caso, la conducta que se decida asumir debe ser unitaria para que pueda alcanzarse el objetivo propuesto.
El método de selección del candidato constituye otro dilema a resolver. Se ha propuesto la celebración de primarias abiertas, aún quienes lo consideran la forma más democrática, estiman que ese método tiene sus ventajas y desventajas. Igualmente existe la proposición de elección por consenso, método que igualmente tiene sus virtudes y defectos. Para escoger la forma de seleccionar la candidatura hay que tomar en cuenta algunas variables; el tiempo de acuerdo la fecha de la convocatoria electoral, la eventual participación de candidatos independientes u “outsider”- tal como se ha venido mencionando recientemente- entre otros son factores que habría sopesar a la hora de decidir.
La no participación en el proceso es una opción – de no lograrse condiciones electorales aceptables- no debe ser una decisión aislada, por el contrario debe estar acompañada de una ruta a seguir a posteriori, que envuelva la actuación en los diversos escenarios de la lucha. En anteriores oportunidades hemos insistido en este aspecto que implica necesariamente superar la propensión al “monotareismo” que consiste en desenvolverse en un solo campo de la acción política, olvidando la metáfora de la simultánea de ajedrez, que ilustra perfectamente la complejidad del comportamiento político cuando se enfrenta a regímenes de las características del que gobierna hoy en Venezuela.
Las interrogantes planteadas podrán comenzarse a despejar a partir de lo que haya ocurrido ayer en República Dominicana (sobre lo cual no nos hacemos muchas expectativas) pero acorde con la visión de accionar en los más diversos campos, el de la negociación, es sin duda uno que no se puede descartar a priori, cuando sabemos que con frecuencia los conflictos políticos en última instancia se dirimen en el terreno de la negociación.
La exigencia de garantías para el proceso electoral que constitucionalmente debe realizarse este año tiene como propósito cambiar el gobierno, para sustituir el actual modelo, por un gobierno que atienda con urgencia las calamidades que sufre la mayoría y posibilite el desarrollo del país en paz.