Lo único bueno que recuerdo de la fecha, es que esperábamos a nuestro primer hijo, mi sol mayor que, como yo, cívico, civil y civilista se opone a la desgracia que sembró aquel desquiciado milico.
No obstante, conviene describir todos los actos contra CAP desde el caracazo su condena y el ascenso del golpista como conspiración. No puede olvidarse que los mismos que insurgieron contra el gobierno democrático de 1992, dizque para superar la corrupción, la falla en los servicios públicos, y con una carga de nacionalismo-bolivariano a rabiar, hoy –todavía- y luego de una macabra pesadilla de diecinueve años, no hallan qué hacer para justificar tanta ineficiencia, incapacidad e incompetencia para resolver la grave crisis por ellos generada.
Por el contrario, se han visto incrementados por la incapacidad e improvisación oficiales, al punto que siguen haciendo honor a lo que el difunto dijo: “no tengan miedo a equivocarse, estamos ensayando”.
Para dicha nuestra, CAP descabezó los dos golpes militares o asonadas, mejor dicho, y aunque algunos filibusteros le soplaban desconocer las instituciones, aceptó ser enjuiciado.
Caldera II sobreseyó al golpista y su combo, quien nunca fue a juicio por no confiar en la justicia. De allí que no fuera sentenciado. No es como algunos dicen por ignorancia jurídica y de los hechos. Chávez y su combo golpista fueron sobreseídos, NO indultados. El sistema judicial de entonces ha debido juzgar a los golpistas e imponer la sanciones o penas correspondientes.
Nada que celebrar. Doña Blanquita Rodríguez de Pérez y su honorable familia, salvaron sus vidas milagrosamente, pues los golpistas tiraron a matar.
Nada que celebrar el 4F ni el 27N. Recordar sí las intentonas golpistas de esos funestos días. No olvidar el 4F ni el 27N, siniestras fechas de insurgimiento contra un gobierno legítimamente constituido; intentonas golpistas, funestos días teñidos de sangre por manos asesinas.
Tampoco olvidemos a aquella inefable exmagistrada y su peregrina tesis de la “supraconstitucionalidad”, lo que permitió en cierto modo brindar en buena bandeja complaciente una “constituyente”, para que una cuerda de felones se cogiera el poder. ¿O no?
Y aunque el difunto llegó al poder por la vía democrática, gozando de legitimidad de origen, no queda duda que pronto incurrió en ilegitimidad en el ejericio del mismo, y fue así como Chávez mal gobernó hasta el hartazgo, 14 años de un período de ingrata recordación, hoy continuado por esa cosa en cuyas “alas” lleva marcada la señal de la trampa y la usurpación.
El país sufrió el hartazgo catorceañero a merced de un ser despreciable; milico golpista que encarnó la suma de todos los defectos morales del venezolano; que atropelló todo el ordenamiento jurídico venezolano y se burló de toda convención del derecho y encarceló arbitrariamente.
Nada que celebrar, siendo que un golpista aposentado en el poder, NO expropió, sino que despojó de su propiedad a innúmeros ciudadanos honestos; insultó y nos escarneció en sus deleznables y obligadas cadenas nacionales de radio y TV.
El megalómano delirante –la redundancia valga- enajenó nuestra soberanía nacional a los designios de la oprobiosa dictadura cubana, y ante la acción asesina del hampa y del malandraje mostró grosera complacencia.
Nada que celebrar, ¿o acaso merecen ser celebradas aquellas listas infames y excluyentes, cuya siniestra vigencia no pudo ser posible sin la aprobación de Chávez?
Sí, Chávez, el mismo que se negó terca e inhumanamente a recibir la ayuda extranjera cuando la tragedia de Vargas, aquella vaguada que casi arrasa con todo el litoral.
Ha señalado Agustín Laje: “Murió Hugo Chávez. Recordémoslo como verdaderamente fue: políticamente, un enemigo de la democracia que consiguió destruirla desde su interior; económicamente, un pésimo administrador con suerte que desperdició una posibilidad inédita de desarrollar a Venezuela; y socialmente, un militarista desquiciado que quiso pergeñar un Estado policíaco en permanente paranoia, y acabó fragmentando a toda una sociedad que ahora, sin el caudillo, armada y fanatizada, espera por tiempos más violentos aún.”
(*) Autor del libro “Los mitos setentistas” y co-autor de “Plumas Democráticas”.
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Así las cosas, ¿Chávez vive? pues sí, en cada andanza del hampa, cada gota de sangre derramada, cada viudez y orfandad generada, en cada miseria humana.
Nada que celebrar.
Jesús Peñalver