Ropa usada, el último recurso para conseguir dinero en Venezuela

Ropa usada, el último recurso para conseguir dinero en Venezuela

Venta de ropa usada

La tienda llena de ropa para dama ubicada en el centro comercial Único, una urbanización al este de Caracas, la zona por tradición con mayor poder adquisitivo, esconde uno de los dramas que viven los venezolanos. Así lo reseña infobae.com

Por Aymara Lorenzo / Caracas-Venezuela





“Boutique su confidente” no es una tienda cualquiera, en la que los clientes pueden encontrar prendas a la última moda. Se ha convertido en la única opción para muchos caraqueños que solo pueden comprar ropa usada para vestirse a diario.

Son las 10.30 de la mañana del martes de la segunda quincena de enero, justo el día en el que en Venezuela las empresas pagan el salario a sus trabajadores. Las personas que se encuentran dentro de la tienda están enfocadas en revisar los largos percheros con la ropa que está ordenada por categoría: faldas, pantalones, blusas, vestidos de fiesta, zapatos y lencería.

Víctor Correa, el dueño de “Boutique su confidente”, cuenta que algunos clientes llegan desesperados por vender algo de ropa para comprar comida o medicamentos
Víctor Correa, el dueño de “Boutique su confidente”, cuenta que algunos clientes llegan desesperados por vender algo de ropa para comprar comida o medicamentos

 

Al percatarse de la presencia de la cámara dos de ellas comienzan a esconderse para no ser alcanzadas por el lente, incluso una nos amenaza y nos dice que va a partir la cámara contra el piso, acusándonos de no respetar “la miseria” por la que está pasando buena parte de los venezolanos y que les obliga a buscar ropa de segunda mano aquí.

Otra cliente, que observa la situación se muestra dispuesta a relatar por qué está en la tienda.
Karen Buzca, es oficinista en una empresa, viene por tercera vez a la tienda. Ha repetido los tres últimos meses porque asegura que los precios son atractivos.

— Es un ahorro significativo venir para acá. Me enteré de la tienda una vez que vine al centro comercial y me llamó la atención la cola que vi en la puerta. He comprado faldas, pantalones, camisas. Me he ido equipando aquí.

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En cada oportunidad que ha estado en la tienda ha gastado el equivalente a 0,80 centavos de dólar a la tasa de cambio del mercado negro (la única manera de acceder a la divisa estadounidense), monto equivalente casi al 50% de su salario mensual.

El salario mínimo en Venezuela, con el último aumento decretado por el presidente Nicolás Maduro el pasado 31 de diciembre de 2017, equivale a 0,99 centavos de dólar a esa misma tasa de cambio del mercado negro que fluctúa a diario de acuerdo a la oferta y la demanda. Con el salario mínimo, un venezolano ni siquiera puede comprar un cartón de huevos que tiene 36 unidades.

Un pantalón nuevo puede llegar a costar el equivalente a 11 dólares. Se necesitan 11 meses de trabajo con salario mínimo para poder pagarlo.

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—Es una alternativa para tener ropa –continúa Buzca– porque aunque es usada para mí es como nueva porque la estoy comprando y en la calle no van a saber que alguien la usó antes que yo.

Pero hay otros venezolanos, como Carla Melo, estudiante de cosmetología, quien a pesar de la precaria situación en la que se encuentra todavía tiene disposición para ayudar a otros.

—Es la tercera vez que vuelvo a la tienda. Conozco a niños que tienen mucha necesidad y es una opción para comprarles algo barato. Son niños de la calle a los que quiero darles algo. Regalarle una sonrisa a alguien no tiene precio.

La tienda de ropa usada tiene 31 años. Su dueño, Víctor Correa, explica que la fuente de su mercancía para la venta es a partir de la ropa que llevan clientes para vender. La razón por la que lo hacen hubiera resultado impensable para los venezolanos en el pasado.

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–De diez personas que vienen en la semana a vender ropa dos me dicen que es para comprar comida, es decir, el 20%. Venden la ropa porque tiene necesidad, porque tienen hambre, porque no hay suficiente dinero, no les alcanza el que tienen y además no se consiguen los alimentos, explica Correa.

Históricamente en Venezuela en enero la oferta y la demanda disminuyen, porque hay baja en los niveles de inventario y las personas han gastado sus utilidades en diciembre. Pero enero de 2018 además inicia con la orden que dio el gobierno en diciembre con la que obligó a 26 cadenas de supermercados a bajar los precios de los alimentos, lo que originó compras nerviosas y que la gente gastara más de su presupuesto mensual en adquirir para conservar el valor del dinero con los pocos alimentos que habían en el mercado.

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—En enero siempre se vendía pero este mes ha bajado en comparación con años anteriores. Vendimos 50% menos de lo que debimos haber vendido, sostiene Correa, quien tampoco escapa de la hiperinflación que afecta a Venezuela. Al iniciar 2018 recibió un aumento en el canon de arrendamiento mensual de 3.000%

El Fondo Monetario Internacional espera para Venezuela en 2018 una caída de 15% en la economía, y una inflación de 13.000%.

En diciembre la tienda de ropa usada vendió veinte mil piezas. Su ganancia puede llegar a ubicarse en el 100% de lo que paga por cada pieza de ropa.

Esta tienda tampoco escapa al hurto del que puede ser objeto una tienda de ropa nueva. De los zapatos es solo exhibido uno de cada par para evitar que alguna clienta con “malos hábitos” se calce con la mercancía y deje los suyos en la tienda.

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Al recordar cómo comenzó el negocio vendiendo en una tarde el closet completo de él y de su esposa, quien tenía contacto con gente que se dedicaba a comprar el mobiliario de personas que, por razones diferentes a las de ahora, emigraban de Venezuela. Correa dice que nunca se imaginó que este país fuera a pasar por una crisis de tal magnitud en la que comprar ropa usada fuera para muchos su única opción.

— Una vez llegó una señora con ropa muy fina de una niña como de 15 años que aquí iba a tener poca salida. Le dijimos que no podíamos comprarle la ropa. La señora se puso a llorar y me confesó que no tenía para las medicinas de su hija que estaba muy enferma. No le compramos la ropa pero le dimos dinero para que comprara la medicina.

La resignación es el sentimiento dibujado en el rostro de quienes entran y salen de la “Boutique su confidente”, en un país que a causa de un modelo político y económico que no quiere ser rectificado por el gobierno sufre las consecuencias del llamado socialismo del siglo XXI.