Shay Makinde no puede dejar de culparse a sí mismo.
Mientras trataba de huir de un antiguo estudiante que, armado de un fusil semiautomático disparaba a mansalva por los pasillos de la secundaria Marjory Stoneman Douglas High, Makinde pudo salvar a dos de sus compañeros empujándolos dentro de un aula, publica El Nuevo Herald.
Por MARTIN VASSOLO
mvassolo@miamiherald.com
Makinde es considerado como un héroe entre los estudiantes por tener la serenidad y el valor de ayudar a otros antes que a él mismo. Sin embargo, por mucho que lo intentó, no pudo salvar a su mejor amigo, Joaquín “Guac” Oliver.
“En cuanto oímos los disparos, todos tratamos de ayudarnos entre nosotros”, dijo Makinde, de 16 años, y estudiante de undécimo grado en la escuela de Parkland. “Recibió un tiro en la cabeza antes de que pudiera llegar a él. Y honestamente me culpo por eso. Todo el mundo me dice que no debo hacerlo, pero si no fuera por mí todavía estuviera vivo”, dijo.
Tras recostar la cabeza en el hombro de Brandon Dasent, de 17 años, Makinde no podía contener el llanto.
Durante la primera reunión de los estudiantes de Stoneman Douglas un día después de la tercera peor masacre en una escuela en toda la historia del país, Makinde no estaba solo. Muchos de los más de 1,000 estudiantes, maestros y empleados que se reunieron durante unas cuatro horas en el Parque Pine Trails en Parkland, lloraron de tristeza y furia, así de sorpresa absoluta por lo que ocurrió.
A las 2:35 p.m., exactamente 24 horas después que un ex estudiante de la escuela mató a 17 personas e hirió a más de 12 en un ataque cuyo motivo, aún la policía no sabe con certeza, los estudiantes guardaron un momento de silencio por los muertos. Entre las víctimas están el director deportivo de la escuela, un entrenador asistente de football y guardia de seguridad, un maestro y Guac, el amigo de Makinde.
Makinde dijo que estaba en la segunda aula cuando el agresor Nikolas Cruz llegó. Después de escuchar una alarma de incendio, que Cruz activó, la mitad del aula de Makinde echó a correr, mientras los demás estudiantes caminaban, sin saber lo que estaba ocurriendo.
“Todo el mundo corría en una dirección diferente”, dijo. “No sabíamos qué pasaba”.
En un vasto campo y bajo un fuerte sol, los amigos compartieron historias de supervivencia y agradecieron a los maestros y compañeros por ayudarlos a ponerse a salvo.
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