La crisis económica de Venezuela tiene su expresión en las hileras de locales cerrados de la capital. Hace 15 años había 80.000 establecimientos, hoy sobrevive solo la mitad, publica El País.
Por FLORANTONIA SINGER/ El País
Fachadas grises con las rejas abajo son parte de la Caracas de hoy, en la que la que a diario se asiste al funeral de algún negocio que ha cerrado sus puertas en silencio. Un día una librería, otro una peluquería, otro un restaurante. Ir de compras a un centro comercial es ver una exhibición de maniquíes desvestidos, locales cerrados o con poquísima mercancía. En las calles más comerciales de la ciudad, hileras de negocios dan paso al abandono en un proceso lento, pero ya muy perceptible, como consecuencia de la crisis económica que sacude Venezuela. El PIB del país sudamericano se contrajo un 14% en 2017 tras hacerlo un 16,5% en 2016, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la inflación superó el 2.400%.
Icónicos negocios que eran parte de la tradición culinaria de Caracas han cerrado sus puertas. Recientemente fueron las ventas de arepas Doña Caraotica y La Casa del Llano, que en un tiempo fueron parada obligatoria del caraqueño que se iba de fiesta hasta el amanecer; también los restaurantes Punta Grill y La fonda de Las Mercedes, todos ubicados en la urbanización que el presidente Nicolás Maduro pidió visitar a aquellos que aseguran que hay una crisis humanitaria en el país. “Manden una cámara a los restaurantes de Altamira, La Castellana y Las Mercedes para que vean la crisis humanitaria y las garrafas de whisky que pasean por ahí. Esa es Venezuela”, dijo el mandatario la semana pasada.
“Una ciudad sin comercio es una ciudad muerta”, afirma Víctor Maldonado, gerente general de la Cámara de Comercio de Caracas. “Y las areperas, esos negocios típicos abiertos casi 24 horas, comienzan a ser una especie en extinción en del país”, agrega.
El gremio de comerciantes en la capital de Venezuela integra a unas 40.000 empresas, entre las cuales 9 de cada 10 son pequeños negocios a puerta de calle. “Hace 15 años había 80.000 negocios en Caracas, pero la tasa de mortalidad nos los ha llevado a la mitad. Los pequeños negocios son los que han podido sobrevivir porque los dueños pueden despachar a los empleados y trabajar ellos y además nunca vivieron de los dólares preferenciales del Gobierno que solo llegaron a 20.000 empresas de las 200.000 que quedan en el país”, afirma Maldonado.
Caracas ha ido perdiendo su vida nocturna con los años, especialmente en Las Mercedes, que en la década de los noventa y principios del 2000 fue la zona rosa de la ciudad. La medianoche que solía marcar el regreso a casa se ha adelantado a las 19.00, cuando las calles empiezan a quedarse solas.
El restaurante chino Aiqun, en Colinas de Bello Monte —en el sureste de Caracas—, cerró en enero. Otros negocios de asiáticos, típicos entre estudiantes ávidos de cerveza barata, también dejaron de funcionar. Discovery Bar, popular tarima de bandas de rock, puso el candado a los conciertos en septiembre pasado.
La Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional —de mayoría opositora— presentó ayer la variación de la actividad económica durante 2017. El indicador registró una caída de 13,2% y un acumulado de 25,1% desde 2012.
La escasez, la inseguridad jurídica y ciudadana, las fiscalizaciones y controles del Gobierno a la actividad comercial y la ley del trabajo que aprobó Hugo Chávez, que impuso beneficios laborales difíciles de cumplir para los patronos, son las principales razones que han llevado a la mortandad de comercios en el país. Ahora, la hiperinflación está acelerando la crisis. Maduro decretó la semana pasada un nuevo aumento salarial del 58% —el segundo del año y el vigésimo en sus cuatro años de Gobierno—, que estimulará una nueva oleada de cierres, según aseguran economistas y gremios como Conindustria.
Otros sitios de tradición como las panaderías La Ensaimada y Mar Bel, en el centro de la ciudad, apagaron los hornos hace varios meses. Ambos negocios de tradición española ofrecían dulcería típica ibérica como las ensaimadas, los turrones, los polvorones, el mazapán, los almendrados, que están en el paladar de la culinaria venezolana. En avenidas del oeste de la ciudad como la José Antonio Páez, en El Paraíso, de apenas un kilómetro de extensión, se contaban 27 negocios cerrados la tarde de un viernes tras el pago de la quincena.
Caída de la agroindustria
Víctor Maldonado, de la Cámara de Comercio, agrega otro factor que complica las cosas. La capital ha resistido mejor la crisis de servicios que el interior del país. Pero este año los cortes de energía producto de averías —como el de ayer, que dejó el aeropuerto Simón Bolívar inoperativo e inmerso en el caos por horas—, los fallos en el suministro de agua y en las telecomunicaciones comienzan a hacerse recurrentes. “El sector de restaurantes también se está viendo muy afectado por la brutal caída de la agroindustria que les impide mantener la carta”, agrega el representante.
El panorama de desolación se repite en mayor o menor medida en otros corredores comerciales como la avenida Baralt, en el centro, la avenida Rómulo Gallegos, en el este, o el bulevar Sabana Grande, la calle peatonal de Caracas. La caída de la actividad comercial se nota incluso en el tránsito. Los embotellamientos, uno de los martirios del caraqueño hace unos años, han disminuido.
En octubre del año pasado dos tercios de los negocios en la capital tenían pensado cerrar definitivamente por la dura situación que atraviesa el país, según un sondeo trimestral que realiza la Cámara de Comercio de Caracas. “Ahora estamos preparando el primer sondeo de este año, y prevemos que la cantidad va a ser mayor, porque el comerciante no tiene expectativas de que en el horizonte haya una salida política a esta crisis económica”, apunta Maldonado.