El ya acostumbrado ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo, que realiza la ONG mexicana, Seguridad Justicia y Paz, ubicó a Caracas como la segunda urbe con la más alta tasa de homicidios en el planeta durante 2017 (siendo la primera capital), sólo superada por unas pocas décimas por Los Cabos, de México.
Los 3.387 asesinatos, que de conformidad con el estudio ocurrieron en Caracas el año pasado, reflejan una tasa de 111,19 por cada 100.000 habitantes. Esta cifra supera 11 veces lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como una epidemia de violencia criminal.
No es extraño que Caracas aparezca en este deshonroso sitial de violencia criminal. En informes anteriores ha estado ubicada también entre los primeros lugares del sangriento ranking. La megabandas y los colectivos que actúan a sus anchas, la anarquía, la impunidad de un sistema policial-judicial que no funciona, la proliferación de armas de fuego y los problemas sociales generadores del delito, son algunos de los factores que han influido en esta situación.
En este ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo aparecen también otras cuatro de Venezuela: Ciudad Guayana (puesto 9, con 80,28 homicidios por 100 mil habitantes), Maturín (puesto 23 con 54,43 asesinatos/100 mil habitantes), Valencia (puesto 27 con 49,74/ 100 mil habitantes) y Barquisimeto (puesto 33 con 48,23 homicidios por cada 100 mil habitantes). Cumaná y Barcelona, que estuvieron dentro en 2016, salieron del ranking en 2017, pero no porque se verificó una disminución en la tasa de homicidios, sino porque la ONG no pudo obtener información al respecto, ni siquiera a través de fuentes alternas.
La oscuridad en las cifras delictivas oficiales en Venezuela es una realidad que tiene mucho tiempo en vigencia. En efecto, señala la ONG mexicana que “determinar la real incidencia de homicidios en este país ha sido un creciente desafío. El problema fundamental es la inexistencia de cifras oficiales, que además sean verídicas y verificables. En todos los temas estadísticos el gobierno de Venezuela no está interesado en la verdad, en informar objetivamente y en rendir cuentas; su imperativo es la propaganda”.
A la opacidad oficial se le suman las dificultades de los medios de comunicación independientes para obtener información sobre homicidios y otros delitos graves. En este sentido, señala el documento que “la información de la prensa sobre el tema en 2017 fue mucho más escasa que en años anteriores, menos periódica y menos especifica. Sería sorprendente que la terrible crisis generalizada de Venezuela no hubiera afectado a su prensa.” Para una muestra de los obstáculos que el gobierno le ha puesto a la prensa, habría que recordar que hasta una cerca colocaron en la Morgue de Bello Monte para que los periodistas no pudieran conocer el número de cadáveres que son ingresados cada fin de semana o cada mes.
Varias ciudades de la región y del mundo han tenido grandes avances en la disminución de homicidios. San Pedro Sula, ciudad hondureña que en el pasado había encabezado el ranking, se ubicó en 2017 en el lugar 26, con una reducción de 54% en los homicidios en tan solo un año. Tegucigalpa tuvo también una disminución similar, siguiendo la tendencia generalizada en la nación centroamericana. Medellín, que en los 90 fue la metrópoli más violenta del mundo, no apareció en esta oportunidad entre las primeras 50.
Con las medidas correctas y con voluntad política se puede transformar la realidad de una ciudad dominada por el crimen. Esto podría suceder en Caracas y otras urbes del país, pero para que esto ocurra tendremos que esperar a que se produzca un cambio político.
Twitter: @luisizquiel