El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pareció decidido el miércoles a autorizar altos aranceles a las importaciones de acero y aluminio, a la vez que aumentó la presión sobre China para que elabore un plan para reducir su superávit comercial con la mayor economía global en 1.000 millones de dólares.
Reuters
Un día después de la renuncia de su asesor económico Gary Cohn, y a pesar del fuerte rechazo de los legisladores republicanos, la Casa Blanca dijo que Trump está listo para avanzar con su plan de aranceles antes del fin de semana.
Algunos reportes sugirieron que podría firmar un decreto presidencial tan pronto como el jueves.
Los planes de Trump son imponer un arancel del 25 por ciento sobre el acero y del 10 por ciento para el aluminio para contrarrestar unas baratas importaciones, especialmente procedentes de China, lo cual dice que mina la industria y los empleos en Estados Unidos.
La medida podría llevar a la imposición de aranceles contra las exportaciones de Estados Unidos y complicar más los esfuerzos para salvar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá y México.
La renuncia de Gary Cohn, visto como un bastión frente al nacionalismo económico de Trump, despeja la vía a una mayor influencia de funcionarios de línea más dura en temas comerciales, como el asesor Peter Navarro y el secretario de Comercio, Wilbur Ross.
La mayor probabilidad de que se apliquen represalias comerciales y su impacto sobre el crecimiento global golpearon a las acciones, al petróleo y al dólar.
A las tensiones sobre las tarifas se sumaron las demandas de Trump a China, a la que acusa de aplicar prácticas comerciales injustas.
“Se le ha pedido a China que desarrolle un plan para el año de una reducción de 1.000 millones de dólares en su enorme déficit comercial con Estados Unidos”, escribió Trump en un tuit en el que por error se refirió a un déficit cuando en realidad Pekín tiene superávit comercial con Washington.
En su primer tuit del miércoles, Trump no mostró señales de ceder y afirmó que, desde el primer Gobierno de Bush, Estados Unidos ha perdido más de 55.000 fábricas y seis millones de empleos en el sector manufacturero, además de permitir que su déficit comercial se dispare.
“Malas políticas & liderazgo. ¡Debemos ganar nuevamente!”, publicó en Twitter un día después de que afirmó que no tiene miedo a una guerra comercial.
Europa y el Fondo Monetario Internacional (FMI) instaron a que Trump se aleje del borde de una guerra comercial.
“En una denominada guerra comercial (…) nadie gana, generalmente hay perdedores en ambos bandos”, dijo la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, el miércoles.
La jefa del FMI dijo que Canadá -el principal proveedor de acero y aluminio de Estados Unidos- y Europa -a cuyas exportaciones de vehículos ha amenazado Trump- probablemente impongan aranceles sobre bienes estadounidenses como respuesta.
Un funcionario comercial citó al embajador de Canadá ante la OMC diciendo: “Tememos que Estados Unidos pueda estar abriendo una caja de Pandora que nosotros no podamos cerrar”.