Los candidatos presidenciales, Gustavo Petro de Colombia y Andrés Manual López Obrador (AMLO) de México, proponen nuevas constituciones.
Petro va en la línea de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa que, con el nombre de “nuevas constituciones”, hicieron instrumentos legales para reelegirse y concentrar el poder. Los diseñadores de estos artilugios fueron los valencianos Viciano Pastor y Martínez Dalmau, promotores del internship de Iglesias, Monedero y Cerrejón en el gobierno de Chávez. No es pues raro que Iglesias apoye a la postulación ilegal de Evo Morales, rechazada por el voto referendal (2016). Petro recibió financiamiento de Chávez y, sin duda, hoy está apoyado por un Maduro, aislado internacionalmente, necesitado de colindar con un cómplice.
Por su parte y zorro viejo, López Obrador, parte de esta pandilla, le hace un twist y propone una de constitución moral. Suena a elevación espiritual. Más ahora que la familia anda dividida por el individualismo capitalista, por el celular que aísla al joven, por el avión que aleja a los hijos, ya no hay vecindad como antes y nadie se conoce. Una constitución moral fue la ley mosaica que llegó para hacer buena a la gente, Pero es un instrumento astuto y ruin que le permitirá a López Obrador impugnar la ley. Desde la altura moral de profeta iracundo del Antiguo Testamento, él cuestionará las leyes, los comportamientos, los negocios prósperos y también a las mujeres con escotes y al matrimonio gay. Lo que se le ocurra.
Una constitución moral es más letal que una constitución moral. Y algún momento, ya presidente y empoderado como inquisidor medieval, AMLO propondrá el viejo truco de la nueva constitución legal. A los que se opongan, les señalará la hoguera.