El riesgo político más grande de la “revolución”, por @MichVielleville

El riesgo político más grande de la “revolución”, por @MichVielleville

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Es una tendencia general en la dinámica de los regímenes políticos la constante búsqueda en poder asegurar un margen mínimo de Gobernabilidad y de Estabilidad. Ambas categorías representan las piedras angulares que manifiestan la capacidad de una clase política determinada, en el ejercicio del poder, para garantizar el orden político y el bienestar de sus ciudadanos.

En este sentido, mientras la Gobernabilidad refleja el grado de disposición en las múltiples dimensiones que integran el sistema político para que la acción de “gobernar” se lleve a cabo, en el campo de las interacciones sociales cotidianas, sin inconvenientes; la segunda, se plantea más bien como un resultado de aquella primera, y muestra la propensión del comportamiento de los diversos actores en el entorno socio-político para establecer acuerdos, y resolver sus conflictos de forma pacífica y sobre la base del juego democrático.

Ahora bien, con referencia a esta última categoría es conveniente precisar que una cosa es la estabilidad del régimen, y otra en el régimen. Esto es, mientras lo primero hace particular referencia a una circunstancia dada sólo en la dimensión de las estructuras de ejercicio de la autoridad; con lo segundo nos estaríamos refiriendo a la multiplicidad de elementos que abarcan la totalidad del sistema político, en el cual se incluirían instituciones, grupos de interés político, y asociaciones de diversa índole que constituyen la complejidad social y generan condiciones para la gobernabilidad. En este marco, podrían desarrollarse escenarios donde (1) un régimen político se haya cohesionado a nivel de gobierno, en una situación de consolidación institucional; o (2) donde el régimen político se encuentra en una circunstancia en la cual mantiene un férreo control de la esfera de gobierno, pero en una situación de fragmentación institucional, con altas proyecciones de conflictividad e inestabilidad.

En este marco, la realidad política venezolana pudiese incluirse en aquella segunda tipología. Pues, si bien, desde la esfera del régimen político que comprende a las estructuras de autoridad, se identifica una clara tendencia a la consolidación monolítica en la dimensión ejecutiva de las decisiones políticas, en parte, como una consecuencia directa de la manipulación del orden legal y de las reglas del juego político; también son más que notorias las escisiones en el terreno de la comunidad política en general, expresadas a través de un malestar social generalizado, fracturas ideológicas y las disgregaciones en la dimensión institucional; lo que pudiese dificultar cualquier probabilidad de permanencia en el tiempo y a la vez potenciar un escenario de hundimiento y de transición política.

Con relación al primer elemento, la capacidad de la revolución bolivariana para mantener el orden político cada día que pasa se reduce gradualmente, como resultado del bloqueo a los caminos institucionales para conceder respuestas a la cantidad de demandas políticas, entre las cuales continúa destacando la exigencia a la convocatoria de unas elecciones presidenciales en el tiempo apropiado, y bajo las condiciones de una competencia justa; pero también donde se solicita la autorización de apertura a un canal humanitario que permita finalmente el ingreso de alimentos y medicinas, ante el estrepitoso incremento del hambre y la escasez de medicamentos, que hoy en día se ha traducido en sufrimiento y preocupación de millones de venezolanos, quienes se debaten entre la vida y la muerte ante la falta de insumos básicos a partir de los cuales se hace depender su supervivencia.

Con relación a lo segundo, para nadie es un secreto también que la estabilidad en el régimen político a cargo del presidente Nicolás Maduro es cada vez más reducida, fundamentalmente por las fracturas ideológicas internas a las cuales ahora se haya sometido. No por casualidad en la opinión pública existe el énfasis y el interés mediático en el “Movimiento Somos Venezuela”. Sin lugar a dudas, se trata de un discurso abotagado, distractor, ausente de contenido y que intenta ocultar las escisiones evidentes. Esto es así principalmente porque esta organización política representa oficialmente la separación del madurismo del chavismo, y es interpretado como un claro desplazamiento de las figuras claves de esta fuerza política y un rompimiento de Maduro con el PSUV.

Por tal motivo, pareciera entonces que la estrategia comunicacional gubernamental vigente consiste en tratar de desligarse del pasado, es decir, con todo aquello que pueda representar cualquier vínculo con la corrupción, el fracaso en la política económica, el abuso de poder, y esa imagen retrógrada del mal llamado socialismo del siglo XXI.Pero tales esfuerzos sólo pueden ser calificados como inanes, y más si se sabe que el pueblo cada vez es consciente de su responsabilidad en la definición de su propio destino, al tener muy en claro la tragedia que verdaderamente representaría seis años más de “madurismo” en el ejercicio del poder.

Pero finalmente el tercer elemento que plantea el más alto riesgo político para la estabilidad de la revolución se manifiesta en el desarrollo acelerado de un fenómeno de disgregación institucional, el cual hoy en día pareciera tener lugar en las estructuras fundamentales del sistema político venezolano, encargadas de la distribución del ejercicio del poder y de asegurar el orden político. En términos concretos, nos estaríamos refiriendo a una situación que se expresa desde el ámbito externo e interno a la esfera de dominio del Estado venezolano; en el primer caso, a través del desconocimiento y el rechazo internacional prolongado que deja sin credibilidad al Gobierno en el escenario mundial; y en el segundo caso, con el incremento en las tensiones entre poderes, las cuales siguen haciendo difícil cualquier intento por resolver diferencias, y que continúan posicionando en el imaginario colectivo el mito sobre el papel que podría desempeñar el estamento militar, en un escenario de transición de un régimen autoritario a un régimen político auténticamente democrático.

En definitiva, el contraste y enfrentamiento entre fuerzas de distinta naturaleza política, en el sistema político venezolano, será una constante alimentada por la incapacidad para resolver el exceso de demandas sociales, sin una satisfactoria respuesta por parte de las estructuras formales del Gobierno, y como consecuencia de las fracturas de la élite política; lo cual hace insostenible la permanencia del régimen en unas condiciones socio-económicas de mayor complejidad. De este modo, todavía permanece latente la amenaza de una inestabilidad prolongada que podría provenir de las estructuras coercitivas, encargadas de proveer de cierta legitimidad al gobierno, pero que en estos momentos estarían negándose a mostrarse reacias a la gravedad política, económica y social del país.

@MichVielleville

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