El veneno espiritual, del falso evangelio de la prosperidad, que muchos telepredicadores, “inyectan” a diario a miles de incautas almas ya sea en sus “clubes” o también llamados: “iglesias” o por televisión, no lo hacen por el interés o bienestar de sus ciegos seguidores, si no por una simple y sencilla razón: ¡La Avaricia!
Los seguidores de estos hombres, quienes los aman casi al borde de la idolatría, no quieren entender, y algunos de ellos no quieren conocer, que sus “padres” espirituales, anunciadores del falso evangelio de la prosperidad; que a la sazón se hacen llamar “apóstoles”, “profetas”, “pastores”, “sacerdotes” etc. Los mantienen adormecidos en la ignorancia bíblica y los envenenan espiritualmente con sus falsas enseñanzas, con la única finalidad de aprovecharse de sus vidas y en especial de sus ingresos económicos.
Estos son los Mercaderes, de la fe, a quienes vemos en los “pulpitos o escenarios”, con actitudes altaneras y luciendo toda clase de ornamentos, para mostrar a la audiencia engañada que el lujo y el confort es sinónimo de “bendición”. Moviéndose de un lado a otro, dando saltos y brincos mientras mezclan alguna breve enseñanza bíblica manoseada para sustentar su avaricia con chistes y burdas frases dizque para hacer más amena y “dinámica” la “predicación”.
¡Que terrible! Estos mercaderes de la fe, no dudan en “vender” hasta sebo de culebras con un manto de espiritualidad, con la finalidad de tener un grupo de individuos cautivos de donde exprimir y explotar, su torcida fe en los hombres, sus ingresos y sus fuerzas.
Dios nos concedió la razón para el conocimiento de las verdades y la conciencia para el conocimiento de los deberes, y entrambas para suplir el hueco que en puntos menos necesarios o elevados nos dejó la revelación, y para guiarnos en el palenque que esta reservó abierto a la actividad de nuestro espíritu y a los deseos del corazón humano.
La conciencia y la convicción, libre de todo bastardo elemento que la obscurezca, es la que nos llevará a trazarnos el sendero del entendimiento político, donde las verdades morales nos destinan a descubrir los falsos líderes del entendimiento y de la razón, que son capaces de asfixiar, engañar, asesinar a todo un pueblo en nombre de Dios. Por lo que, son reconocidos como como grandes piedras miliarias, que carcomen desde las vísceras a cada ser viviente en su nación.
Por tanto, la fe mezclada en la política, no es más que una convicción arraigada y sostenida por una intención acerca de las ventajas de un sistema o medida de gobierno; y en este sentido no excluye el error ni la variación, pues partiendo de un principio humano, versa sobre un objeto humano también y variable; no excluye ni aun la acción lenta de las pasiones sobre el entendimiento que llegan a alterar; excluye solo una pasión calculada y en lucha con la convicción, un interés egoísta, y en suma cuanto es hipócrita, dañado y mentiroso.
Así pues, cuando se mezcla la religión con la política, surge una solución dañina a la humanidad, como en otrora, los cristianos envueltos en las cruzadas asesinaban en nombre de Dios. Al cesar lo que es de Cesar, y a Dios lo que es de Dios (Mateo), señala la palabra la intención de separar los temas terrenales de los espirituales. Por lo tanto, no se ve con buenos ojos cuando algún líder de templos, aduce que fue enviado por Dios para ser el líder de un país.
Los mercaderes de la fe, cuando se estrenan, obran con cierta fe terrible de mejora, fe que al medirse con la verdad, reconoce muchas realidades sin resolver en el orden humano. El engaño de esta va acompañado de actos de corrupción, de egoísmo o de venganza; mucho hay de ello, en los jefes especialmente; pero la corrupción enerva, el egoísmo acobarda o trata de conservar lo conquistado, la venganza no se ensaña sino contra personas o clases determinadas. El fanatismo a la fe, a la par que el incrédulo, aniquila los entendimientos y ahoga los corazones, y los arrastra al suplicio en nombre del mismo ídolo que se han forjado. De la misma suerte que los pueblos que no creen en los sacerdotes consultan a los hechiceros.
Nuestra sociedad es criminógena, y habita en un Estado deletéreo, donde la revolución, lejos de haber nacido espontáneamente, fue impuesta por sorpresa, sencillamente porque el inconsciente colectivo electoral carecía de fe y valores, el cual la revolución ocupó a través de los códigos sociales, las necesidades básicas de una sociedad sembrada en la desesperanza.
Pero los mercaderes de la fe pasan muy pronto; los seducidos se espantan de su propia obra, los gananciosos intentan ahogarlas para salvar lo adquirido, los descontentos sienten más su malestar y se despierta su codicia a vista del botín de los otros. Así como la incredulidad degenera en escepticismo, así el egoísmo reemplaza muy pronto las pasiones. Entonces continúa la desesperanza, pero ya no con pretexto del bien común, sino en pro de ambiciones particulares, lucha que no por más mezquina es menos desastrosa.
Reine pues la máxima buena fe, y nos entenderemos; y la reconciliación será sólida y verdadera, y tras la reconciliación vendrá la única reparación posible a todos los males, cualquiera sea su fecha y su autor. Nosotros veremos instituciones salvadoras, elementos de vida, medicinas seguras que pudieran reanimar este cadáver político de nuestra Venezuela.
Nuestra fe en la reparación, se funda en la de “Dios” que hizo curables a las naciones; en cuanto a nuestra esperanza, recuerden que mientras exista oxígeno en los pulmones, habrá vida; donde hay vida, habrá oportunidad, vayamos con fe y volvamos con alegría.
Gervis Medina
Escritor
parécese al faro que en noche tenebrosa se presenta al navegante, ora como radiante